RECTOR DE LA UNIDAD AZCAPOTZALCO

Dr. Romualdo López Zárate
(8 de julio 2013 -

Discurso pronunciado en su toma de posesión.

Dra. Patricia Galeana Herrera, Presidenta en turno de la Junta Directiva, honorables miembros de la Junta, Dr. Salvador Vega y León, nuestro nuevo Rector General, Dr. Julio Sotelo Morales, Presidente del Patronato, colegas rectores de las Unidades hermanas, directores de División, jefes de Departamento, secretarios, distinguidos ex rectores, miembros de la comunidad universitaria, amigos, colegas que acompañaron el proceso de designación, estudiantes de esta universidad, familia que me acompaña: mi esposa Leonila, hijos, mi mamá, hermanos y demás miembros de la familia.

Agradezco a todos ustedes la respuesta a la invitación que les ha formulado la Junta Directiva para estar presentes en este acto.

Es un honor y una gran responsabilidad que la Junta Directiva me haya nombrado rector de la Unidad Azcapotzalco para los próximos cuatro años. La asumo con emoción y con el compromiso de hacer todo lo que esté de mi parte para coordinar, consensuar y dirigir la Unidad para cumplir cada vez de mejor manera el objeto que le da razón de ser.

Como casi todos conocen, el Congreso de la Unión acordó crear esta nueva institución, la Universidad Autónoma Metropolitana, hace ya 39 años, con el objeto específico de formar profesionales que correspondan a las necesidades de la sociedad; desarrollar investigaciones en atención a los problemas nacionales y en relación con las condiciones de desenvolvimiento histórico, y preservar y difundir la cultura. Para realizar ese objeto, los legisladores le otorgaron un conjunto de facultades, una de ellas, de la más preciadas e importantes, es la AUTONOMÍA, la cual nos corresponde asumir y ejercer con responsabilidad.

La mención a los primeros artículos de la Ley Orgánica, tiene la finalidad de reafirmar y tener siempre presente, en nuestras actividades cotidianas, la encomienda que el Estado Mexicano nos ha confiado. Todo lo que hacemos en nuestras deliberaciones en los consejos, en los debates frecuentes en los grupos de investigación, en los comités de carrera, en el diseño de nuestra organización administrativa, en la toma de decisiones, en la construcción de nuestro futuro, son quehaceres que adquieren significado y sentido a la luz del cumplimiento de la responsabilidad que tenemos para el mejoramiento de nuestra sociedad.

Establece la Ley Orgánica que nos compete formar profesionales en correspondencia con las necesidades de la sociedad. Y las necesidades sociales lejos están de circunscribirse sólo a los requerimientos del mercado, los debemos incluir pero no agotan el conjunto amplio de las demandas sociales. La tendencia actual, a nivel mundial, de volcar los esfuerzos institucionales únicamente a dar prioridad a la formación de profesionales ligados a la producción de mercancías, a fomentar la competencia desmedida, de valorar sólo lo que tiene precio, son limitativas del objeto de una universidad pública como la nuestra. Nos compete formar profesionales en los amplios y diversos ámbitos del quehacer social, que atiendan la gama de necesidades ancestrales, presentes y futuras de nuestra sociedad. Y nos corresponde no sólo proporcionar conocimientos a nuestros estudiantes sino también imbuirles valores esenciales para la convivencia: el respeto a la diversidad, a la tolerancia, el cuidado del medio ambiente, la defensa de los derechos humanos, la resolución de conflictos por la vía del diálogo. En la medida en que formemos profesionales cultos, íntegros y competentes contribuiremos a fortalecer un país más justo, menos desigual.

Nuestra Ley Orgánica dice que la investigación debe estar atenta a los problemas nacionales. Hay -a mi parecer- una orientación clara en la selección y desarrollo de la investigación: aprovechar el conocimiento universal para resolver nuestros problemas locales; apropiarnos del talento generado en muy diversas instituciones y países para contribuir a resolver nuestros problemas ancestrales y emergentes; la alta habilitación de nuestro personal académico que le permite acceder a múltiples fuentes de información tiene un objetivo prioritario: atender los problemas nacionales en todos los ámbitos. Por otro lado, la generación de conocimiento institucional, que también es vasto, es un aporte al acervo del conocimiento no únicamente nacional sino también al saber mundial.

Asimismo, nuestra máxima disposición legal, menciona que las funciones universitarias deben estar atentas a las condiciones cambiantes del desenvolvimiento histórico. Me parece que una vertiente interpretativa de ello es la actual llamada sociedad del conocimiento, una sociedad en la que el conocimiento tiende a ocupar un lugar principal en la generación de capital económico, una sociedad cada vez más abierta, con una movilidad creciente de personal académico y estudiantes, en donde la internacionalización y los acuerdos entre países demandan una nueva concepción de la soberanía nacional y una nueva forma de relación entre ellos. Una sociedad marcada por el desarrollo y uso de las nuevas tecnologías de la información que, de manera creciente, exige transparencia y rendición de cuentas a las instituciones del Estado.

Debemos estar atentos a estas nuevas condiciones, incluso estar a la vanguardia y lo debemos hacer no sólo en la investigación sino también en la docencia, teniendo presente las características y condiciones de los estudiantes que atendemos, estudiantes que en su mayoría (79% en 2012) son la primera generación en llegar a la universidad, casi la mitad de las familias (43% en 2012) tienen un ingreso mensual menor a 5000 pesos y con padres con una educación apenas de secundaria (41%) . Estos estudiantes son los que asisten a la UAM y es a ellos a los que les debemos dar condiciones para mejorar su entorno socioeconómico, para facilitar su movilidad, para que hagan uso de las nuevas tecnologías, para desarrollar acciones que compensen, en lo posible, el déficit cultural con el cual llegan.

Insertarnos responsablemente en la sociedad de conocimiento implica la realización cabal de acciones sencillas y cotidianas; por ejemplo: preparar y asistir a todas nuestras clases, cumplir un trimestre de 11 semanas y no de 7, atender a nuestros estudiantes, realizar investigaciones pensando en la contribución a la resolución de problemas y no sólo en la obtención de becas o la pertenencia al SNI; participar regularmente en las deliberaciones de los asuntos universitarios.

A la Universidad le compete la ingente tarea de preservar y difundir la cultura, la local, la nacional, la mundial; le corresponde crear y recrear tanto las manifestaciones populares que nos dan identidad como acrecentar aquéllas de carácter universal; le corresponde rescatar la historia para mejor entender nuestro presente y diseñar nuestro futuro; tiene la responsabilidad también de ofrecer servicios culturales a diferentes sectores sociales.

Estas características brevemente enunciadas, son las que nos distinguen y refuerzan nuestra función social, somos una institución de cultura, pública y autónoma que se debe a la sociedad.

En estos 39 años de vida institucional hemos cultivado “sagas” organizacionales que son el sustento de nuestra forma de proceder: valores, actitudes, costumbres, rutinas que dan lugar a una cultura muy propia de nuestra universidad.

Y en estos años hemos diseñado y puesto en marcha un abigarrado conjunto legislativo (reglamentos (13), políticas (5), políticas operacionales, políticas operativas, lineamientos, instructivos, entre otros ordenamientos) que si bien dan certeza jurídica y aminoran la incertidumbre de nuestro quehacer, también hay que reconocerlo, en ocasiones dificultan y entorpecen el cumplimiento de nuestras tareas.

A lo largo de los años hemos configurado una comunidad muy diversa, plural, heterogénea que le da riqueza a la UAM, permite la diversidad, explora lo desconocido, propicia la innovación, fomenta la indagación desde diversas perspectivas; una comunidad activa que discute y se confronta pero, y también hay que reconocerlo, en ocasiones se embarca en discusiones menores y se resiste a enfrentar y realizar cambios urgentes, como revisar sus comisiones dictaminadoras, reformular la carrera académica, modificar el tabulador, avanzar en la desconcentración administrativa, establecer una defensoría de los derechos universitarios, pugnar por un ingreso decoroso, pensando en el largo plazo, que permita la realización de las funciones universitarias y no en la contabilidad mezquina y autoreferenciada de los puntos, y congregar una comunidad fragmentada, parte de la cual se ha instalado en un estado de confort que obstruye los cambios necesarios para el mejor desarrollo de nuestras funciones.

En la Universidad tenemos órganos personales y colegiados e instancias de apoyo, cuya función y razón de ser es coadyuvar a cumplir el objeto de la Institución y no para la apropiación de espacios de poder o el enfrascamiento en disputas estériles por el manejo y ejercicio presupuestal. Nos hemos dado, a diferencia de otras universidades, una organización más horizontal que vertical, en donde cada órgano tiene competencias expresas que distribuye la autoridad y el poder institucional. Es por ello que el desarrollo de la UAM está fincado en el cumplimiento responsable de las competencias de cada uno de ellos, desde el jefe de Departamento hasta el rector general, desde los consejos divisionales hasta el Patronato y la Junta Directiva.

Recordar y tener presente nuestra encomienda social puede ser la base para potenciar el desarrollo de nuestra universidad y encontrar armonía y cooperación entre todos nosotros.

La Unidad Azcapotzalco comparte las virtudes y también las imperfecciones de la UAM. Me propongo, desde la rectoría de la Unidad, coadyuvar con el rector general y con mis colegas rectores de las otras unidades académicas, a impulsar las reformas que requiere nuestra universidad; a apoyar todas las iniciativas del personal académico, cribadas por los órganos colegiados, que procuren el mejor cumplimiento y desarrollo de nuestras funciones.

Tengo la intención, con el apoyo de la comunidad, de avanzar en la transparencia y rendición de cuentas como un ingrediente indispensable para involucrar a nuestro personal en la supervisión del uso de los recursos públicos para cumplir los programas y proyectos aprobados por nuestros órganos colegiados, así como en el respeto al marco jurídico que nos hemos dado. Estoy convencido que el acceso a la información -como un derecho ciudadano y de los universitarios- contribuye de manera significativa a acotar la posible arbitrariedad y discrecionalidad en el ejercicio de nuestro siempre insuficiente presupuesto; la transparencia minimiza la opacidad, y el secretismo.

La rendición de cuentas es un medio poderoso para informar a la sociedad lo que hacemos y su trascendencia social, para difundir nuestros logros, nuestros proyectos y también para someternos al escrutinio público.

Aspiro, desde el ámbito de la responsabilidad que ahora asumo, emprender diversas acciones para avanzar en el viejo y anhelado principio de que la administración debe estar al servicio de la academia, que las disposiciones reglamentarias y legales posibiliten y no entorpezcan el desarrollo de nuestros trabajos, que la ley sea apoyo y no valladar. Deseo convencer a la administración y a la opinión pública que los académicos son dignos de confianza y no presuntos defraudadores; que las certificaciones administrativas tienen razón de ser si satisfacen con calidad y oportunidad el servicio que requiere la academia y no simplemente en el cumplimiento de un conjunto de procedimientos administrativos que sólo se justifican en sí mismos y que son propios de empresas y organismos con fines distintos y ajenos a los de la Universidad. Me parece que este problema se ha agrandado, en parte, por un distanciamiento entre la academia y la administración y por la emisión de un conjunto de disposiciones administrativas que quizá puedan funcionar en otro tipo de organizaciones, pero que en la universidad sólo han contribuido a burocratizarla y a minar su autonomía. Para contribuir a un acercamiento, impulsaré reuniones de intercambio entre la academia y la administración, procuraré que las dependencias de la rectoría y secretaría de la UAM-Azcapotzalco cumplan su función de apoyo a las iniciativas de las divisiones y departamentos.

Me preocupa que con el personal calificado que tenemos, con planes y programas reconocidos por su calidad, con una infraestructura aceptable, tengamos una eficiencia terminal por debajo de lo deseable en la mayor parte de las licenciaturas y posgrados que imparte la Unidad. Es un problema complejo pero pienso que con el concurso de nuestro personal académico y de nuestros coordinadores de estudio y directores de División aunados a la recuperación de los estudios que se han hecho al respecto, con la consulta a nuestros sistemas de información, tanto de la Unidad como de la Rectoría General, podemos diseñar y poner en marcha acciones que, sin desmedro en la calidad, permitan, en un mediano plazo incrementar, el número de egresados.

En la revisión de los proyectos de investigación (científicos, técnicos, sociales, humanísticos) desarrollados en la Unidad, de los proyectos de servicio social que estén en operación, de los desarrollos tecnológicos terminados y en proceso, existen, estoy seguro, un caudal de acciones y resultados que la sociedad debe conocer para que con esta información pueda valorar lo que hacemos. Para ello, me propongo incrementar la difusión de resultados y propiciar el encuentro de investigadores, de diferentes divisiones académicas y unidades universitarias, que tienen como objeto de estudio problemas similares.

La vinculación, eje transversal de las funciones sustantivas, requiere del establecimiento de procesos de comunicación y articulación entre el quehacer de las universidades y su medio circulante para que la sociedad se beneficie de los productos académicos. Para ello, con base en el recuento de las productos académicos de la Unidad Azcapotzalco, impulsaré las acciones de vinculación con nuestro entorno mediato.

El desarrollo de las técnicas de información y comunicación darán oportunidad de ampliar el uso de estas nuevas tecnologías tanto para continuar incorporándolas en los procesos de enseñanza-aprendizaje como para incursionar en la impartición de programas a distancia; un ejemplo exitoso es nuestra maestría en Historiografía.

En esta oportunidad, pido la comprensión y apoyo de la comunidad para la realización del reforzamiento del edificio G. Es una obra que, sin duda, causará molestias y problemas pero cuya realización es impostergable para salvaguardar la integridad de nuestros estudiantes, profesores y personal administrativo.

Las anteriores son algunas de las acciones que me propongo impulsar y serán desglosadas en un plan de desarrollo institucional que, en sintonía con nuestro Plan de Desarrollo Institucional 2011-2024, aprobado por el Colegio Académico, presentaré a la consideración del Consejo Académico en el transcurso del presente año.

Para acompañarme en esta tarea, con base en el artículo 26 de la Ley Orgánica, he decidido nombrar como Secretario de la Unidad al Mtro. Abelardo González Aragón distinguido miembro de nuestra comunidad quien ha mostrado reiteradamente su vocación y compromiso universitario.

Tengo muy presente que en mi nombramiento, la Junta Directiva me instó a “construir un ambiente de concordia en la Unidad para el buen desarrollo de las funciones universitarias”. En atención a tal exhortación, haré lo posible por restablecer y acrecentar un diálogo orientado a mejorar la comunicación entre todos los sectores de nuestra comunicad universitaria, por la vía del establecimiento de consensos, acuerdos y compromisos.

En mis recorridos y pláticas con diferentes personas y grupos, he constatado el respeto, cariño e incluso agradecimiento por el espacio privilegiado de trabajo que nos ha brindado la Institución. Todos deseamos protegerlo, cuidarlo. Las diferencias e incluso conflictos que vivimos no cuestionan nuestros grandes objetivos institucionales ni violentan nuestro sentido de identidad y pertenencia a la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana. Sobre esta base, pienso, se puede reconstruir la concordia.

Es natural que nuestros procesos de designación de autoridades dejen resabios entre los miembros de la comunidad, pero debo decir que también hemos aprendido a superarlos. Hemos llevado a cabo en nuestra Unidad, a lo largo de nuestra historia, casi 150 procesos de este tipo, y después de las turbulencias de las correspondientes decisiones, hemos salido fortalecidos. He manifestado que los conflictos son inherentes a nuestra vida colectiva y el mérito que hemos tenido es generar mecanismos institucionales para procesarlos y resolverlos.

Por mi parte, haré lo posible para propiciar el reencuentro mediante el respeto de las diferencias y ejerciendo el valor de la tolerancia, con base en el reconocimiento y valoración de nuestra función social y de la defensa de nuestra universidad pública y autónoma.

Adicionalmente, exhorto a nuestros estudiantes a valorar el hecho de pertenecer a esta universidad, a exigir y hacer valer sus derechos mediante el diálogo, a aprovechar la experiencia y conocimientos de nuestra calificada planta académica y a desarrollar su máximo esfuerzo para culminar su proceso formativo.

Reconozco la disposición de nuestro personal administrativo para cumplir con sus labores, y a hacerlo bien, con calidad y oportunidad. Ofrezco un trato respetuoso, en el marco de nuestro Contrato Colectivo de Trabajo.

Al personal académico, sustento y fortaleza de nuestro quehacer, les pido el apoyo para la nueva gestión y les manifiesto mi disposición para escucharlos, para estar al pendiente de sus inquietudes y, a la vez, construir los consensos indispensables para fortalecer el rumbo de nuestra Unidad.

Con los jefes de Departamento y directores de División espero conformar un equipo académico que, en el ámbito de nuestras competencias, impulse el desarrollo armónico de la Unidad Azcapotzalco.

Al Rector General y a mis pares de las otras unidades universitarias les manifiesto mi disposición y compromiso de colaboración para atender los asuntos que tenemos pendientes y contribuir a hacer de la Universidad Autónoma Metropolitana una institución de vanguardia de la cual la sociedad se sienta orgullosa, al igual que todos nosotros.

El pueblo de México nos la ha entregado, nos corresponde cuidar y engrandecer esta CASA ABIERTA AL TIEMPO.

Muchas gracias por su asistencia.

8 de julio de 2013.