*Silvia Denise Peña Betancourt

Con frecuencia se tiene la impresión de que la ciencia sigue un curso progresivo constante y rectilíneo, pero la historia demuestra que el avance científico es un proceso complejo, con flujos y reflujos, errores y rectificaciones. La toxicología no escapa a este postulado y por ello, en las siguientes líneas, ensayamos una respuesta a la interrogante sobre los temas de investigación que ocuparán a la toxicología en el tercer milenio.

Muchos toxicólogos esperarían que se mantuvieran las áreas fundamentales: la toxicología básica, analítica, experimental y clínica, junto con aquellas de reciente desarrollo como la toxicología ambiental y la ecotoxicología.

La toxicología es una ciencia biológica, no química, farmacéutica, ni forense, aunque se nutra y colabore con éstas. Es decir, forma parte de las ciencias de la salud, ya que su objetivo es estudiar las sustancias tóxicas de origen natural o sintético que se encuentran en un sistema o nicho ecológico (alimentos, medicamentos, plantas, aire, agua, etcétera).

Por ello, la toxicología básica deberá incluirse dentro de los planes y programas de estudio de todas las licenciaturas en ciencias de la salud, porque las industrias alimenticia, química y farmacéutica demandan profesionales que conozcan las sustancias químicas capaces de producir un daño y al mismo tiempo desarrollen tecnologías de aseguramiento de la calidad toxicológica en sus productos y servicios.

En ese contexto, se deben establecer normas que regulen la cantidad de sustancias tóxicas permitidas en los productos, bienes y servicios para consumo humano y animal, recurriendo a expertos toxicólogos para analizar el riesgo a la salud; y se crearán programas de vigilancia de las sustancias tóxicas presentes en los alimentos a nivel local, regional y nacional.

Se debe prestar especial atención en aquellos profesionales que sin haber tomado ningún curso de toxicología realizan estudios con dudosos resultados, por haberse llevado a cabo bajo métodos analíticos caducos, o mediante instrumentos último modelo pero sin disponer de personal altamente capacitado, no sólo para su manejo sino para distinguir entre el método y la técnica.

El problema de la falta de información científica quedará superado durante el tercer milenio gracias a los avances alcanzados por las ciencias de la comunicación, como ejemplo se encuentra internet.

 
 
Surgimiento de la superespecialización en toxicología

Durante el tercer milenio surgirá la necesidad de reducir el campo de acción en cada una de las áreas de la toxicología, con el objeto de mantenerse en un nivel digno, es decir, aparecerán dentro de la toxicología las subespecialidades.

Los toxicólogos del tercer milenio deberán buscar información basada en estudios realizados sobre reacciones moleculares a través de la secuencia de genes y nucleótidos, para así establecer escenarios o alternativas razonables para lograr la previsión tecnológica. Es decir, no podrán contemplar exclusivamente el nivel tóxico de la sustancia, sino que deberán realizar estudios a nivel molecular.

Así, los modernos protocolos de investigación se regirán por: 1) determinar el nivel sin efecto observable, 2) la extrapolación de datos entre los modelos experimentales in vitro e in situ al hombre, 3) la búsqueda de nuevos indicadores de exposición y o efectos, 4) la identificación de grupos de riesgo entre la población, 5) la predicción de antídotos y antagonistas, 6) el desarrollo de técnicas simples y económicas, y 7) la identificación de sustancias que pueden producir efectos similares y a su vez las modificaciones químicas estructurales que podrían eliminar los efectos tóxicos.

Por la orientación que llevan los estudios de toxicidad, se observa que en lugar de utilizar parámetros bioquímicos y morfológicos se emplearán otros, como las respuestas hormonales, cambios en la diferenciación celular y muerte celular por apoptosis (mecanismo fisiológico de eliminación de células viejas o dañadas).

También será de sumo interés investigar la susceptibilidad genética a los tóxicos, a través de los cuales se puedan explicar diferentes tipos de cánceres y trastornos de la reproducción y el desarrollo. En la evaluación de riesgo de cáncer se considerarán cada vez más las sustancias activadoras de oncogenes o las inactivadoras de genes supresores de tumores.

   
Será prioritario investigar a fondo la toxicidad crónica de las sustancias a concentraciones mínimas, en lugar de los efectos tóxicos agudos, que han sido los más estudiados por décadas, los cuales sin embargo seguirán utilizando modelos animales, después de haber realizado los experimentos in vitro.

Otro problema que deberá quedar resuelto en los próximos años es el síndrome de sensibilidad química múltiple que apareció entre los soldados estadunidenses que intervinieron en la guerra con Irak, ya que se teme que afecte a sus hijos. Aún se desconoce si se trata de un transtorno inmunitario o una enfermedad retardada consecuente a la exposición múltiple de sustancias químicas.

En cuanto a los métodos de experimentación de la toxicología del siglo XXI, los ensayos in vitro aparecen como una alternativa a la experimentación in vivo, con el objeto de determinar las propiedades toxicológicas y citotóxicas de las sustancias químicas, en gran medida por las limitaciones impuestas por las organizaciones de defensa y protección animal, que restringen el uso de animales de laboratorio. Otra razón es porque reducen el número de animales experimentales y por ende los costos y tiempo de experimentación.

Entre los avances científicos que han hecho posible los estudios de citotoxicidad in vitro destacan los logros alcanzados en el cultivo primario de líneas celulares, sobre todo de origen humano, mejoras en los modelos manipulados genéticamente, aumento en la especificidad y sensibilidad en los biomarcadores bioquímicos, morfológicos, electrofisiológicos y en las técnicas de biología molecular.

En conclusión, para el tercer milenio la toxicología deberá afrontar nuevos retos, tales como la aparición de las subespecialidades dentro de sus áreas básicas. La especialidad deberá encaminar sus esfuerzos hacia una búsqueda de nuevos indicadores de efectos tóxicos, como determinar las alteraciones producidas a nivel molecular, la susceptibilidad genética a los tóxicos, así como utilizar nuevos modelos en la experimentación, por ejemplo las pruebas in vitro y/o modelos matemáticos.

*La doctora Silvia Denise Peña Betancourt es investigadora del Laboratorio de Toxicología, del Departamento de Producción Agrícola y Animal, plantel Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana. Correo electrónico: spena@cueyatl.uam.mx
Bibliografía

Alley, M. C., Scudiero D. A., “Feasibility of drug screening with panels of human tumor cell lines using microculture tetrazolium assay”, Cancer Research, núm. 48, 1998, pp. 589- 601.

Bently, Ph., “Toxicology in transition”, Eurotox Newsletter, núm. 18, 1, 7, 1995.

Calvo Hernando, M., La ciencia en el tercer milenio, Madrid, McGrawHill, 1995.

Chambers, P. L., Attitudes to toxicology in the European Economic,

Community, Chichester, J. Wiley Sons, 1987.

Chambers, P. L. et al., Recent developments in toxicology: trends, methods and problems, Berlín, Springer Verlag, 1991.

Gelbke, H. P., “Nee trends in toxicology and their impact on toxicity testing”, Human Experimental Toxicology, núm. 12, 1993, pp. 511-515.

Repetto, G., “Recientes avances en la validación y aceptación de métodos alternativos in vivo e in vitro”, Revista de Toxicología, núm. 12, 1995, pp. 3-9.