LÍNEA DE FUGA (ENSAYO DE UN CRIMEN)Fernando Martínez Ramírez |
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No calló más que una cosa: su
trauma de infancia y el efecto peculiar que tenía sobre él la música de El príncipe rojo. |
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El suspenso Un hombre se afeita a navaja libre, y mientras lo hace una línea de amargura recorre su paladar, su garganta, le baja al estómago. Se ve frente al espejo, descubre sus sienes canosas. Sabe que está solo. Lo espían los recuerdos, sobre todo uno, tremendo. La situación indica que tiene problemas de alguna clase, pero es muy pronto para enterarnos de ellos. Por delante tenemos casi trescientas páginas para descubrirlos... Según Patricia Highsmith los primeros capítulos de una novela de suspenso proporcionan las líneas dramáticas que habremos de seguir. Puede no suceder nada, pero el escritor va preparando los escenarios, muestra la estructura o pauta de relación entre los personajes, expone sus deseos. Tiene que haber acción o promesa de acción, aunque una cosa u otra se den en todas las buenas novelas. Sin embargo, en los relatos de suspense los hechos tienden a ser más violentos. El asunto es ir perfilando la personalidad de los protagonistas que rodean al asesino. Como motivo existencial, algunos escritores explotan el tema de la búsqueda: de un padre desconocido, de la infancia... Otros plantean la relación entre dos hombres de carácter contrastante o complementario, que representan perspectivas distintas e igualmente apremiantes de las cosas. Al lector deberá ocultársele hasta el final cierta información. Este recurso muchas veces da la impresión de ser arbitrario e injusto, pero resulta un elemento imprescindible para la intriga. No debe faltar, desde luego, alguien interesado en la justicia, en el bien y el mal. La moral ha de ser exhibida, pero sin sermones. El destino parecerá un juego, una especie de escondite con hallazgos imprevistos, hallazgos que al siguiente instante sufrirán una deflación ante nuevos acontecimientos, es decir, quedarán en suspenso hasta que poco a poco vayan cobrando sentido.1 La obra de Rodolfo Usigli Ensayo de un crimen2 tiene todos estos elementos, quizá por ello se le ha considerado primordialmente una novela policiaca, inclusive la mejor en su género en México. Si bien hay elementos de suspenso constantemente conjeturamos sobre quién podrá ser el asesino, no creemos que su principal característica sea el suspense, y aunque hay policías o ex policías tampoco podemos identificarla con el género policiaco sin más. Parece también una novela que escenifica un problema existencial, como lo hace El extranjero, de Albert Camus. Un hombre busca liquidar cuentas pendientes con su pasado. No sabemos con certeza cuál es el hecho terrible que lo ha vaciado existencialmente. Un día, siendo niño de ocho años, caminaba al lado de un militar con quien sus padres lo habían encargado. Entonces este sujeto tomó su pistola y le dijo: ¡mira! Disparó, sin motivo alguno, contra un anciano, quien cayó fulminado por el impacto. El tiempo fue obnubilando sus recuerdos, mezclándolos con otros menos dolorosos, incluso felices. Ahora que es un hombre solo, heredero de una pequeña fortuna que le permite vivir sin trabajar, lo persigue una obsesión: cometer un crimen estético, gratuito, perfecto. Su perfección radica en su gratuidad. Pero el destino le tiene reservadas algunas sorpresas, porque en el mundo no hay nada desinteresado, nada gratuito.3 Roberto de la Cruz Roberto de la Cruz es el protagonista de la novela. En su adolescencia se aficionó a las cajas musicales. Un día, al caminar por las calles del centro histórico, encuentra una que lo fascina y no tiene más remedio que adquirirla. En ella una pareja baila al compás de un vals anacrónico llamado El príncipe rojo. Pronto su obsesión criminal queda ligada a esta caja fatídica. |
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La filosofía |
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El destino |
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El gran síntoma de esta novela no es, por tanto, el suspense.
Nos dice más bien que lo importante, lo que crece y amenaza
con desbordarse, termina desvaneciéndose, salvo un solo acto,
final, contundente. Buscando el destino, es él quien termina
por encontrarnos. Buscando una explicación, acabamos por no tener
ninguna, excepto la del veleidoso azar, que llega a ser el nombre que
le damos a la resignación. La culpa se queda con los personajes:
el pasado los persigue y, ante el desenlace, termina por confirmar sus
decepciones, los convierte en aquello de lo cual venían huyendo.
Tal parece que los apremios sólo pudieran vencerse cuando asumimos
la culpabilidad. Novela llena de signos donde el destino, más
que tres curvas que se cierran, resulta una línea de fuga, lo
irresuelto que cuando se resuelve, muere.
Notas 1Patricia Highsmith, Suspense. Cómo se escribe una novela de intriga, Barcelona, Anagrama, 1986. 2Rodolfo Usigli, Ensayo de un crimen, México, V Siglos, 1980. 3Palabras del ex inspector Herrera, personaje ubicuo que pareciera existir en contubernio con el destino. Ibid., p. 44. |
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