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De

Últimos testigos. Solo para voz infantil

“La abuela rezaba… pedía que volviera mi alma…”

Natasha Golik, 5 años. (Ahora es correctora

)

Aprendí a rezar…A menudo me acuerdo de cómo aprendí a rezar en la guerra…

Me decían: guerra, yo—y esto se entiende—a los cinco años no me figuraba ninguna

imagen, ningún miedo. Pero por el miedo, precisamente por el miedo, me quedé

dormida. Y dormí dos días. Dos días yací como muñeca. Todos pensaban que había

muerto. Lloraba mamá, pero la abuela rezaba. Ella rezó dos días y dos noches.

Abrí los ojos; lo primero de lo que me acuerdo es de la luz. Luz radiante, radiante,

excepcionalmente radiante. Por esta luz me dio dolor. Escucho la voz de alguien y sé:

es la voz de mi abuela. La abuela está frente al icono y reza.“Abuela…abuela…”—la

llamé. Ella no se volvía. No creía que fuera yo quien la llamaba…Y yo ya me había

despertado… había abierto los ojos.

—Abuela —después le pregunté—, ¿cómo rezabas, cuando estaba muerta?

—Yo pedía que tu alma volviera.

Después de un año murió nuestra abuela. Yo ya había aprendido a rezar. Yo

rezaba y pedía que su alma volviera.

Pero ella no volvió.

(De

[Poslednie svideteli. Solo dlia détskogo gólosa], Moscú, Vremia, 2013)