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retratados por el pintor español Ramón

Gaya. En las demás paredes cuelgan cua-

dros de Roger von Gunten, quien también

vive en Tepoztlán. Michèle nos espera

sentada en un pequeño sillón; encima de

ella, o a los lados, duermen sus gatos, gatos

viejos, grandes, de pelo profuso.

No puedo recordar los títulos que ha-

bía en su biblioteca, salvo dos:

La feria

, de

Juan José Arreola, en la edición de la Serie

del Volador, en Joaquín Mortiz, posible-

mente dedicado, y pienso, con seguridad,

que siempre la ha acompañado, y, por su rareza,

Hollywood Babilonia

, del transgresor

y decadente (casi una reencarnación de Gabriele D’Annunzio) Kenneth Anger, uno

de los padres del cine independiente en Estados Unidos, y ahora, especulo, el libro

debe ser de alguna de sus hijas.

Las fotografías en blanco y negro de Pía Elizondo, su hija con Salvador, decoran

distintos puntos de la casa. Nunca había visto su trabajo, pero sus imágenes de la

ciudad y de paisajes llanos y abiertos, o, tal vez, lo que mi memoria ha distorsionado

como paisajes llanos, me hacen desear enmarcar también un par de sus fotografías

y colgarlas en mi departamento.

En algún punto de la casa hay una pequeña estampa de James Dean. Le pregunto

si le gusta, y ella sólo se ríe y me dice que no. La foto es de su nieta o su sobrina. Me

confiesa que, en realidad, casi no ve películas, pero, “no me lo vas a creer”, le gustan

mucho las telenovelas. “Tienen una cosa maravillosa que se descubrió a finales del

siglo xviii:

el suspens

, y eso te deja, aunque la novela sea una porquería, enganchado”.

Su pintor preferido es Diego Velázquez. Sin embargo, de México los que más le

interesan fueron sus contemporáneos: Fernando García Ponce y Manuel Felguérez,

aunque “tampoco es que me muera de emoción con ellos”.

En literatura sucede algo similar: devota de Tolstói desde su juventud, lectora

obsesiva de Pérez Galdós “hasta el grado de haberme echado casi toda su obra”,

destaca en la literatura mexicana a Rulfo, Arreola y Pacheco. Tal vez, conforme el

tiempo ha avanzado, su círculo de preferidos ha ido menguando. “A estas alturas

del camino uno lee de todo, aunque hay cosas malísimas que simplemente no se

pueden leer. Ahorita estoy leyendo a José Saramago. Recientemente leí a Maalouf,

que me gustó mucho, y a Vila-Matas”.

La música fue otra de sus compañías centrales. Sus predilectos son Bach y Mo-

zart. Después le encontraría el gusto a composiciones “más sutiles e intelectuales,

como las de Debussy. Aun así, como Bach y Mozart no hay nada. Ellos hicieron todo”.

Ahora ya casi no escucha música. Lucía le pregunta por qué se alejó de ella y

Michèle responde: “Yo no la dejé, la música me dejó”.