CEREMONIA DE ENTREGA DE TÍTULOS PROFESIONALES

MIEMBROS DE LA PRIMERA GENERACION DE LA UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA.

alabras del Dr. Juan Casillas García de León.
Rector General

Diciembre 15, 1978
Auditorio del Centro Médico Nacional
México, D.F.

Señor Arquitecto PEDRO RAMIREZ VAZQUEZ,
Primer Rector General de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Señor Doctor LUIS CALVILLO,
Presidente en Turno de la Junta Directiva

Señor Licenciado GUSTAVO ROMERO KOLVECK,
Presidente del Patronato

Señor Doctor RAFAEL VELASCO FERNANDEZ,
Secretario Ejecutivo de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior,
y miembro de la Junta Directiva.

Señores Rectores y Ex-Rectores de las Unidades Azcapotzalco, Iztapalapa y Xochimilco.

Señores miembros de la Junta Directiva, del Colegio Académico y del Patronato.

Señores Invitados Especiales Señores Profesores, Alumnos y Miembros del Personal Administrativo, muy especialmente, señores miembros de la Primera Generación de Alumnos que hoy reciben los documentos que acreditan la terminación de sus estudios de licenciatura,

Señoras y señores

Hace apenas dos días, el 13 de diciembre, se cumplieron cinco años de la fecha en que el Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, a iniciativa del entonces Presidente de la República, Lic. Luis Echeverría, expidió la "Ley Orgánica de la Universidad Autónoma Metropolitana", creando así nuestra Institución. El día de hoy, la Universidad tiene la satisfacción de hacer entrega de Títulos Profesionales y Certificados de Estudios a los alumnos de su primera generación que han cubierto íntegramente el plan de estudios correspondiente a la licenciatura que eligieron.

Esta ceremonia señala, de manera objetiva, que la Universidad, cumpliendo las funciones que le marca su Ley Orgánica, empieza a retribuir al país, a través de estos jóvenes profesionales, la confianza depositada en ella y el apoyo decidido que se le ha brindado para su organización y desarrollo.

Es oportuno recordar que nuestra Universidad fue creada como resultado de una propuesta de la Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior, para colaborar en la atención a la demanda de educación superior en el área metropolitana, por una parte, y por otra, para ofrecer nuevas alternativas en la enseñanza universitaria, que fuesen más acordes con las necesidades reales de nuestro país y con los avances de la ciencia y la tecnología.

La satisfacción de estos dos objetivos hacía imprescindible imprimir a la nueva Institución una característica esencial: un alto nivel académico en el desarrollo de todas sus funciones; característica que la Universidad se ha esforzado en establecer desde su inicio y que requerir mantener y acrecentar en el futuro. Sin un alto nivel académico, poca será la contribución real que la Universidad podrá hacer al sistema de educación superior del País.

En lo que se refiere al primer objetivo, colaborar en la atención de la demanda de educación superior, cabe señalar que al inicio de su quinto año de labores docentes el pasado mes de septiembre, la Universidad contaba ya con 17 mil alumnos, distribuidos entre sus tres Unidades, cursando estudios de licenciatura en 39 carreras distintas, o estudios de maestría en 10 programas diferentes. Este crecimiento, excepcional en el mundo para una nueva institución universitaria, se ha dado manteniendo un alto nivel académico, como ya se ha expresado.

En cuanto al segundo objetivo, muchos son los aspectos en los que la UAM ha buscado establecer nuevas alternativas o nuevas modalidades en la educación superior. Entre las más importantes cabe señalar:

Sin duda alguna podrían mencionarse otros muchos aspectos en los que la UAM ha introducido, o ha hecho operantes, modalidades alternativas en la educación superior. Sirvan estos ejemplos como muestra de la preocupación de la Universidad en abrir nuevos caminos y en adaptar los antiguos para lograr una adecuación más estrecha entre sus actividades académicas y las necesidades prioritarias del País.

Esta ceremonia, al celebrar el término de los estudios de los alumnos de la primera generación que iniciaron su carrera hace poco más de cuatro años, el 30 de septiembre de 1974 en la Unidad Iztapalapa y el 11 de noviembre del mismo año en las Unidades Azcapotzalco y Xochimilco, señala también el término de la etapa de estructuración de la Universidad, y el inicio de su consolidación y desarrollo.

La Institución cuenta ya con una estructura académica definida; sus departamentos están integrados en lo esencial; se cuenta con el personal administrativo requerido para un apoyo adecuado a las labores académicas; se han elaborado, y aprobado formalmente, cincuenta planes de estudio a nivel licenciatura; se han iniciado cursos de posgrado y las tareas de investigación han avanzado en muchas áreas; los órganos colegiados que señala la Ley Orgánica funcionan con regularidad y la Universidad, en su conjunto, se encuentra funcionando ordenadamente.

Lo que hasta la fecha se ha logrado ha sido el resultado del trabajo, el esfuerzo y la dedicación de todos los miembros de la comunidad: profesores, alumnos y empleados administrativos. Debe señalarse que tal vez una de las características distintivas de nuestra Universidad ha sido el propósito de fomentar la comunicación entre todos los sectores que la integran y la participación de todos los miembros de la comunidad en la vida universitaria.

Desde un principio se buscó esta participación, y lejos de pretender establecer de salida una organización completamente definida y regulada, en la que quienes ingresaran a la Institución vinieran tan sólo a realizar un proyecto educativo generado por quienes tuvimos la fortuna de iniciar los trabajos de la Institución, se considera que la Universidad sería tanto más sólida y podría realizar en forma más adecuada las funciones que la Ley Orgánica señala, en la medida en que sus planes de estudio, reglamentos, programas de investigación, metodología educativa, entre otras múltiples acciones, fueran el resultado de la participación responsable de los miembros de la comunidad.

Es justo señalar, por otra parte, la labor de quienes iniciaron los trabajos de la Universidad, en particular del Primer Rector General, Arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien conjunta esfuerzos y voluntades para crear una nueva institución de alta calidad académica, y de los Rectores de Unidad, Doctores Alonso Fernández y Ramón Villarreal, quienes tuvieron a su cargo la organización y conducción, en sus primeros cuatro años, de las Unidades Iztapalapa y Xochimilco, respectivamente. El Ingeniero Enrique Taméz, en su gestión como Rector de la Unidad Azcapotzalco, influya decisivamente en su proceso de consolidación. Y no podría omitir mencionar los nombres de los primeros Directores de División que tuvieron a su cargo el desarrollo inicial de los trabajos académicos de la Institución: los doctores Carlos Beyer, Luis Felipe Bojalil, Carlos Graef, Leoncio Lara, Luis Villoro, el Licenciado Miguel Limón y los arquitectos Martín Gutiérrez y Guillermo Shelley. Es justo también, agradecer públicamente la desinteresada labor desarrollada por los miembros de la Junta Directiva en el desempeño de las importantes tareas que a ella corresponde, y la magnifica colaboración recibida del Patronato, que mediante la intervención de sus miembros y el auxilio valioso de sus funcionarios, ha hecho posible que la Universidad disponga oportunamente de los recursos económicos necesarios para su sano crecimiento.

La Universidad enfrenta ahora una segunda etapa en su desarrollo, en la que será fundamental dar un impulso decisivo a los trabajos de investigación en todos sus departamentos, y a la publicación de los resultados obtenidos en dichos trabajos; en la que deber prestarse atención especial a la formación de personal académico, tanto a través de programas propios, ligados al desarrollo de sus estudios de posgrado, como utilizando los múltiples mecanismos existentes para la formación de profesores e investigadores en otras instituciones de educación superior del país y del extranjero; y en la que se afirmen y amplíen los programas de extensión universitaria, impulsando la labor editorial y todas aquellas tareas que puedan llevarse a cabo en colaboración con instituciones de enseñanza superior de los Estados. Una Universidad como la nuestra, que ha surgido como resultado de la propuesta formulada por la Asociación que agrupa a las instituciones de enseñanza superior del país, no puede menos que ofrecer su colaboración más amplia y decidida a todas ellas para la consecución de los objetivos que nos son comunes.

Y en el ámbito de la organización interna, deberán perfeccionarse los mecanismos que, haciendo cada vez más amplia la participación de todos los sectores de la comunidad en los asuntos inherentes a la vida universitaria, logren que esta participación sea cada vez más efectiva y eficiente, de modo que los problemas que atañen a la comunidad entera puedan ser resueltos en forma organizada y expedita.

La Universidad, como corresponde a su característica fundamental de autónoma, debe mantenerse como un centro de crítica social responsable, donde de la manera más objetiva sea dable examinar los problemas que aquejan al País, las implicaciones que, para su futuro, tienen la forma y el espíritu con que estos problemas son atendidos, y las maneras como puede ser posible resolverlos para lograr una patria más justa y más equitativa para todos los mexicanos. Sin embargo, para que esta crítica pueda darse con toda validez son indispensables dos condiciones. Por una parte, la Universidad, como Institución, debe mantenerse como una verdadera Casa Abierta al Tiempo, abierta a todas las corrientes del pensamiento, dentro del más amplio pluralismo ideológico, sin ligas o credos o ideas políticas determinadas, o a intereses particulares, por legítimos que estos pudieran ser en otro contexto, con absoluta libertad para la expresión y discusión de todas las corrientes filosóficas e ideológicas, dentro del más claro y amplio espíritu universitario.

Por otra parte, la crítica que nuestra Universidad exponga será tanto más válida, y su peso será mayor en el contexto sociopolítico de nuestro País, en la medida en que el prestigio académico de la Institución esté más firmemente establecido. De la misma manera que poco podrían hacer nuestros egresados si, teniendo conciencia de los problemas del país y de su responsabilidad para con la sociedad, no hubiesen adquirido los conocimientos y habilidades que los capaciten para colaborar efectivamente en su resolución, será poco efectivo que la Universidad señale las deficiencias del modelo social en el que se lleva a cabo el desarrollo del País y proponga otras alternativas, si no ha demostrado la capacidad de llevar a cabo, con un alto nivel académico, las funciones especificas que le señala su Ley Orgánica. Y esta capacidad será medida en función de la calidad de nuestros egresados, de lo adecuado de su preparación para resolver los problemas que sean llamados a atender, de la calidad e importancia de nuestra investigación científica y humanística, básica y aplicada, y de la relevancia de nuestros programas de servicio y de extensión universitaria.

En esta nueva etapa ser indispensable mantener la determinación de cumplir plenamente con el compromiso que hemos contraído con el país, al tener la oportunidad de construir una nueva Institución, que ha caracterizado nuestros primeros años. Aún cuando mucho se ha logrado, es todavía más lo que queda por hacer. No podemos considerarnos satisfechos, y no debemos perder nunca el ímpetu con el que nos lanzamos todos en esta aventura inigualable de crear una Universidad.

A nuestros egresados, en especial, deseo dirigir estas palabras. Constituyen ustedes el primer grupo de profesionales que nuestra joven Institución aporta al país en cumplimiento de una de sus funciones primordiales. Como tales, les corresponde una distinción de la que son justamente merecedores, al haber aceptado el reto de ingresar a una comunidad universitaria en formación, llena de ideas nuevas y proyectos ambiciosos, y, en ocasiones, carente de elementos que alguien, con menos fe que ustedes, hubiese cuestionado seriamente. Su confianza en la Universidad Autónoma Metropolitana no ha sido sino un reflejo de su fe en nuestro país, de su solidaridad con la sociedad mexicana, de su confianza en sí mismos y de su seguridad de que México, mediante el esfuerzo y la colaboración responsable de todos, puede alcanzar mejores estadios de desarrollo social.

Les corresponde ahora otra tarea de importancia primordial en el desarrollo de nuestra Institución: la de mostrar, en los distintos sectores en que vayan a desempeñar sus actividades profesionales, que han adquirido, fundamentalmente, la capacidad de aprender y la disposición firme de realizar, y que tienen los conocimientos y la formación necesarios para llevar a cabo, con absoluta responsabilidad, las tareas inherentes a su respectiva profesión. Quienes formamos parte del personal de la Universidad tenemos confianza absoluta en que sabrán hacer honor a este compromiso, y que, en el desempeño de sus actividades profesionales tendrán, ante todo, una actitud de servicios a la comunidad. Estamos seguros de que, para ustedes, el titulo profesional que ahora reciben no ser ya un blasón de nobleza ni un distintivo de alcurnia social, sino un documento que acredite su capacidad y espíritu de servicio.

A través de los estudios formales que han terminado en nuestra Universidad han adquirido las bases que les permitirán iniciar con éxito su actividad profesional. Mucho les queda aún por aprender y casi todo por hacer. Pero con la convicción de que mediante el esfuerzo diario y decidido puede lograrse cualquier meta, y la conciencia de que el privilegio de cursar estudios superiores conlleva la obligación de servir, estamos seguros que llegarán a ser ustedes los profesionales que el momento actual del país proclama para un desarrollo más amplio, más justo y más equitativo para todos.