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entre otros, Xavier Villaurrutia, Gabriel Méndez Plancarte y Agustín Yáñez. Villaurrutia

fue quien encontró —o rescató— mi trabajo de entre los demás.

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El trabajo de Bonifaz Nuño fue premiado con una mención honorífica, lo que le

permitió realizar el viaje a Aguascalientes en compañía con Yáñez, primero en

ferrocarril hasta San Luis Potosí, y luego en auto hasta su destino final. Aunque no

había publicado sus obras mayores, el novelista jalisciense —próximo a cumplir los

cuarenta y un años— era ya una figura visible de la literatura mexicana, participante

activo de la vida cultural del país. Algo tuvo de iniciación ese viaje para el joven poeta

quien, algunos años atrás, se reunía con sus coetáneos Jorge Hernández Campos,

Ricardo Garibay, Emilio Uranga, Fausto Vega, RicardoMartínez, Henrique González

Casanova, y otros más, a leer y a comentar sus escritos literarios, con más fiereza y

vanidad que argumentos. Producto de esas tertulias carniceras, Bonifaz Nuño dudó

seriamente de su vocación y talento poéticos. En ese contexto de dudas y cuestiona-

mientos, el encuentro y el trato con Agustín Yáñez serían fundamentales; el mismo

narrador escribiría una crónica del periplo aguascalentense de abril de 1945; en esas

páginas marcadas por la nostálgica y la generosidad, traza un retrato, más anímico

que físico, del futuro autor de

El manto y la corona

(1958):

Rubén Bonifaz Nuño es el nombre del joven veracruzano en el despuntar de cuya obra

presiento una gran voz de la poesía nacional. Recientemente lo he conocido. Fue pri-

mero al discernir los premios de los Juegos Florales organizados con fidelidad anual por

Aguascalientes para las fiestas de primavera. Xavier Villaurrutia nos hizo notar la extraña

belleza de una serie de sonetos; (…) ciertamente no era una obra cuajada: pero aquí, allá,

saltaban chispazos de genuina, profunda inspiración; poesía conturbada, concentrada,

sin concesiones ni efectos premeditados. Cuando [lo] conocí personalmente (…) pude

explicarme el aire de su poesía. Bonifaz es un joven silencioso, ensimismado, de afilada

sonrisa entre infantil y doliente.

4

Ese artículo publicado en la revista

Occidente

, número 6 de septiembre - octubre de

1945, dirigida por el propio Yáñez, sirvió de impulso y confianza al novel poeta quien

recordaría aquellas jornadas en sus mínimos detalles: la belleza de la reina y sus

princesas, un elogio de Castro Leal en el café del Hotel París mientras desayunaban

con Pellicer, la prosapia y la majestuosidad de las canteras de la ciudad, el programa

de la fiestas de los toros… Con ese recibimiento inicial, todo calidez y de buenos

augurios, al año siguiente envía una nueva entrega al certamen hidrocálido, con las

debidas lecciones y aprendizajes; formales en el manejomoderno del soneto, y vitales,

3

Marco Antonio Campos,

De viva voz

, Premià Editora, México, 1986, p.24.

4

Citado en Josefina Estrada,

De otro modo el hombre. Retrato hablado de Rubén Bonifaz Nuño

, Colegio

Nacional, México, 2008, pp. 55-56.