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¿Cómo descendí al infierno?
Viví la mayor parte de mi vida en la Unión Soviética. En el laboratorio comunista.
Sobre las puertas del Gulag terrible de las Solovietski colgaba un letrero: “Conmanos
de hierro llevamos hacia la dicha a la humanidad”.
El comunismo tenía un plan absurdo: hacer de nuevo al “hombre viejo”, al Adán
antiguo. Y lo consiguió. Quizás es lo único que consiguió. Por más de setenta años
se creó un tipo particular de hombre: el
Homo sovieticus
. Algunos pensaron que era
un personaje trágico; otros lo llamaron
sovok
. ¿Quién es él? Me parece que conozco
a este hombre, lo conozco muy bien, junto a él, lado a lado, viví muchos años. Él es
yo. Es mis conocidos, mis amigos, mis padres. Mi padre, que murió hace no mucho,
hasta el fin de su vida siguió siendo comunista.
***
Escribí cinco libros, pero por casi cuarenta años escribí en realidad uno solo. Una
crónica ruso-soviética: revolución, Gulag, guerra… Chernóbyl… la caída del
“Imperio Rojo”… Seguí a la época soviética. Detrás, un mar de sangre y una tumba
gigante de hermanos. En mis libros el “hombre pequeño” habla de sí mismo. Arena
de la historia. Nadie le preguntó nunca sobre nada, él desapareció sin dejar huella,
llevándose sus secretos a la tumba. Oí, oí más, escuché. La calle para mí es un coro,
una sinfonía. Es una pena infinita cuanto se dice, se murmura, se grita hacia lo oscuro.
Vive sólo un momento. En el hombre y en la vida del hombre hay tanto de lo que
el arte no sólo no ha hablado, sino tampoco ha sospechado. Y todo esto brilla y al
punto desaparece; pero hoy desaparece aún más rápido. Hemos llegado a vivir muy
rápido. Flaubert decía de sí mismo: “Yo soy un hombre pluma”; yo puedo decir de
mí misma: yo soy una mujer oído.
En cada uno de nosotros hay un trozo de historia —en algunos grande, en otros
pequeño— y de todo eso se obtiene la gran historia. La gran época. Yo busco al hom-
bre estremecido… al hombre afectado por el misterio de la vida, por otro hombre. A
veces me preguntan: ¿acaso habla tan hermoso la gente? El hombre nunca habla tan
hermoso como cuando está en el amor o al lado de la muerte. Nosotros, gente del so-
cialismo, nos parecemos y no nos parecemos al resto de los hombres; tenemos nuestra
propia concepción de los héroes y de los mártires.Una relación especial con lamuerte.
(Del texto ruso de los discursos del Friedenspreis des Deutschen Buchhandels,
Svetlana Aleksié-
vich. Ansprachen aus Anlass der Verleihung
, Frankfurt, Börsenverein des Deutschen Buchhandels,
2013)