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imaginaban el impacto que tendrían. Algunos escribían sus cositas y a ver si alguien

los quería publicar, que no era fácil en aquel tiempo. Ahí estaba JoaquínMortiz, pero

era una editorial con mayúsculas, para los elegidos, la que repartía la tortilla. Muy

al principio estaba la editorial Séneca, fundada por José Bergamín, Emilio Prados (a

quien yo adoraba, fue como mi segundo padre), Octavio Paz y otros españoles que

ahora no recuerdo. Allí publicaron

Laurel

, una antología poética maravillosa que

reunía a poetas españoles e hispanoamericanos”.

Cuando trabajaba como director de la Casa del Lago, Juan José Arreola, el

maestro e impulsor de un puñado de escritores y de la Generación del Medio Siglo,

invitó muchas veces a Michèle a jugar ajedrez, pero ella no quería,“porque él era un

buenazo”. Y en el café se encontró en varias ocasiones a Juan Rulfo. “Era adorable y

tímido, pero muy buena onda. Arreola, para nada era tímido. Una vez leímos una

obra de teatro en francés, yo hacía los personajes femeninos y él los masculinos”.

Mientras sostengo la

taza de café que me ofreció

Michèle, pienso que todos en

la vida tomamos algo de la

gente, y ellos, nuestros ami-

gos, nuestra familia, nuestras

parejas y enemigos toman, a

su vez, algo de nosotros. ¿Qué

fue lo que tomaron mutua-

mente Michèle y Tomás?

“No sé qué se llevó de

mí, pero yo tomé el gusto por

la literatura y la poesía. Fue

mi punto de partida y, en ese

sentido, fuemuy importante”.

Ahora tengo la misma

duda respecto a Elizondo.

Conoció a Salvador por un

amigo en común, durante un concierto en Bellas Artes. Al principio, le “pareció

insoportable”, pero después, cuando platicaron, descubrió que era muy inteligente

y lúcido. Las cosas se dieron poco a poco. Tiempo después, en una fiesta, platicaron

de literatura y Michèle empezó a enamorarse.

“Salvador fue muy importante para mí, era un tipo inteligentísimo, muy fino

y, en ciertas cosas, hasta retorcido. Me conquistó por su inteligencia, porque guapí-

simo no era”.

Cuando le pregunto si es feliz con su vida, ella asiente. Sólo“suprimiría a mi úl-

tima pareja”. De Juan García Ponce no tomó mucho“ni literariamente acrecentó mis

conocimientos. En realidad es una época que a mí me gustaría borrar. Hay recuerdos

que son más entrañables que otros y, en mi caso, son los de los padres de mis hijos”.