TRES
PINTORES
La reunión de estos
tres artistas plásticos no responde a criterios de escuela, técnica
o afinidad; más bien responde al azar: los tres expusieron sus trabajos
durante 2001 en la Casa de la Primera Imprenta de América.
Los trabajos aquí
incluidos de Silvia H. González forman parte de una exposición
que se montará, a partir de febrero de 2002, en la Galería
Metropolitana de la uam. Las fotografías fueron tomadas por Francisco
Kochen y David Reyes.
Los cuadros de Moisés
Zabludovsky fueron montados en Variaciones sobre un tema de amor,
que se expuso en la Galería Arcos Itatti en marzo de 2001. La escultura
Mujer
regando formó parte de la muestra Arte lecto-utilitario,
expuesta en la Casa de la Primera Imprenta de América en noviembre
de 2001. El texto que acompaña estos cuadros fue escrito por Arturo
Rodríguez Doring especialmente para la exposición Variaciones
sobre un tema de amor.
Por su parte, la obra de
Pablo
Szmulewicz, bajo el título de Sin tiempo, formó
parte de la citada muestra que albergó la Casa de la Primera Imprenta
de América, recinto de la Casa Abierta al Tiempo. |
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Silvia H. González
Silvia querida:
Vuelvo a dedicarte estas
líneas, a manera de carta, pues creo que es la manera más
idónea de expresarte mis sentimientos acerca de tu serie de obras
más recientes que hiciste el favor de mostrarme.
Cuánto te agradezco
tu deferencia. Es para mí un honor poder observar, admirar y disfrutar
tu inédito material, al que le has dedicado los últimos seis
años de tu vida.
La anécdota que me
contaste respecto de cómo nació esta serie me pareció
de lo más reveladora —en muchos sentidos—, pues gracias a una visita
que realizaste a un taller de fundición descubriste un cúmulo
de formas, de volúmenes: los moldes, los hules, la pedacería
de esculturas, éstas antes de ser pulidas, los tambos, piedras y
demás etcéteras que se encuentran desparramados por todos
los rincones de ese espacio; ese espectáculo, esa mirada sobre un
espacio para ti novedoso fue sirviéndote de motivación visual
para convertirlo, a través de un proceso creativo, en pinturas,
algunas de gran tamaño y otras más pequeñas.
No recuerdo cuántas
telas vi —¿veinte?—, pero sí tengo presentes tus comentarios
mientras me las mostrabas, sobre todo cuando dijiste que aún tienes
varias obras más por pintar, pues en tu cabeza todavía revolotean
detalles de rincones y espacios que traduces plasmándolos sobre
telas.
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Superposiciones,
óleo/tela,
140x100
cm, 1998 |
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Ícaro, óleo/tela,
100x140 cm, 2000 |
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Silvia: lo que pude observar,
antes que cualquier cosa, es: qué pintora eres. En una época
como la que estamos viviendo en este momento, en la que se pretende privilegiar
las artes alternativas, es un mayor gozo reafirmar que la pintura
conserva su lugar preponderante gracias a artistas como tú. Hasta
donde yo recuerdo, y sin tener a la mano tu currículum o biografía,
tu vida entera la has dedicado al dibujo y a la pintura, la tela, los óleos,
los acrílicos; también has acometido el dibujo —naturalmente—
y el grabado. Sin embargo, creo que se puede volver a afirmar que primordialmente
se te considera, y tú misma así lo manifiestas: pintora,
y le has sido fiel a este arte, pues los demás medios, aunque independientes
entre sí, han sido peldaños para ascender a la tela, siempre
el lienzo, la materia, la forma y el color (sujeto, verbo y predicado en
gramática…).
En esta serie de obras me
pude percatar que, sin proponértelo, estás ¿buscando?
¿llegando a? la abstracción.
Tú te has sentido,
siempre, apegada a la escuela —digamos— figurativa, realista, privilegiando
la forma. En esta ocasión también observamos claramente todos
los elementos que te sirvieron de modelos en la fundidora, efectivamente.
Mas, ¡oh, sorpresa!, al plasmarlos, al ir configurando tu composición,
estos elementos, esas formas o figuras, en algunas de las obras se van
transformando, a pesar tuyo, creo, en un todo abstracto, conformándose
los volúmenes en eso, precisamente: en volúmenes que van
estableciendo una determinada composición que trasciende, que supera
a sus modelos; esas formas, pues, van adquiriendo su vida propia, su espacio,
al grado de que ya no importan los objetos que, desparramados por el taller
de fundición, has capturado. Tus pinceles los convirtieron en una
obra sugerente. ¿Qué quieres ver?, ¿moldes?, ¿los
hules?, ¿las esculturas o pedazos de ellas?, ¿que otra persona
piense que es una obra abstracta a base de maravillosas formas? Todas estas
y muchas más preguntas se pueden plantear: tus pinturas eso sugieren.
Así las has realizado —repito—, sin que precises "figurativamente"
los objetos en cuestión. |
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Tubos,
óleo/tela,
90x90 cm, 1999 |
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Pedacería,
óleo/tela,
80.5x1.30 cm, 2000 |
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Un párrafo aparte
merece la gama de colores que estás utilizando. Sin que sean distintos
de los que nos tienes acostumbrados, percibo algo (que me atrevo a decir)
novedoso. Observé muchos ocres, amarillos dorados, primordialmente.
¡Cómo los vuelvo a disfrutar en mi recuerdo! Se han quedado
en mi mente. Y esa conjunción de formas, aunada a los colores, nos
dan como resultado unas obras de lo más pro-positivas, sugerentes;
obras, en fin, que se inscriben dentro de la gran pintura. Sin duda se
siente la maestría de la autora que la ha caracterizado a lo largo
de la vida. Sin embargo, siento un cambio, un gran salto, pues esta serie
de obras trabajadas lentamente, sin prisas o presiones, permitiéndote,
Silvia, que éstas se vayan elaborando para ofrecerte, y ofrecernos,
un producto final sorprendente: obras de arte en toda la extensión
de la palabra, dueñas, cada una —reitero—, de todos los ingredientes
necesarios como son la composición, la conjunción de colores
y el tema tan bien realizado; pero por encima de todo, tu talento, que
es finalmente el que nos transmite la magia que impera en cada una de estas
bellísimas obras.
¿Quién se puede
imaginar que la visita fortuita a un taller de fundición se transformará
en este grupo de pinturas que sobre el tema has realizado? Allí
está el arte: saber encontrar, en un momento de observación,
¿de inspiración?, la veta precisa de la cual serán
extraídos los motivos de cada una de estas obras de arte.
Querida Silvia: no quisiera
explayarme más, pues quizá sería redundante. Sólo
te dejo una gran felicitación por esta magna serie de pinturas que
estás realizando, con las que nos permites descubrir otra espléndida
faceta de tu quehacer artístico; nos vuelves a dar esta lección
de buen arte y nos ofreces la oportunidad de adentrarnos en un mundo "curioso",
al que no todos tenemos acceso: una fundidora, pero a través de
la mirada, aunada al talento de Silvia H. González.
Con todo mi
afecto.
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Tambo,
óleo/madera, 110x90 cm, 1997 |
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Exterminio, óleo/tela,
120 x 160 cm, 2001
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*Miriam
Kaiser nació en la ciudad de México. Durante los últimos
35 años se ha dedicado a la promoción de la cultura en el
campo de las artes visuales. Ha sido directora del Museo del Palacio de
Bellas Artes (1979-1981 y 1984-1988); en 1982 fue nombrada subdirectora
técnica del Museo Nacional de Arte; en 1990 y hasta fines de 1997,
directora de Exposiciones Internacionales del Conaculta; de 1998 al 2001,
directora de la Sala de Arte Público Siqueiros. En la actualidad
es directora cultural del Polyforum Siqueiros. |
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Moisés
Zabludovsky
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Un hermoso jardín,
una pareja besándose apasionadamente y un jardinero, ajeno a lo
que le rodea, que hace florecer como en una explosión un bouquet
de rosas. Estos son los protagonistas principales de la serie Variaciones
sobre un tema de amor que el pintor Moisés Zabludovsky presenta
en la Galería Arcos Itatti de la ciudad de México.
Variaciones… es una
serie de pinturas, esculturas, arte objeto e impresiones digitales que
forman parte de la obra más reciente de este versátil artista.
El tema central es esta escena idílica enmarcada por lo que parece
ser un paisaje del estado de Morelos, en cuyo fondo se observa un volcán
similar a nuestro Popocatépetl, a su vez semioculto por frondosos
árboles de jacaranda y bugambilias.
Ya adentro del jardín,
que es como de ensueño, aparece un jardín de rosas (mágicas)
que son regadas sistemáticamente por este jardinero misterioso que
a veces es mujer y a veces hombre, a veces de cuarenta años y otras
bastante mayor. En algunas de las pinturas riega con manguera y en otras
con regadera, pero en todos los casos, del rosal pasivo y rígido
brota un espléndido ramo multicolor. |
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Pareja
besándose núm. 12, óleo/madera, 122x86 cm, 2000 |
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Pareja besándose
núm. 9,
óleo/tela, 223x164 cm, 2000 |
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En estas composiciones resulta
muy provocativo el hecho de que conviven múltiples puntos de vista
traducidos en planos con perspectivas que remiten de manera sumamente eficaz
a las composiciones cubistas y poscubistas (rayonistas) de Chagall y de
Goncharova, la gran artista rusa de principios del siglo xx. De hecho,
los planos están trabajados en su mayoría con recursos adoptados
de los diversos experimentos realizados durante el periodo cubista, como
son los distintos efectos texturales a partir de puntos, pinceladas cortas
y el empleo del claroscuro degradados de la primera época de este
movimiento.
Por otro lado, este juego
planamétrico es nivelado de manera magisterial por el paisaje que
se encuentra del otro lado de la barda, donde incluso de repente aparece
un ferrocarril como salido de algún cuadro de De Chirico (Pareja
besándose núm. 12).
La barda a la que he hecho
referencia y que está presente en todas las obras (exceptuando dos
—por cierto muy bien logradas— que son close-ups de las rosas y el chorro
de agua), está trabajada con manchas de colores análogos
difuminadas creando un efecto líquido que recuerda a los halos luminosos
empleados por algunos artistas del periodo zen de la pintura norteamericana.
De este modo, tanto la barda, como los fragmentos de arquitectura que aparecen
en algunas de las pinturas, tienen reminiscencias de la arquitectura Art
Nouveau características de Gaudí. |
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Pareja besándose
núm. 3, óleo/tela, 55x40 cm, 2000 |
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Pareja besándose
núm. 4,
óleo/madera, 90 x 65 cm, 2000 |
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En esta serie se hace particularmente
evidente el conocimiento de Moisés Zabludovsky sobre la historia
de la pintura occidental, ya que ha logrado con una sorprendente economía
de medios un conjunto que resulta una propuesta seria con alto contenido
conceptual. La exposición una vez que se recorre como en un círculo,
tiene la bondad de ofrecer al espectador la oportunidad de percibir el
análisis sistemático que el autor ha hecho de esta escena
nostálgica y a la vez onírica de un jardín, que a
la vez es una reflexión de lo más íntimo de su ser.
Es muy importante resaltar
la importancia de que el conjunto esté presentado como una serie,
ya que tomando en cuenta la trayectoria de Zabludovsky cada una de las
obras que la conforman resulta atípica, pero en la totalidad se
aprecia una coherencia que la valida como una propuesta vanguardista a
tono con el carácter neo-conceptualista que ha marcado el arte de
este inicio de siglo.• |
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Mujer regando,
bronce y pasto
sintético,
23x4x10 cm,
2000 |
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Pareja besándose
núm. 5, óleo/madera, 90 x 65 cm, 2000
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*Arturo
Rodríguez Doring (ciudad de México, 1965) es licenciado en
historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la unam y licenciado
en pintura por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado "La
Esmeralda", de la cual es director en la actualidad. Maestro en artes visuales
en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, unam. Ha participado
en 60 exposiciones colectivas desde 1985 y nueve individuales desde 1989,
en México y el extranjero. |
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Sin
tiempo de Pablo Szmulewicz
Génie
austère, mais tendre, sensible à la société,
il n'en supporta pas l'indifférence. Il s'attrista des sécheresses
d'un monde qui passait, et il ne sentit plus qu'en lui il en portait un
autre qui n'eut jamais passé.
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El pintor de la vida
cotidiana, aquel marginal y exótico artista dedicado a retratar
pobres, enajenados, caballos y noticias de su tiempo, Théodore Géricault,
es el móvil del elogio del liberal francés. Rendía
tributo así al realismo romántico; sugería también
la crítica a un pasado que no se decidía a alejarse y disolverse.
Los adjetivos que Michelet emplea para bosquejar la personalidad, y en
más de un sentido el alcance de la plástica que le corresponde
al autor de La balsa de la Medusa,2
bien pueden ser reutilizados para situar la pasión que Pablo Szmulewicz
le guarda a tal personaje, así como definir los rasgos básicos
de este pintor argentino radicado en México desde 1985 y compatriota
nuestro desde 1987, que nos sorprende, ahora, con una serie de lienzos
agrupados bajo el título Sin tiempo.
Lo primero que sorprende
y seduce es la rebeldía del artista, una podría señalarse
de naturaleza "fundacional" pues está dirigida a demoler el principio
abrahámico, no recuperado por el cristianismo pero sí por
el Islam y la Casa de Judá, de la no representación de lo
sagrado y su vuelo concomitante: la palabra divina, el kerygma que
revela y anuncia. Los símbolos de la divinidad, así como
de los hagiógrafos, inundan materialmente las telas; pululan sin
cesar en sus superficies, al modo en que los ciegos siguen confiados al
lazarillo: a empellones y siempre con un dejo sarcástico. Se mueven
sin rumbo fijo y parecieran incapaces de fundar su situación en
los cuadros, "no vienen al caso" podría afirmarse y, sin embargo,
están allí como referencias vivas de lo cierto y lo equívoco,
piénsese tan solo en el tríptico-rompecabezas, ya que resulta
intercambiable en el "orden" de sus paneles, De profetas y falsos profetas
(140 x 300 cm).
Composiciones espirales,
carentes de principio y de término, que imponen lecturas y relecturas.
Son una suerte de juego de espejos donde el creador se muestra y camufla
simultáneamente. El sujeto que pinta cargado con el fardo de sus
dolores y los tropiezos de su biografía, y no el artista en calidad
de donador de una significación inmanente a cada una de sus obras,
atisba en sus intersticios —los de los pretextos icónicos— con la
misma intensidad en que busca a ese otro yo que lo lacera, y que le advierte
que el mundo no es de una sola manera. Por ello una anécdota plástica
deja de ser ella misma cuando se la observa por segunda vez; se descompone
en una serie de planos yuxtapuestos que semejan calas arquitectónicas,
persecuciones de un sentido original que, al modo de un extraño
corolario, no existe salvo en su mutabilidad y transformación permanentes.
Aparecen y se esconden los personajes, los seres conviven sin concierto
alguno entre sí y con una avalancha de objetos, y ello quizá
los hace más reales o al menos más próximos, así
Todo es ficción menos el circo (115 x 195 cm) o Porque soy
del tamaño de lo que veo (120 x 80 cm).
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Pertenencias,
óleo/tela, 120x80 cm, 2001 |
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La máscara y el
rey, óleo/tela, 120x80 cm, 2001 |
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Los sueños y las
pesadillas de Pablo Szmulewicz se desplazan entreveradas y confundidas
en el espacio pictórico, impidiendo que el observador deslinde con
nitidez los delirios de las propuestas.3 Indisociables cohabitan
signos y símbolos, sujetos sufrientes y objetos gozosos, y lo hacen
en la estridencia del color y la pureza del trazo. Suerte de carnaval óptico
que ha olvidado la razón de su festejo. Desfile irónico de
jabalíes
que fungen como estolas,
gatos y caballos omnipresentes, estampas religiosas con acabado de exvotos,
mazos y barajas, despropósitos orientales (títere indonesio,
elefante indio y tigres de Bengala), carruseles y tiovivos, profetas falsos
y verdaderos, lechuzas, máscaras y arlequines, referencias literarias
(Fernando Pessoa y El guardador de rebaños:4"Yo
nunca guardé rebaños, Pero es como si los guardara"), entre
un torrente de imágenes que se niegan a caer por su propio peso,
y que al contrario levitan y desafían al espectador: su racionalidad
o con modestia las limitaciones de su visión "coherente y secuencial".
No defiendo la tesis de un
onirismo exacerbado, pues la realidad se pinta sola para ofrecer calamidades,
monstruos y fantasmas, esos sí tangibles y amenazantes; únicamente
pretendo señalar que el discurso plástico de Pablo Szmulewicz
es deliberadamente confuso y que se mueve sin freno de la identidad a lo
diverso, del singular al plural, de lo propio a lo extraño, de lo
normal a lo patológico, de lo vivo a lo inerte, y que justo su peculiaridad
consiste en que borra o disuelve los límites entre tales polos sólo
existentes por abstracción analítica, lo que podría
encontrarse en su obra es un decalage de motivos e intenciones.
Todo el espectáculo
plástico intentaría, desde esta perspectiva de interpretación,
que desapareciese la simple idea de orden. Caos fecundo que convida y margina
a los participantes en este diálogo de mudos y sordos que es la
pintura de un autor que rinde cuentas de su pasado, desdeñando (en
la epidermis) la realidad de su presente y contrariando cualquier aliento
de futuro. Humberto Musacchio ha descifrado el núcleo del enigma:
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El guardador
de rabaños, óleo/tela, 140x100 cm, 2001 |
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Primer aviso de tormenta,
óleo/tela, 60 x 120
cm, 2001 |
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Con su historia
personal, Pablo Szmulewicz no ignora que la subversión es siempre
un acto colectivo. Por eso, en su afán de alterar el orden, otorga
al espectador la posibilidad de crear otros órdenes… Se trata de
abrir nuevos parajes a la fantasía, mundos arreglados de otro modo,
sin la rigidez de ideas adultas. El pintor pide volver a la infancia, pero
sin ingenuidad.5
El artista está
crucificado por su gestualidad personal; se recrea en la agonía
de un discurso invertebrado que, a pesar del sufrimiento y la evocación,
o quizá por ello mismo, resplandece en su factura: propia, intransferible,
longeva y lejana, de un clasicismo poco frecuentado en nuestros días;
baste pensar en el homenaje a Francisco de Zurbarán y su San Pedro
Nolasco,6 la cadaverina marmórea
que remite a una Hélade ausente o la filacteria de juguetes populares.
Empero, el abecedario de
Pablo Szmulewicz nos remite además al festín medieval que
oscila entre los extremos del valor: el pecado y el arrepentimiento. Lo
ya señalado: el carnaval y las fiestas de guardar, la gesta lírica,
el combate de caballeros y las ocurrencias de bufones cortesanos. Con fundamento,
Luis Carlos Emerich lo ha atrapado en una frase feliz: "Es mester de juglaría
posmoderna".7 Tan es así que siempre
rondan sus piezas la velocidad, la precisión, el maquinismo; un
halo entre industrial y de tramoya campea su fábrica de visiones.
La falsedad de las
cosas, lo grotesco de los ambientes y la simulación de los personajes
le sirven para construir una plataforma de la crítica y la denuncia,
jamás sucumbe a la decoración; pero, por si fuera poco, modela
tales procesos de afirmación negativa en mecanismos de conocimiento:
el saber desde la otredad, el extremismo como contención ética
y visual. Pintor inteligente como pocos, elude la prédica del sabio
y el ejemplo del virtuoso; se limita a mostrarnos, cual caleidoscopio,
las facetas cambiantes y múltiples de una realidad voraz, inagotable,
que nos engulle y absorbe sin deleite alguno, mecánicamente, cumpliendo
su cometido íntimo: el despliegue de eso que llamamos progreso,
y que no todos reconocemos bondadosamente.
La intensidad de la obra
se refugia en el pudor del artista; sus desgarramientos plásticos,
amorosos y sarcásticos quedan a buen resguardo en los límites
de la conciencia, la emotividad y la psique de Pablo Szmulewicz. Tan compleja
personalidad y tan enigmático estilo emulan —espiritualmente— los
versos del compañero de Fernando de Rojas en el Taller Salmantino,
revelando una especie de nostalgia que sólo en la pintura, una pertinente
al desasosiego, encuentra su sublimación:
Escrivo burlas de
veras,
Padezco veras burlando
Y cufro dissimulando
Mil angustias lastimeras,
Que me hieren lastimando;
Y con risa simulada
Dissimulo el llanto cierto,
Que, aunque vea al descubierto
Vuestra burla tan burlada,
Lo que siento está
cubierto.8
Y vaya que la sensibilidad
de Pablo Szmulewicz está bien protegida, pues tiene por "cubierta"
una magnífica segunda piel, de tersura admirable: su pintura.
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De
profetas y falsos profetas, tríptico, óleo/tela, 140x300
cm, 2001 (fragmento) |
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Martín pescador,
óleo/tela, 120 x 80 cm, 2001
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*Luis
Ignacio Sáinz (Guadalajara, Jalisco, 1960). Politólogo egresado
de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Ensayista
dedicado a temas de filosofía y teoría política y
estética. Entre sus libros destacan: Los apetitos del Leviatán
y las razones del Minotauro; México frente al Anschluss:
La anexión de Austria por la Alemania nacional-socialista en 1938;
Disfraz
y deseo del jorobado: Hacia una teoría del amor cínico en
Juan Ruiz de Alarcón; Nuevas tendencias del Estado contemporáneo;
Entre
el dragón y la sirena, la Virgen: Apuntes sobre un cuadro de Baltasar
de Echave Ibía; Los apetitos del Leviatán y las razones del
Minotauro: Hermenéutica política y dominación;
Xavier
Esqueda: Un homenaje; de próxima aparición,
De Arieles,
Prósperos y Calibanes: Notas políticas sobre América
Latina. |
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Notas
1A
vuelapluma la traducción expresaría más o menos lo
siguiente: "Genio austero, pero tierno, sensible a la sociedad, que no
tolera la indiferencia. Se entristece de las sequedades de un mundo que
pasa, y no ha sentido nunca que él mismo llevara algún otro
que no hubiera pasado jamás". Véase Histoire de France,
cuyos primeros seis tomos fueron publicados entre 1833 y 1846, mientras
los últimos once salieron a la luz pública de 1855 hasta
1867. Se trata del más pormenorizado recuento sobre la civilización
francesa que encuentra en esa figura escurridiza denominada "el pueblo"
al protagonista de la historia gala. Michelet (1798-1874) además
de ser un agudísimo observador y taxonomista de la escena política
francesa, se empeñó en "leer" el desarrollo de su país
como el devenir de una cultura destinada a imponer su hegemonía
en el mundo entero. Por ello, quizá, le prestó tanta atención
al célebre autor de La balsa de la Medusa, compulsivo retratista
de caballos (los de Epson o los de Roma), discípulo de Carle Vernet
y Pierre Guérin, que fuera en vida Jean Louis André Théodore
Géricault (1791-1824).
2Cronista
de su época, Géricault pinta este enorme cuadro (4.91 x 7.16
m) en 1819 para el Salón de Pintura de ese mismo año en París;
actualmente se localiza en el Museo del Louvre. Con esta obra comienza
lo que podría denominar
peinture verité, pues se trata
de la representación de un acontecimiento histórico real:
el naufragio de la fragata Medusa en las costas del Senegal durante quince
días del mes de julio de 1816. La escena reproduce el momento en
que los sobrevivientes, quince de ciento cuarenta y nueve tripulantes,
observan que el barco destinado a salvarlos, el bergantín Argos,
los ha perdido de vista justo el 17 de julio de 1816. El rescate tardaría
todavía tres días más.
3La
aseveración, en el fondo una mera sugerencia, se orienta a suponer
que el pintor funda una visión del mundo problemática, incapaz
de separar los fragmentos que componen la realidad y que trasciende con
mucho el simplismo de la tesis onirista. Sólo en un nivel superficial
podría coincidir con la visión de Alfonso de Neuvillate:
"Pablo Szmulewicz sorprende por sus imágenes reales extraídas
al sueño. El carrusel y los paisajes antiguos, junto con los personajes
ataviados a la usanza del medioevo, son elementos de la ilusión
conducente a lo maravilloso. Szmulewicz fabrica arte de lo milagroso e
invade al es pectador de emociones alternas"; véase "Entre la fantasía
y lo terrestre, entre la vida y lo otro", Casas y Gente, México,
núm. 63, diciembre 1990-enero 1991.
4Véase:
Poesía
completa de Alberto Caeiro, tomo I de la poesía completa de
Fernando Pessoa organizada por heterónimo, traducción, introducción
y notas de Miguel Ángel Flores, México, Universidad Autónoma
Metropolitana-VerdeHalago-Ediciones del Lirio-Universidad Autónoma
de Puebla-Instituto Cultural de Aguascalientes-Universidad de Ciencias
y Artes del Estado de Chiapas, 2000, 348 pp.
5
"República de las letras", en El Financiero, México,
martes 22 de octubre, 1991.
6Me
refiero a la Aparición del apóstol San Pedro a San Pedro
Nolasco (Museo Nacional del Prado, 1.79 x 2.23 m), que junto con la
Visión
de San Pedro Nolasco son los únicos lienzos sobrevivientes de
una serie que en 1628 le encargara al pintor (1598-1664) el Convento de
la Merced Calzada de Sevilla.
7
"Mester de juglaría posmoderna", en Vogue, México,
núm. 151, diciembre, 1992.
8Francisco
de Villalobos, Algunas obras, prólogo de Antonio María
Fabié, Madrid, Sociedad de Bibliófilos Españoles,
1886, p. 271. El poema puede fecharse a mediados del siglo xvi. Escritor
converso contemporáneo, amigo y compañero del autor de la
Tragicomedia
de Calisto y Melibea. Véase Gustavo Illades Aguiar: La Celestina
en el Taller Salmantino, México, Universidad Nacional Autónoma
de México, Publicaciones de Medievalia, núm. 21, 1999, 163
pp. |
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