Del imperativo de una epistemología política
 
*Luis Ignacio Sáinz
Limitaciones y alcances de la teoría política

El conocimiento de los fenómenos políticos se distingue por su ambigüedad: no se ciñe al valor explicativo del dato, pero tampoco se sujeta a la interpretación comprensiva del sentido. Oscila, a veces impotente, entre la confiabilidad de los indicadores matemáticos y la variabilidad de las intenciones sociales. Una de sus peculiaridades consiste en que el acto mismo del comprender afirma la estructura ontológica del sujeto. Sobre todo cuando la duda se transforma en certeza. Tal es el interés de Michel de Montaigne al sostener: La plus grande chose du monde c'est de sçavoir être a soy.

De ser cierto esto, la empresa del saber no constituye una vocación única y real hacia el objeto. Y el conocimiento afirmaría, entonces, la estructura ontológica del hombre. En suma, predicar algo del mundo representa una necesidad sustantiva del sujeto: adueñarse de su entorno, humanizar su circunstancia. Por dicha compulsión se le ha denominado dios con prótesis.

Esta lógica, llevada hasta sus últimas consecuencias, expresa la identidad parcial entre el sujeto y el objeto del conocimiento. La distancia metafórica dentro-fuera resulta irrelevante para la política como disciplina. Nietzsche defendió una idea singular: la marcha del pensamiento (en su doble trayectoria: subjetivación del objeto, objetivación del sujeto) es una alegoría del proceso de dominación.

Yace un supuesto en la frase: determinar la naturaleza de un fenómeno significa cabalmente ejercer una autoridad: la de nombrar las cosas. En consecuencia la inferencia se realiza por sí sola: poder y saber son sinónimos en su naturaleza, aunque diferentes en su funcionamiento. La sintaxis del análisis político sufre un mal incurable consistente en su incapacidad para traducir los signos históricos, ya que se encuentra limitada a interpretar su sentido. Ya no se buscan causas ni efectos, sino finalidades. El precio del conocimiento, para el sujeto, reside en formar parte del objeto.

Tras una larga batalla de dudosos beneficios, la distancia de los hechos concebidos como cosas, postulada por Durkheim, ha sido derrotada. A regañadientes de la ingenuidad positivista, lo inmediato cede su lugar a lo construido. El sujeto no parte de lo real, hacia ello se dirige. El abismo que media entre la razón y la naturaleza exige al sujeto, individual o colectivo, definirse y dar respuesta a las interrogantes que le plantea semejante distancia. Tal vez, esta facultad fundamental hace de nuestra especie una de índole moral: que se mueve en el tránsito de la convicción a la responsabilidad.Acaso, el hombre —o los hombres, como quería Marc Bloch— dialogue sistemáticamente con su derredor simbólico. De ser así, el conocimiento político hunde sus raíces en la intersubjetividad: ordenación permanente del escenario estratégico de la confrontación social. La materia prima de la reflexión política trasciende la mera descripción. No se presenta en datos: grupos ordenados de estímulos. Así, lo real no comparece directamente, lo hace por medio de un sinnúmero de realidades. Y existen tantas como intérpretes haya. Son complejos sistemas de necesidades interpretadas. Ellos no están allí, en el espacio histórico, en espera de su satisfacción. Aguardan, además, la reconstrucción conjetural de su intencionalidad. Estos núcleos problemáticos, a consideración de la teoría, encarnan demandas-aspiraciones de segundo grado, creadas por la dinámica "natural" de los grupos sociales. Y al postular esas necesidades (artificiosas) los sujetos se convierten a sí mismos en entidades simbólicas.

Pues ¿cómo vincular las instancias de la teoría y de la práctica? ¿Será que la ciencia y la vida cotidiana no poseen mediaciones entre sí? ¿Conforman ámbitos autónomos o relaciones en movimiento? Es posible que la dificultad del pensamiento político consista en su doble carácter: ser resultado y origen de (1) y para (2) el objeto del mundo de la política. Tal funcionalidad genera riesgos y crea tensiones. Sobresale una singularidad: el pensamiento político es un acto transitivo. Se encuentra enclavado en la vida activa (el universo de la producción) y la vida contemplativa (el universo de la interpretación). Quizás, esta sea una de las razones por las cuales dependa de otras actividades para manifestarse.

La wissenchaft política se afana en comprender, no en brindar explicaciones. L'ideé maîtresse de la historia, a despecho de Taine, no ha sido hallada por ningún sitio. Por dicho motivo, Gilbert Ryle refuta la existencia del animal llamado ciencia. Defiende, en contrario, el argumento de la pluralidad de disciplinas; todas ellas caracterizadas por su conocimiento superficial. De ser cierto, la teoría constriñe a los datos en modelos; los reduce a la condición de minúsculos engranes. El pensamiento deja de ser hipótesis para descubrir su condición de realidad primigenia. Queda clara la suplantación: el saber, antigua cáscara del mundo, se disfraza de materialidad social e histórica. La tragedia no es otra que prescindir de la experiencia a toda costa.

En la era moderna, protoautomatizada y regida por la ciencia, la teoría tiende a convertirse en un falso metalenguaje, en una inexpugnable fortaleza que desdeña el valor comprensivo de las determinaciones materiales. Podría aducirse, con el consabido margen de incertidumbre, que esa no ha sido exactamente la situación del conocimiento acerca del poder. La relación cambiante entre gobernantes y gobernados no pretende, a la manera de un jurado invisible, determinar la verdad de los acontecimientos. La política se esfuerza por ser en el mundo. Antes que nada se quiere voluntad: razón práctica que se preocupa del tiempo actual, el presente de la dominación.
 

 
 

La política rechaza el convencimiento analítico del sujeto que presenta formas elevadas de conciencia que le permiten descifrar y manipular la circunstancia fenoménica. Creer en ello obliga también a considerar la vigencia de un yo trascendental, que supondría estructuras significativas aprensibles-aprehensibles a distancia. Así, la teoría deviene un discurso autista que atiende exclusivamente a sus propios criterios.

Irrumpe un problema adicional: el discurso. En caso de confiar en el trabajo de Herder, su materialidad descansa en el carácter reflexivo. Lo que significa atribuir al sujeto la capacidad de aislar ciertos elementos de la totalidad fenoménica. Sin embargo, otro obstáculo aparece: el propósito del lenguaje no reside en comunicar lo real, sino en comunicar su manifestación sígnica. De tal modo, el universo político se presenta como un problema de lectura: acto constituyente de la significación y la donación del sentido. Esto es así en la medida en que la experiencia del poder y su relación con la conciencia impide su formalización exegética, en una sintaxis lógica.

La naturaleza de la interpretación, punto de convergencia de las disciplinas humanas, consiste en que toda expresión (frase, código o estructura) representa una polivalencia semántica. Lo que evidencia que la palabra es un haz de valores y de formas sociales. La apertura significativa de los núcleos analíticos se inscribe en la cisura que delimita la descripción hermenéutica y la configuración de la intencionalidad. Todo intento de cálculo reflexivo se ubica dentro de alguna estructura normativa o cuerpo de doctrina. El conocimiento siempre será guiado por un interés específico. Acaso, la política despiste a sus intérpretes, siendo un pium desiderium; fraude piadoso que anula, tal es su pretensión, las rupturas históricas y los descalabros sociales; ya sea para conservar o conquistar el poder.

La realidad se ha metamorfoseado, cumple el papel de su propia ideología: el no-pensar que distingue a la técnica. El pensamiento está sumido en el conformismo, ha dejado de ser puerta de salvación. La razón no cumplió sus promesas liberadoras: creó monstruos; renunció a ser "otredad del infierno", en la fórmula de María Zambrano. Frente a este conocimiento totalizador y que se pretende canon, se distingue el saber de la acción, la política, cuyo privilegio es ser en el mundo, actuar; persiguiendo, pues, la eficiencia y no la verdad.

Entre el dato y el hecho, la frontera de la interpretación

La marcha de la interpretación política topa, tarde o temprano, con un dilema: optar por la determinación material del objeto o por la voluntad espontánea del sujeto. Mientras exista la historia, con sus corolarios de praxis y libertad, la alternativa asomará siempre sus cuernos. Los polos se autodefinen: necesidad del mundo y deseo del hombre. Durante largo tiempo, las humanidades plantearon el problema como si se tratase de una elección consciente entre economía (condiciones objetivas) y política (factores subjetivos).

En términos de comprensión analítica y prospección global, la sobredeterminación de una de estas actividades sobre la otra ha resultado estéril por completo. En el fondo de la discusión el debate sitúa la potencialidad de la voluntad, razón práctica para Kant, pues: "El deseo es la esencia misma del hombre en cuanto es concebida como determinada a obrar algo por una afección cualquiera dada en ella". Si siguiéramos a Baruch Spinoza en su Ethica, ordine geometrico demostrata, la disyuntiva desaparecería: los apetitos del deseo se convertirían, por una extraña alquimia, en motivos de la voluntad.

Tal vez habrá que situar nuevamente el asunto: la semántica de los mundos posibles es la lógica de la intencionalidad. Para la que la realidad no es racional, en contra del apotegma hegeliano; tan sólo adviene razonable, es decir, objeto capaz de ser conocido por el sujeto. Por ello, la intencionalidad no consiste en poner al desnudo las relaciones existentes en el mundo, descansa de manera esencial en comparar varios mundos posibles. Se trata de un asunto intermundo, no intramundano.
 

 
 

La discusión obliga a recuperar la tensión dinámica teoríapráctica: el mundo de las intenciones es el mundo de los conceptos, y viceversa. Tal es la tesis del filósofo finés Jaako Hintikka. Ahora bien, un concepto es intencional si y sólo si entraña la consideración simultánea de varios estados de cosas o procesos posibles:

1. Simultaneidad:

Paridad lógica más que contemporaneidad en el tiempo.

2. Mundos posibles:

Cursos alternativos de acontecimientos, de corta duración y partes integrantes de un universo en expansión.

3. Tesis: intencionalidad como "intensionalidad":

Lo que significa que la voluntad dirigida a un fin se fortalece en sí misma, por la conciencia del interés.

En resumen, los fenómenos que presentan algunos ingredientes conceptuales son susceptibles de comprensión (verstehende). La voluntad que posee objeto (fin-interés) tiene sentido: intencionalidad en tanto medio universal de experiencia consciente, para Edmund Husserl. Acto trasmitido por ciertos vectores denominadosnoémata.

Desde esta perspectiva quedan fuera de consideración las explicaciones teleológicas de la acción (erklaren), en el estilo clásico de Von Wright; a diferencia de la construcción de un relato fluido, como pretende Rex Martin. Las diferencias establecen los coordenadas de la tesis de Franz Brentano, respecto del proceso de conocimiento: fenómenos no-intencionales o físicos (de objetividad inmanente) materia prima de la explicación; fenómenos intencionales o mentales (representables, vorstellung) elementos básicos de la comprensión. De un lado, referencia a un contenido y dirección hacia un objeto; de otro, imágenes y figuras teóricas, conceptos y categorías.

El horizonte de la dominación, en calidad de escenario estratégico de la confrontación social, no ofrece datos hyléticos, cuya función sería la de manifestar la realidad objetiva y fenoménica. Requiere, en distinta dirección, de otra modalidad comprensiva: la reflexión, en tanto elucidación de un sentido posible. Así, Maquiavelo intenta darse razones —y dárnoslas— de su propio trabajo, de su lógica inmanente: "...siendo mi intención escribir algo útil para quien lo entienda, me ha parecido conveniente ir directamente a la verdad efectiva de la cosa, más que a la imaginación de la misma". Cabe, entonces, ordenar las ideas contenidas en el pasaje del florentino:

1. Intención:

El sujeto de conocimiento no se presenta como una conciencia habilitada para interpretar y describir la realidad que le circunda; sino de manera fundamental como una voluntad donadora de sentido.

2. Util:

Ya que resulta imposible para el sujeto de conocimiento abstenerse de evaluar y valorar al objeto que interpreta, el pensamiento político quiere regirse por criterios pragmáticos: la utilidad, la expresión del esquema costo-beneficio.

3. Verdad efectiva de la cosa:

No se trata de una sinonimia de la objetividad; se apunta la naturaleza presente de la dominación, el aquí y el ahora, por encima del pasado como justificación o del futuro como interés.

4. Imaginación de la cosa misma:

La pregunta del conocimiento, de índole heurística, es la del cómo no la del qué; no se persiguen los orígenes, tarea de una "arqueología" de inciertas ventajas, por el contrario, la preocupación consiste en definir el campo de posibilidades del sentido, es decir, los estados del mundo posibles del fenómeno de la imaginación.

El discurso político es incapaz de trascender, en términos de saber positivo, las fronteras de una protociencia en permanente organización. ¿Cómo conciliar la noción standard de ciencia, que exige criterios normativos, dispositivos de formalización de variables y mecanismos de pronóstico, con la extraña convicción, o al menos sospecha, de que cada Estado nacional es su propio paradigma de interpretación?

Hasta el momento nadie ha podido brindar una respuesta convincente a tan espinoso problema. Incluso, la reflexión política carece de una terminología común que precise los contenidos —de modo unívoco— de sus conceptos y categorías de análisis. La rápida transformación de las situaciones políticas impide establecer un corpus teorético, habilitado para comprender los fenómenos a partir de un modelo exegético indicativo.

Si pensamos en lo político (marco jurídico e institucional de la dominación) y en la política (relaciones entre las fuerzas sociales y de éstas con el Estado) surge la peculiaridad de sus objetos: a la materialidad de la distancia gobernantes-gobernados, poder-conciencia, dominantes-dominados, se agregan sus específicos usos sociales y políticos. Por ello, dichas realidades devienen "objetos fatalmente sugestivos", como los define Roland Barthes.

Estos se evaporan y dislocan, aparecen y se esconden, se reifican y cosifican, De alguna sorprendente forma se tornan mitos. Y en la modernidad, los mitos dificultan la traducción, pues atienden al espacio de la representación. Encarnan los soportes de una paradoja: aquella que permite se le atribuya arbitrariamente de significación a la realidad histórica. De compartir la clasificación de Walter Benjamin el proceso configura un tránsito: del tiempo lleno al vacío, del signo al significante. El mundo pierde gradualmente su materialidad, se transforma en su propio discurso, según Adorno y Horkheimer.

Para J. L. Mackie el problema reside en la relación que guarda las acciones con los intereses, misma que bosqueja el marco operativo de la ideología:
 

An ideology is a system of concepts, beliefs, and values which is characteristic of some social class (or perhaps of some other social group, perhaps even of a whole society), and in terms of which the members of that class (etc.) see and understand their own position in and relation to their social environment and the world as a whole, and explain, evaluate, and justify their actions, and especially the activities and policies characteristic of their class (etc.). Thinking in terms of this system unites and strengthens that class and helps to maintain it and to advance its interests.


Los escollos aumentan cuando se piensa en la dominación. La dinámica política se esfuerza —a través del Estado— por conciliar mando y norma. ¿Cómo interpretar la polisemia del sentido del poder, sobre todo cuando el lenguaje político carece de un plano alocutorio? Triste pero cierto: nadie se dirige a alguien en particular; salvo a esos absolutos metafísicos llamados antes Estado, nación, clase, progreso, historia y ahora orden, globalidad, desarrollo, democracia.

Con Diego Saavedra Fajardo: "la virtud se cansa de merecer y esperar", ante el reto de identificación del objeto de conocimiento. Al menos pueden contarse dos procesos: 1. El de naturaleza perceptiva que exige un objeto particular y constituye los actos de re; y 2. El de condición descriptiva que trabaja con universos posibles y representa los actos de dicto.

En lo que concierne a la política, en su motilidad comprensiva, sólo funciona la segunda vía de entendimiento. La dominación no puede percibirse, ya que no es un objeto físico, capturable por medios empírico-analíticos. A diferencia de las ciencias experimentales, fundadas en las convicciones de validación y corroboración, la reflexión política encuentra el inicio de su labor conceptual en conjeturas: reconstrucciones del objeto desde el discurso.

La actividad política, es decir, la confrontación de proyectos e intereses que remiten a segmentos sociales específicos, crea continuamente su objeto. De tal modo, el poder político institucionalizado tiende a glorificar la actualidad (su presente) y lo nuevo (su futuro). Constituye una distanciareal entre sujetos, ciudadanos o individuos, socialmente materializada en relaciones jurídicas (las instituciones y las leyes). Así, para Hermann Heller la política es el despliegue de las fuerzas sociales aspirantes a formas de derecho.

Jürgen Habermans sintetiza en una frase la fragilidad epistemológica de la hermenéutica política: "Lo que responde a la cuestión del valor de la verdad y de la justicia, son juicios de gusto". En consecuencia, los sujetos cognoscitivos y políticos establecen la realidad gracias al ejercicio material de su discurso: conquistan lo que persiguen. De esta peculiaridad, esa estructura normativa denominada discurso político adquiere su condición de fuerza productiva.

La existencia sin reflexión carece de sentido y el pensamiento sin vida no posee objeto. De comprobarse tal intuición, la ciencia terminaría constreñida a una abstracción idealizada del mundo cotidiano, que se convierte en un falso metalenguaje cuando olvida su origen social. Y tal amnesia recuerda el dilema clásico de bizantinismo o barbarie, como la formulara Ortega y Gasset. Sin embargo, ¿cómo controlar el círculo hermenéutico? La misma interrogante se plantea, sin resolverla, Karl R. Popper:
 

I am inclined to think that scientific discovery is impossible without faith in ideas which are of purely speculative kind, and sometimes even quite hazy; a faith which is completely unwarranted from the point of view of science, and which, to that extent, is "metaphysical".

 
 

El círculo hermenéutico

El saber que calcula abandona, para Heidegger, la noción de ser como verdad. Esto quizá sea el privilegio de la comprensión política: el sujeto concebido en tanto portador del sentido último de las cosas. Derrotado el solipsismo logocéntrico occidental, el punto de unión entre quien delibera y quienes actúan reposa en la intencionalidad. Se trata del sentido, nexo entre el sujeto propositivo (noesis) y el objeto propuesto (noema).

Según Ronald Briner la fortaleza del sentido se descubre y expande en el juicio: modalidad solitaria en la batalla contra los códigos y las fórmulas. Encarna una oportunidad especialmente idónea para que los individuos, en calidad de ciudadanos, recuperen "el reino de lo público"; hoy día en manos de los expertos y los especialistas, esos cabalistas celosos de sus secretos.

En The human condition Hannah Arendt considera que el escenario de la dominación adquiere su cohesión, estructural e ideológica, a partir de la praxis (makingacting) y el lenguaje (speech-judgement). Ambos factores constitutivos de la comunidad histórica conocida como Estado, forman una cadena de significación que opera en calidad de criterio analítico:
 

What first undermines and then kills political communities is loss of power and final impotence; and power cannot be stored up and kept in reserve for emergencies, like the instruments of violence, but exists only in its actualization. Where power is not actualized, it passes away, and history is full of examples that the greatest material riches cannot compensate for this loss. Power is actualized only where words are not empty and deeds not brutal, where words are not used to veil intentions but to disclose realities, and deeds are not used to violate and destroy but to establish relations and create new realities.


La cita desvanece la ilusión formalista de la teoría política. Demuestra, asimismo, que su constitución conceptual no permite una evaluación de sus posibilidades comprensivas, a partir de los supuestos epistémicos de las disciplinas naturales (empírico-analíticas). El funcionamiento de la ciencia standard, que se pretende teoría axiomática, define una serie de tipos convencionales de verdad:

1. Tesis de la correspondencia:

La verdad o falsedad de un enunciado sólo encuentra su corroboración o falsación en la correspondencia con los datos conjuntos organizados de hechos.

2. Tesis de la coherencia:

La verdad de un enunciado reside en la ausencia de contradicción lógica dentro de un sistema de interpretación o modelo nomológico-deductivo.

3. Tesis de la evidencia:

Cuando el acto de conocimiento representa una posibilidad cierta, la verdad deviene una expresión lógica de carácter objetivo.

4. Tesis de la utilidad o del pragmatismo:

Los enunciados no se refieren a un objeto absoluto y metafísico, sino a un fenómeno que está dado a partir de un conjunto de principios comprensivos.

La energía destinada a duplicar lo real en el pensamiento, fundar la univocidad del sujeto con el objeto, manifiesta el dictumde la cientificidad. El conocimiento histórico, así como la reflexión política, se presentan en flujos: desde el sentido común (la percepción simple) hasta la comprensión del sentido, en algunos casos incipientemente formalizada.

El proceso cognoscitivo se comunica y construye en el lenguaje: es allí donde se da el diálogo y reclamo de su validez. En rigor, se trata de la afanosa búsqueda de estructuras profundas del saber que penetran los contenidos manifiestos de las formaciones lingüísticas. Y éstas, en la interpretación política, son incapaces de organizarse en códigos cerrados inscritos en modelos de cobertura legal. La constelación del poder clausura las respuestas tradicionales y exige transformar los problemas en soluciones y las soluciones en problemas.

Así, la reflexión reconstruye sus enunciados básicos en las dimensiones sintáctica (combinación), pragmática (uso) y semántica (designación), de las posibilidades ofrecidas por la interpretación. La teoría comparece como hipótesis de los hechos, que son a su vez realidades ya interpretadas y por ello construidas. Empero, no habrá que pasar por alto la advertencia de Max Horkheimer:
 

La autodeterminación de la ciencia se vuelve cada vez más abstracta. El conformismo del pensamiento, el aferrarse al principio de que éste es una actividad fija, un reino cerrado en sí mismo dentro de la totalidad social, renuncia a la esencia misma del pensar.


Ante este panorama sólo resta la comprensión del sentido en sus diferentes tendencias: captura de la intencionalidad

(Habermas, Apel); interpretación lingüística (Gadamer, Wittgenstein, Ryle) o las variantes del relacionalismo heurístico (Foucault, Bachelard, Hübner, Escuela de Frankfurt).

Para Herbert Marcuse, en Razón y revolución, el sitio de la verdad no es aquél de la proposición, sino el sistema de juicios especulativos en su conjunto. Sólo el proceso totalizador aglutina la verdad, en términos relacionales que no relativos, como señala Kurt Hübner en Critique of scientific reason.

Si llegasen a desaparecer las diferencias entre el orden vigente del concepto y su pretensión de verdad cesaría la "historia tenebrosa de los hombres". Se observaría un retorno a los orígenes, a la protohistoria. ¿Cómo garantizar, entonces, el tránsito de la representación de la realidad a la realidad de la representación? El dualismo epistemológico si bien no puede ser trascendido por completo en las disciplinas sociales, sí permite un margen de control. ¿De qué manera? A partir de categorías puente (conceptos normativos). Entre ellas campo de fuerza: el espacio de movilidad de la relación sujeto-objeto; y constelación: la tensión dinámica del proceso de conocimiento por fenómenos opuestos, por ejemplo, la sociedad por el Estado (la comunidad civil y privada por la dominación política y pública).

Tal aproximación es una alternativa, no una garantía, para romper el artificio de los dispositivos meta-históricos, sean tipos ideales o modelos positivos. Pues estas formas exegéticas se empeñan en corroborar, a despecho de la realidad, sus frases de protocolo. Se trataría de invertir el procedimiento: concebir la actividad crítica del pensamiento como una racionalizaciónpost facto ; en oposición a la rigidez de los sistemas de interpretación por subsunción de los hechos.

Frente a la perdición de los sujetos en el marasmo de la cosificación y la reificación, queda solamente fortalecer la capacidad de juicio, el momento especulativo del conocimiento: la imaginación como intuición razonada. La especulación es la adecuación del concepto y la intuición, que Hegel nombró idea. Así, la intuición (anschauung) constituye lo general, mientras el concepto (begriff) lo particular.
 

 
 
   

Si el conocimiento parte del asombro, según el Estagirita, bien podría encarnar la intuición el comienzo teórico de la construcción del sentido: el despliegue social de una intención. ¿Cómo comprender un objeto (gegenstand y objekt) material e intangible, al mismo tiempo, como el político? Dicho universo de análisis posee tres niveles distintos, pero articulados, en su operación:

1. Racional:

Todo proceso o proyecto político posee una intención, que no se presenta necesariamente como finalidad.

2. Razonable:

La identidad parcial sujeto-objeto que constituye el fenómeno de la dominación impide al intérprete un acceso inmediato y directo; sin embargo, a posteriori es posible reconstruir una lógica de comportamiento a modo de hipótesis de trabajo.

3. Irracional:

Todo campo de fuerza de conocimiento que identifique, en su dinámica, sujeto y objeto posee un margen de incertidumbre, en el esfuerzo por precisar sus razones.

Estos tres niveles de funcionamiento de la constelación política (el fenómeno de la dominación que sobrepasa el ámbito estatal, al vincular la autoridad y la comunidad) definen los límites gnoseológicos de su comprensión: los hechos y las intenciones. Hobbes los recuerda hacia el final del Leviathan:
 

...si no existe una elocuencia poderosa, que asegure la atención y el consentimiento de los circunstantes, el efecto de la razón será insignificante. Ahora bien, estas son facultades contrarias; la primera está fundada sobre principios de verdad; las otras, sobre opiniones ya recibidas, verdaderas o falsas, y sobre las pasiones e interesesde los hombres, que son diferentes y mutables.


Tales aspectos determinan el carácter inasible de la reflexión política y ponen de manifiesto su fragilidad que reside en ser una protociencia, destinada a la rectificación sistemática de sus errores.• 

*Luis Ignacio Sáinz (Guadalajara, 1960) es egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Ensayista dedicado a temas de filosofía y teoría política y estética. Entre sus libros destacan: Los apetitos del Leviatán y las razones del Minotauro; México frente al Anschluss: La anexión de Austria por la Alemania nacional-socialista en 1938; Disfraz y deseo del jorobado: Hacia una teoría del amor cínico en Juan Ruiz de Alarcón; Nuevas tendencias del Estado contemporáneo; Entre el dragón y la sirena, la Virgen: Apuntes sobre un cuadro de Baltasar de Echave Ibía; Los apetitos del Leviatán y las razones del Minotauro: Hermenéutica política y dominación; Xavier Esqueda: Un homenaje; de próxima aparición, De Arieles, Prósperos y Calibanes: Notas políticas sobre América Latina.