Con la madrugada del 16 de junio de 1998,
llegó la muerte de Carlos Martínez Rivas. Sus setenta y cuatro
años se detuvieron como desenlace de una salud minada en complicidad
con el alcohol. La noticia rompió, por unos cuantos días, el
silencio admirativo que rodeo su vida y su poesía.
Al dar cuenta del fallecimiento, en su país se especulo sobre la
cantidad de poemas que dejo sin publicar. Cerca de "dos mil inéditos"
aventuró una agencia informativa.
Al paso de cuatro anos, y luego de que su obra fue declarada patrimonio
cultural nacional, aún se desconoce el número real de poemas
que dejó sin publicar.
Estos Poemas sueltos forman parte de ese legado por descubrirse. Son poemas
regados, aquí y allá, por propia mano, en papeles que Martínez
Rivas perdía con una sospechosa facilidad. Poemas impulsados por su
regodeo ante una pintura; por su lectura poética y trágica de
Los Evangelios, poemas esplendidos quo fueron conservados por amigos como
reliquias de amistad o por conocidos que sentían por el genuina devoción.