LOS PERSEGUIDORES DE DON QUIJOTE
* Grissel Gómez Estrada

Pensar en la razón por la cual un personaje de la literatura trascendió la frontera, cada vez más escurridiza, de la ficción, hasta convertirse en un héroe de mito o leyenda, no es fácil. Pensemos, para responder, en el mundo que transformó don Quijote, su propio mundo, su cotidianidad, sus amigos, sus enemigos. Don Quijote creía en la existencia de encantadores, que le tienen ojeriza y lo persiguen de continuo, transformando el mundo, con el fin de que no lograra realizar grandes hazañas. Por ejemplo, el caballero cree que estos encantadores transforman a los gigantes en molinos de vientos. 
Frestón —dice don Quijote— es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar, y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede (I, VII, p. 141).
Pero don Quijote no está tan equivocado: en efecto, hay ciertos perseguidores que, utilizando toda clase de argucias, andan tras de él, para regresarlo a la cordura, en algunos casos para burlarse, y al hacerlo, demuestran tanta o más demencia que nuestro caballero. Paradójico resulta que en nombre de la razón se realicen tantas locuras.

Es verdad que don Quijote es perseguido, y quienes lo persiguen, según ellos, no son precisamente encantadores, sino amigos que quieren ayudarlo. Sean o no sean encantadores, el resultado es el mismo: por medio de una variedad de artes e industrias poseen influencia en el caballero, en sus decisiones, en sus regresos a casa.

Los primeros en perseguir al caballero son el cura y el barbero, quienes abandonan todo, iglesia y feligreses, y barbería y clientes, respectivamente, para ir a buscar a su loco amigo, quien a su vez abandonó su hacienda para convertirse en caballero andante. Hacen un escrutinio de la biblioteca de don Quijote y queman los libros que les parecen nocivos, productores de su locura, pero en la elección salvan a los que les gustan, y tapian la habitación. Se disfrazan de mujer para fingirse princesa en peligro, y reclutan a cuantos conocen en el camino para realizar su empresa.

Cuando don Quijote está dormido, es atado de pies y manos; al despertar, se le hace tan raro que lo lleven colgando que cree que esto sólo puede ser obra de fantasmas. De esta forma, logran encantar a su amigo, encantamiento que le impide cualquier movimiento corporal, al grado que parece estatua, lo meten en una jaula y emprenden el camino a casa. Si don Quijote hubiera sabido la verdadera personalidad de dichos fantasmas, creería que el cura y el barbero se habían vuelto locos. Con sus acciones nada comunes los amigos del caballero se convierten en seres irreales. Por supuesto, desde la perspectiva del caballero es normal estar encantado. Sancho se da cuenta de que los encantadores son el cura y el barbero, y desde su perspectiva explica la razón de aquel tan singular comportamiento: la envidia:

¡ah, señor cura, señor cura! ¿Pensaba vuestra merced que no le conozco, pensará que yo no calo y adivino adónde se encaminan estos nuevos encantamentos? Pues sepa que le conozco, por más que se encubra el rostro, y sepa que le entiendo, por más que disimule sus embustes. En fin, donde reina la envidia no puede vivir la virtud, ni adonde hay escasez la liberalidad (I, XLVII, p. 566).
No sólo el cura y el barbero postergan sus asuntos para ir tras el caballero. A su vez, se llevan de la sierra a Cardenio y Dorotea para que los ayuden en su misión. Cardenio olvida su locura y Dorotea su honra. Ella había salido en busca del único hombre que, por medio del matrimonio, podría redimirla. Se toman tan en serio su papel que son capaces de sacrificar sus intereses y luchar por la verdad de don Quijote. La locura de don Quijote, "fantasía" que atacan, que los sorprende y provoca sus burlas, es defendida con golpes en el episodio del baciyelmo. De esta forma, los límites, si es que existen, entre realidad y fantasía se pierden, se olvidan.

Estos encantadores, que lo persiguen, queman su biblioteca y lo encantan, están a favor de otro caballero, en efecto, como ya lo dijo don Quijote, caballero que en la segunda parte del Quijote perseguirá a nuestro héroe con mayor solicitud: el bachiller Sansón Carrasco. En el capítulo XII, para sorpresa de los lectores, que nos encontramos en otra perspectiva, aparece otro caballero, el Caballero de los Espejos. Por supuesto, para don Quijote, tal aparición es de lo más natural. Todo aparece apuntar que se trata de otro caballero, quizás otro "loco", hasta que don Quijote lo derrota en un duelo y se descubre su verdadera personalidad:

Apenas le vio caído Sancho, cuando se deslizó del alcornoque y a toda priesa vino donde su señor estaba; el cual, apeándose de Rocinante, fue sobre el de los Espejos, y quitándole las lazadas del yelmo para ver si era muerto y para que le diese el aire si acaso estaba vivo, y vio... ¿Quién podría decir lo que vio, sin causar admiración, maravilla y espanto a los que lo oyeren? Vio, dice la historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la mesma fisonomía, la mesma efigie, la pespetiva mesma del bachiller Sansón Carrasco (II, XIV, p. 728).


Esta visión es increíble para don Quijote. Piensa, una vez más, que los encantadores le mudaron el rostro al Caballero de los Espejos. El bachiller toma tan en serio esta derrota que se ofende y se propone tomar venganza: "y no me llevará ahora a buscarle el deseo de que cobre su juicio, sino el de la venganza; que el dolor grande de mis costillas no me dejan hacer más piadosos discursos" (II, XV, p. 732), a diferencia de don Quijote, que al ver el rostro de su amigo en quien consideraba enemigo, no se atreve a hacerle más daño.

De esta forma vemos cómo los personajes que quieren devolverle la razón se incorporan a su mundo, a tal grado de que logran el efecto contrario: terminar de convencerlo del carácter indispensable de la caballería andante. "Ahora no se trata de una imaginación fantasista [sic] del caballero, que acomoda la realidad a lo literario y fabuloso, sino de una realidad que captan sus sentidos sin deformarla".2 Así, los personajes se incorporan al mundo de don Quijote, aun cuando no crean en ella. Bien lo dice Tomé Cecial, el escudero del Caballero de los Espejos:

Por cierto, señor Sansón Carrasco, que tenemos nuestro merecido, con facilidad se piensa y se acomete una empresa; pero con dificultad las más veces se sale della. Don Quijote loco, nosotros cuerdos, él se va sano y riendo; vuesa merced queda molido y triste. Sepamos pues, ahora: ¿cuál es más loco: el que lo es por no poder menos, o el que lo es por su voluntad?


A lo que responde el bachiller: "La diferencia que hay entre esos dos locos es que el que lo es por fuerza lo será siempre, y el que lo es de grado lo dejará de ser cuando quisiere" (II, XV, p. 732).

(Sin embargo, se puede afirmar que Alonso Quijano decidió ser don Quijote con un acto de "voluntad", y del mismo modo regresa a la cordura).

Al mismo tiempo, así como el caballero sorprende a los personajes reunidos en la venta, el cura, el barbero, Cardenio, Dorotea, con su "humor estraño", a don Quijote le parecen imposibles los sucesos que ocurren en el mundo de sus amigos. La historia del cautivo, que termina con el encuentro entre los hermanos, sorprende a don Quijote por la coincidencia que reúne a los hermanos. La juzga como una historia de ficción. "Allí don Quijote estaba atento, sin hablar palabra, considerando estos tan estraños sucesos, atribuyéndolos todos a quimeras de la andante caballería" (I, XLII, p. 520).

Tenemos a otros perseguidores de don Quijote: los duques, quienes ratifican el mundo del caballero, al ser recibido en un palacio real, con honores "reales", no construidos por su imaginación. Para don Quijote, "aquel fue el primer día que de todo en todo conoció y creyó ser caballero andante verdadero y no fantástico, viéndose tratar del mesmo modo que él había leído se trataban los tales caballeros en los pasados siglos" (II, XXXI, p. 854).

Los duques, creyendo tener el control del teatro que construyen para engañarlo, no se dan cuenta a tiempo que la burla los rebasa de continuo. Cuando don Quijote es lastimado, sin querer, por los engaños de los duques, ellos "le dejaron sosegar, y se fueron, pesarosos del mal suceso de la burla; que no creyeron que tan pesada y costosa le saliera a don Quijote aquella aventura" (II, XLVI, p. 963). La ficción ideada por los duques se les escapa de las manos y se vuelve "real". De igual forma, la acción de don Quijote y de Sancho va a transformar la ficción creada por los perseguidores en realidad, en varias ocasiones. Sancho, durante su gobierno en la ínsula Barataria, "ordenó cosas tan buenas, que hasta hoy se guardan en aquel lugar, y se nombran Las constituciones del gran gobernador Sancho Panza" (II, LI, p. 1009). Don Quijote logra que Tosilos se case con la hija de la dueña Rodríguez, salvando así la honra de la muchacha (II, XLVI, p. 1040).

 
 
 
 
 
 
   

El narrador refuerza la palabras de Tomé Cecial: "Y dice más Cide Hamete: que tiene para sí ser tan locos los burladores como los burlados, y que no estaban los duques dos dedos de parecer tontos, pues tanto ahínco ponían en burlarse de dos tontos" (II, LXX, p. 1173).

Resulta singular, finalmente, que no es el mundo de sus amigos el que lo va a derrotar, es decir, regresar a la cordura, sino su propio mundo, al que se incorporan, como ya dije, los perseguidores. La acción de don Quijote está limitada a su propio mundo, no puede actuar fácilmente en el mundo de sus amigos, salvo raras excepciones, como en el caso de la dueña Rodríguez, puesto que su mundo se encuentra en un nivel distinto. Puede derrotar al Caballero de los Espejos, pero no a los arrieros. Puede ayudar a la princesa Micomicona a recuperar su reino, pero no puede salvar al pastor Andrés de los golpes de su amo. No le teme a los gigantes, ni a los fantasmas, pero sí a los moros.

Don Quijote es vencido en un duelo por un nuevo perseguidor, el Caballero de la Blanca Luna, no por Sansón Carrasco, nuevamente disfrazado. En este sentido, su muerte es simbólica. Está dispuesto a morir al negarse a afirmar, ante el Caballero de la Blanca Luna, que hay una mujer más bella que Dulcinea del Toboso. Ha sido derrotado por un caballero de su mismo nivel. Por esta derrota, muere voluntariamente al regresar al mundo de Quijano, y Quijano muere de "melancolía". No queda más que admitir que don Quijote tenía razón, y los encantadores, perseguidores de don Quijote, existían.• 

* Grissel Gómez Estrada es licenciada en letras hispánicas por la uam y maestra en literatura española por la UNAM. Obtuvo el primer lugar en el Concurso de Poesía UAM 96 y el segundo sitio en el Concurso Nacional de Poesía Efraín Huerta, en 1997. Ha publicado ensayo y poesía en diversas revistas y periódicos nacionales; el poemario "Los clavos de fuego de la noche" en el libro colectivo No hay quinto malo (1998), Poemas de neurosis y antineurosis (2001) y Otra vida (2003).

Notas

 1Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, edición de Martín de Riquer, Barcelona, rba. Todas las citas de la novela se indicarán por el número de página.

 2Martín de Riquer, Aproximación al Quijote, Barcelona, Teide, 1970, p. 123.