JESUS ESCOBEDO
(1918- 1978)

Jesús Escobedo (3 de junio de 1918-1978) nació en el poblado Dos Estrellas, en el estado de Michoacán. A los 10 años se inicia como dibujante y grabador, en la Escuela de Pintura al Aire Libre Santiago Rebull, que dirigía Gabriel Fernández Ledesma.

En 1930, a los 12 años, participa en la exposición Cien Años de Litografía Mexicana, organizada por sus maestros Francisco Díaz de León y Gabriel Fernández Ledesma, en la sala de arte del Departamento de Bellas Artes. Tres años después realizó su primera exposición individual en el Palacio de Bellas Artes, donde presentó 50 dibujos de retratos y paisajes.

De 1934 a 1935 prosigue su formación como grabador en la Escuela Central de Artes Plásticas (San Carlos), dirigida por su maestro Francisco Díaz de León.

Entre 1935 y 1937 se desempeña como ayudante de restaurador en el Museo de Arte Popular del Palacio de Bellas Artes. Influido por sus maestros y por el entorno social de los años cardenistas, Jesús Escobedo se convierte en un activo militante de las ideas socialistas, situación que lo llevó a participar como uno de los más jóvenes miembros de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR).

Entre 1937 y 1943 trabaja como dibujante en el departamento de publicidad de la Secretaría de Educación Pública y al separarse de la LEAR (abril, 1937) funda, junto con los grabadores, una organización independiente: El Taller de la Gráfica Popular (TGP). En ese momento mantiene una activa participación antifascista a través de la producción de una serie de carteles, con carácter de propaganda para organizaciones, sindicatos y ligas culturales.

En 1945 recibe la beca Guggenheim y en ese mismo año realiza una serie de ocho litografías con temas de la ciudad de Nueva York. En 1946 ilustra un libro de texto para la enseñanza del idioma español en Estados Unidos, titulado Lecturas hispanoamericanas.

En 1948 se incorpora a la Sociedad para el Impulso de las Artes Plásticas. De 1951 a 1952, junto con Luis Arenal, realiza un mural alusivo a los 100 años del estado de Guerrero, el cual se encuentra en el actual Museo Regional de Chilpancingo.

En 1960 realiza en el Taller de la Gráfica Popular, junto con otros integrantes, la carpeta de los 450 años de Independencia de México. En 1966, en este mismo Taller, se realizó una última exposición que abarcaba sus 30 años de existencia y en 1971 cede sus archivos al gobierno. Jesús Escobedo muere en 1978.


EL DIBUJANTE
JESÚS ESCOBEDO (1918-1978)

José Manuel Springer

La historia del arte mexicano puede interpretarse como un vaiven en el claroscuro de dos estéticas que cuentan con valores artísticos distintos, una actitud opuesta hacia la vida y una visión encontrada sobre el papel del arte. Jesús Escobedo, grabador y dibujante, pertenece a la escuela de la gráfica mexicana que se desarrolló en este siglo a partir del trabajo de los grabadores -periodistas- caricaturistas del siglo XIX. Su obra tiene mucho de crítica del poder y de retrato del pueblo.

Desde que ingresó a la Escuela de Pintura al Aire Libre Santiago Rebull (1928), la habilidad en el trazo y la sinceridad de sus apuntes dibujísticos (sencillos, directos y, por qué no decirlo, hasta bruscos) le permiten captar la expresividad de sus retratados. Sin ser fiel a la forma realista y con algunos amaneramientos (la inclinación por la fisonomía indígena), sus dibujos comunican sentimientos de empatía por los niños y compañeros de la escuela.

El oficio dibujístico que desde muy temprano demostró le valió el calificativo de artista prodigio, pues su maestro Gabriel Fernández Ledesma, grabador magnífico, y artistas ya reconocidos, como Angelina Beloff, vieron en él la promesa de un artista con una madurez prolífica y una sensibilidad inclinada hacia la nobleza matizada por la experiencia. Muchas de sus obras captan la visión impoluta y transparente del mundo que asociamos con la niñez, misma que puede encontrarse en la inspiración de los mejores artistas de todos los tiempos.

Contemporáneo de Leopoldo Méndez, Alberto Beltrán y Alfredo Zalce, con quienes fundó el hoy célebre Taller de la Gráfica Popular (1937), Jesús Escobedo dedicó parte importante de su producción artística al mundo editorial, trabajando para la Secretaría de Educación Pública como ilustrador de libros de texto y para el Museo de Arte Popular. Siendo miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, elabora toda clase de carteles y volantes de carácter antifascista. Como paisajista dejó una importante colección de dibujos de vistas del Estado de México que se encuentran en la colección Mario Colín, custodiada por la Universidad Nacional Autónoma de México.

El Modernismo y la Escuela Mexicana

Los valores artísticos de la escuela gráfica mexicana a la que perteneció Jesús Escobedo están basados en una concepción que ve en el arte un medio educativo para elevar la conciencia personal y la identidad nacionalista, elementos culturales indispensables para la transición de una sociedad precapitalista rural a un sistema económico de libre mercado, principalmente urbano. Estos valores son el contrapunto de la visión sostenida por el Modernismo (esbozada por autores como Julio Ruelas y los poetas de la Revista Moderna) que ve al arte como un fin en sí mismo, un escape del hastío por la vida, una forma de rechazo de la estética popular y la vulgaridad de la clase gobernante, utilizando para ello el simbolismo cristiano y grecolatino.

La escuela popular, que cuenta entre sus mejores representantes a José Guadalupe Posada, Jean Charlot, Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma, influyó en el estilo personal de Jesús Escobedo. En su obra, realista y gráfica en forma, caricaturesca y alegórica en tono, se distingue de inmediato la voluntad de hacerse entender por el pueblo y comunicar el compromiso personal con los ideales populares revolucionarios, esgrimiendo una ideología antiautoritaria y antiimperialista.

El Modernismo -carente de compromiso social, bordeando en el nihilismo, la autodestrucción y la autocompasión, y el arte por el arte- abunda en lugares sombríos que simbolizan el dolor autoinfligido, la pasión que lleva a la decadencia, la idolatría y, el elemento que más adelante se infiltró en los medios masivos, la degradación de lo femenino. Fue una corriente que exaltó el nihilismo en la cual no cabe el compromiso más que con el propio ser, bajo la consigna de vivir la vida como un camino tortuoso hacia la muerte. La decadencia romántica, no obstante, abre la puerta al egoísmo que es parte integral de la psique humana.

Los valores artísticos de la obra de Jesús Escobedo emanan de la tradición histórica que tiene sus orígenes en el Naturalismo de Millet y más allá en Goya y Pieter Bruegel. Tradición que exalta la vida rural, la sencillez del campesino y la nobleza del trabajo en la tierra. Estos valores han sufrido adaptaciones a las realidades que trajo la transición de la cultura rural hacia la urbana y que en México tuvo lugar en la primera mitad del siglo XX. La escuela realista encontró en la vida del obrero urbano, del inmigrante y el exiliado un motivo y tema de rei-vindicación. Jesús Escobedo y sus contemporáneos, integrantes de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios o del Taller de la Gráfica Popular, sostuvieron ideales que apostaban a un futuro progresista, que tenía posibilidad, pero que en los hechos se malogró. Empero, cabría preguntarse al ver esta exposición, si no sentimos una añoranza por los valores comunitarios o gremiales, no acaso estamos cansados de la corporativización de nuestros anhelos y deseos, de que se nos presente en los medios una visión homogeneizadora y que los proyectos políticos de signos distintos tengan como programa único de gobierno la conquista del poder.

Aunque en este momento las artes visuales se encuentran en la disyuntiva de acercarse a su público o dejarse llevar por el impulso cínico y el caos artificial, el encuentro con los valores del pasado que esbozó la vertiente popular y en particular Escobedo, puede ser un punto de comparación de dos realidades similares. Hoy se puede decir que nuestra modernización económica como país fracasó y sin embargo la modernidad cultural nos salvó al dar origen a un proyecto cultural de nación, que aunque con lagunas y baches, ha permitido la renovación de prácticas simbólicas (el uso profano del rito cristiano en las artes visuales, por citar un ejemplo) y puntos de vista tan críticos como experimentales (la llamada corriente Neográfica).

La obra de Jesús Escobedo es la manifestación de una fe en un proyecto de vida que era inclusivo para las clases populares. Su fuerza y distinción emana de la claridad con la que expresó sus convicciones y el sentido de posibilidad para el futuro que comunican sus grabados, litografías y dibujos. Algo hemos perdido en nuestro momento que podemos recuperar al ver la obra de Jesús Escobedo.