Escribir para perder el rostro*
 
*Luis de la Peña Martínez
En el tomo III de lo que la editorial Paidós ha dado a conocer como las Obras Esenciales de Michel Foucault, titulado Estética, ética y hermenéutica, aparece la transcripción de un debate-entrevista sostenido por Foucault con estudiantes de Los Ángeles en 1975, donde se le formula la siguiente pregunta:

Un estudiante: ¿Se considera usted un filósofo o un historiador?
Foucault: Ni lo uno ni lo otro (p. 61).

Lo que nos recuerda lo escrito en su introducción a La arqueología del saber, cuando responde a quienes critican sus posturas teóricas (que muchos llamaron, y seguirán llamando, imposturas):

No, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme sino aquí, desde donde los miro, riendo (…)
Más de uno, como yo sin duda, escriben para perder el rostro.


Por lo que cabría preguntar: ¿cuál Foucault de todos los posibles Foucault?:

• El estructuralista de la etapa "arqueológica" que parece privilegiar las "prácticas lingüísticas", creando con ello "la ilusión del discurso autónomo" o el genealogista del poder que nos presentan Dreyfus y Rabinow en su libro Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica.
 

 * Este texto es parte de una ponencia presentada en el Seminario Michel Foucault, organizado por la ENAH.

• El posestructuralista (o neoestructuralista) crítico de la razón que "rebasa las ciencias humanas mediante una historia que se presenta como anticiencia" del Habermas del Discurso filosófico de la modernidad, o el neoconservador antimodernista, precursor de la posmodernidad, de "La modernidad, un proyecto incompleto", donde el pensador alemán califica a la posmodernidad como "una corriente emocional".

• El doble Foucault de Rorty: un Foucault norteamericano y uno francés, uno liberal y otro anarquista; con lo que Rorty intenta distinguir dos papeles: "su identidad moral de ciudadano y su autonomía intelectual" (véase "Identidad, moral y autonomía privada", en Michel Foucault, filósofo).

• El Foucault desdoblado que se describe a sí mismo bajo el seudónimo (compartido con Francois Ewald) de Maurice Florance (iniciales de M. F.), del Dictionarie de les Philosophes (publicado en 1984, el año de la muerte de Foucault), y en el que denomina a su proyecto teórico como una "Historia crítica del pensamiento", definida como el "análisis de las condiciones en las que se han formado o modificado ciertas relaciones entre sujeto y objeto en la medida en que éstas constituyen un saber posible" (p. 363).

• El "filósofo enmascarado" en el anonimato de una entrevista, quien dirigiéndose a su posible lector señala:

puesto que no sabes quién soy yo, no tendrás la tentación de buscar las razones por las que digo lo que lees; déjate ir hasta decirte simplemente: es cierto, es falso, esto me gusta, esto me disgusta. Y ya está y nada más; se acabó (p. 219).


• Y no por último menos importante: el homosexual que frecuentaba las casas S/M en San Francisco en busca de "experiencias límites" y que muere de sida cuando esta epidemia comenzaba a ser conocida, tal como nos lo muestra James Miller en su biografía La pasión de Michel Foucault.

Ironías del destino: Foucault muere atendido en una clínica ubicada en el Hospital de Salpetriere, en cuyos archivos investigó algunos de los documentos concernientes a la Historia de la locura y cuando estaban por aparecer los tomos II y III de su Historia de la sexualidad, titulados El uso de los placeres y El cuidado de sí.

De este modo, finalmente, ¿cuál Foucault?: el nietzscheano, el heideggeriano, el bachelardeano, el antimarxista, el lector de Bataille, Artaud o Blanchot. ¿Cuál Foucault?

*

 
 

Pese a su título, esta serie de trabajos dichos o escritos por Foucault (en francés la recopilación de donde estos textos son tomados se titula precisamente Dits et écrits) se refieren a cuestiones básicamente éticas (o ético-políticas) y reflejan las preocupaciones y problemas abordados por Foucault en sus últimos años de vida en entrevistas, cursos conferencias y otro tipo de textos.

Por ejemplo, en una serie de conferencias impartidas en Estados Unidos acerca del poder y el sujeto, Foucault se referirá a un texto de Kant titulado ¿Qué es la Ilustración? A éste le dedicará uno de sus últimos cursos en 1983 en el College de France y del cual se publica en esta recopilación un extracto con el mismo título del de Kant.

Ahí, de manera directa Foucault se referirá a un problema que ha caracterizado el debate filosófico-social de las últimas décadas, esto es, la polémica modernidad contra posmodernidad. Por lo que no deja de resultar curioso que en una entrevista publicada en la primavera de 1983, a una pregunta concerniente a la temática de la posmodernidad, Foucault respondiera (no sin mala leche): "¿A qué se llama posmodernidad? No estoy al corriente" (p. 323). Ahí mencionará la posibilidad de participar en un encuentro académico con Habermas en Estados Unidos acerca de la modernidad.

Y asimismo, Foucault señalará que la ruptura con la razón no es su problema: "Para mí ninguna forma dada de racionalidad es la razón" (p. 324). Con lo que intentaba escapar a la oposición razón/no razón (o sin-razón) o racionalidad/irracionalidad, que lo hubiera caracterizado como un irracionalista, pues lo que él investigaba en sus trabajos era la aparición de "racionalidades" específicas, históricamente determinadas, como lo demuestra su concepto clave de "problematización", entendida como "el conjunto de prácticas discursivas o no discursivas que hace que algo entre en el juego de lo verdadero y lo falso y lo constituye como objeto para el pensamiento" (p. 371). Cuestiones que Foucault abordó desde la perspectiva de una "arqueología" o una "genealogía".

Lo que no habría que confundir con la ecuación saber=discurso=poder, que postulara una equivalencia entre estos tres términos, sino que se trataría de una correlación compleja que no se puede reducir a una fórmula simple o a un eslogan.

Por eso resulta interesante el examen que Foucault hace del texto ya citado de Kant. Y que podríamos resumir del siguiente modo:

• Foucault se plantea, a partir de lo expuesto por Kant, el problema de la modernidad no tanto como una periodización histórica sino como una actitud:

Por actitud quiero decir un modo de relación con respecto de la actualidad, una elección voluntaria efectuada por algunos, así como una manera de obrar y de conducirse que, a la vez, marca una pertenencia y se presenta como una tarea (p. 341).


• La crítica permanente de nuestro ser histórico es el ethos que nos liga a la Ilustración, más que la fidelidad a ciertos elementos doctrinarios.

• El rechazo al chantaje de la Ilustración, entendido como un todo o nada: o a favor de su racionalismo o en su contra.

• Foucault propondrá "intentar hacer el análisis de nosotros mismos en nuestra condición de seres históricamente determinados, en cierta medida, por la Aufklarung".

• Esto es, una ontología histórica de nosotros mismos (u ontología del presente) que responda a las siguientes preguntas: "¿Cómo nos hemos constituido como sujetos que ejercen o sufren relaciones de poder? ¿Cómo nos hemos constituido como sujetos morales de nuestras acciones?" (p. 350).

 
 
   
• Y lo que es una afirmación para muchos sorprendente: "el trabajo crítico implica aun la fe en la Ilustración" (p. 352).

¿Un Foucault más que posmoderno, moderno (o mejor neomoderno), continuador de la Ilustración?

¿Quizá tenga razón Tod Gitlin cuando afirma que los años dorados del pensamiento ilustrado están por venir y que lo que importa no es tanto de dónde venimos sino hacia dónde vamos?

O quizá por eso mismo Habermas en un texto posterior a la muerte de Foucault, titulado "Con la flecha en el corazón de la actualidad" (1985) se tranquilice al pensar (él, que tanto criticó a Foucault por su aparente contramodernidad e irracionalismo) que el propio Foucault se reconociera como continuador de esta línea de tradición:

Pero mientras Foucault hasta ahora solamente había detectado esa voluntad de saber en las formaciones modernas del poder para denunciarlas, ahora la muestra a una luz totalmente distinta: es decir, como un impulso crítico que hay que preservar y que requiere una renovación; impulso éste que enlaza su propio pensamiento con los principios de la modernidad.


Por lo que Habermas encuentra una contradicción en el desarrollo de la obra de Foucault: "Quizás es la fuerza de esta contradicción lo que ha devuelto a Foucault, en este último de sus textos, otra vez al círculo del discurso filosófico de la modernidad que él mismo quiso romper" (p. 12). Y del que Habermas parecía querer excluirlo. Entonces: ¿cuál Foucault? ¿Cuál posmodernidad?

Michel Foucault, Estética, ética y hermenéutica, Barcelona, Paidós, (Obras Esenciales, III), 1999• 

*Luis de la Peña Martínez es poeta y reseñista literario. Profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Coordinador editorial de Confabulario. Cuaderno de talleres. Imparte el taller Escribe con Nosotros en la Casa de la Primera Imprenta de América de la UAM.