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Todas las experiencias sensualistas exigen ser nombradas desde el cuerpo y la

vida íntima. Como

la petit mort

, la experiencia estética exige involucrarnos de manera

personal; es un ejercicio que, al igual que el nacimiento, emerge desde las entrañas

para ver la luz. En el caso del arte contemporáneo, no todas las piezas y artistas fun-

cionan para lograr una correspondencia con nuestro cuerpo y nuestra biografía, o

no de manera homogénea, pues cada espectador y su experiencia esperan y juzgan

de manera distinta. La anterior aseveración poco tiene que ver con esa falsa y baladí

idea de que el arte de nuestro tiempo no dice nada, no supone ninguna disciplina

y no está hecho, no digamos para cambiar nuestras ideas, sino en sí para conmover-

nos —como si el arte tuviera la primicia de poseer alguna utilidad—, tiene que ver

únicamente con las piezas y artistas a los que dejamos entrar, quienes nos colman

hasta la lubricidad y se encarnan en nuestra percepción. Y entre estos artistas está

el trabajo de la artista visual Mónica Mayer.

A lo largo de su carrera, Mónica Mayer (Ciudad de México, 1954) no solamente

ha comprendido la importancia de nombrar aquellas zonas oscuras situadas dentro

del quehacer artístico, sino de reflexionar y crear un vínculo fuerte y vital con aquellas

áreas que se generan desde el interior de la experiencia cotidiana de cualquier perso-

na. En su práctica revela aquellas depresiones, grietas y particularidades del cuerpo,

el eterno elemento sobre el que desarrolla su estética. Sus piezas —mayoritariamente

performativas— elaboran una erótica de lo político: incorporan a la experiencia el

sensualismo

strictu sensu

, pues provoca la lubricidad necesaria para abrir la percep-

ción de los participantes hacia aquellos espacios y prácticas donde aún se cree que lo

político no tiene lugar, tales como el sexo, la maternidad, las relaciones afectivas, la

vejez o el duelo, por nombrar algunos. Dentro de cada intervención, una y otra vez

resignifica el lugar de lo político, que como lo develan sus piezas, se encuentra en todos

los rincones del cuerpo social.