Relaciones personales, comportamiento y
personalidad: interés de la sociología

*Víctor Hugo Martínez Escamilla

Introducción

Al igual que otros sociólogos lo han hecho con mayor o menor grado de explicitud, Blau (1964, pp. 15-16) distingue entre relaciones íntimas y relaciones sociales. En realidad, al referirse a las relaciones íntimas, alude a las más íntimas de todas las relaciones personales, por ejemplo las que se tienen con familiares, amigos o amantes, de las cuales comúnmente se cree que están determinadas principalmente por lo afectivo. Ése —también se cree general— es el campo "natural" de la psicología (lo mismo que los asuntos referidos al comportamiento y la personalidad) y, en algunas de sus manifestaciones, de la antropología, pero no de la sociología.

En este trabajo, además de pensar que hay muchas razones para establecer relaciones personales (esto es, que puede haber diversos grados y modos de expresar la intimidad), también se piensa que todas las relaciones personales son relaciones sociales, e incluso puede haber quien sostenga que las relaciones personales son las principales o las centrales de todas las relaciones sociales. De ello tratará esta reflexión.

No es entonces arbitrario recapitular brevemente sobre cómo se han respondido algunos sociólogos las preguntas acerca de qué es la realidad social y qué es su conocimiento. Según Berger y Luckmann (1966, pp. 1-2), el sociólogo en general, en su intención de conocer lo social, está a medio camino entre el filósofo y el hombre común. Mientras que éste toma a la realidad como dada, el filósofo tiene interés en diferenciar lo que es válido de lo que no lo es sobre aquello que se piensa que constituye dicha realidad. El sociólogo, en cambio, no puede hacer ni como el uno ni como el otro. Por ello, nos dicen, el quehacer del sociólogo siempre estará "atrapado entre comillas".

Esos autores nos sugieren que, al menos provisionalmente, puede ser suficiente definir realidad como una cualidad del fenómeno que reconocemos como teniendo una existencia independiente de nuestra voluntad, y conocimiento, como la certeza de que el fenómeno es real y que posee características específicas. El interés sociológico por la realidad y por su conocimiento —concluyen parcialmente— puede ser justificable por la relatividad social de ambos conceptos, lo cual no deja de recordarnos que "La primera y más fundamental de las reglas (del método sociológico) es considerar los hechos sociales como si fueran cosas" (Durkheim, 1895 [1950, p. 14].

La relatividad a la cual se refieren Berger y Luckmann se manifestaría en hechos como que el conocimiento del sociólogo sobre la sociedad no es el mismo que tienen sobre ella los sujetos que la componen y que son los estudiados, ya que, dicen, diferentes "aglomeraciones específicas de realidad y de conocimiento pertenecen a contextos sociales específicos… y deben ser objeto de análisis sociológicos adecuados a (cada uno de) esos contextos" (Berger y Luckmann, 1966, p. 2).

Por su parte, Weber pensó que la sociología era la disciplina dedicada al estudio de la acción social y que eso sería lo que le confiere su estatus científico (véase Weber, 1925 [1947, p. 111]). En la definición que hace de esa noción, Weber incluye tanto las "actuaciones inadecuadas" como los "asentimientos pasivos" a situaciones dadas. Sin embargo, hace notar que existen diferencias entre acción social

y otros tipos de acciones, de manera que no cualquier tipo de acción es acción social. Por ejemplo, no lo serían las actuaciones que los actores orientan hacia objetos inanimados. Las actitudes subjetivas constituirían acciones sociales sólo si estuvieran orientadas hacia el comportamiento de otros. Así:

 
María Tereza Montoya  
a. el comportamiento religioso de una persona que sólo se manifiesta en la contemplación o en las oraciones en privado no constituye acciones sociales;

b. no todo tipo de contactos humanos tiene carácter de social; se requiere que esos contactos sean significativos para otros; por ejemplo, el choque accidental entre ciclistas no lo es; en cambio, que esos ciclistas eviten golpearse sí lo es;

c. acción social no necesariamente significa que dos o muchas personas realicen la misma acción al mismo (o a diferentes) tiempo(s), como cuando comienza a llover y todos los transeúntes sacan sus paraguas y los abren;

d. las acciones sociales son diferentes de los actos de sujetos individuales que participan en una multitud que se encuentre confinada a un espacio limitado; según Weber, esas acciones pueden ser propiamente llamadas "acciones condicionadas por las multitudes" y serían la materia propia de la llamada psicología de las multitudes;

e. tampoco la mera imitación de las acciones de otros puede ser llamada propiamente acción social si es puramente reactiva y no tiene orientación significativa hacia quien está siendo imitado;

f. estos últimos dos fenómenos —el comportamiento de las multitudes y la imitación entre actores— se encontrarían en la "frontera indefinida" que separa la acción social de lo que no lo es, cosa que también se aplica a otras situaciones, por ejemplo los hechos que comúnmente se identifican con el tradicionalismo y con el carisma (véase Weber, 1925 [1947, pp. 111-115]).

Para Berger y Luckmann la aparente contradicción entre, por un lado, la facticidad durkheimiana con que ellos definen lo que son la "realidad" social y su "conocimiento", y, por otro, la subjetividad weberiana empleada al definir cuál es el objetivo propio de la sociología, no es sino eso: una contradicción aparente. Ellos piensan, y nosotros también, que mientras la sociedad efectivamente posee la facticidad de la que habla Durkheim, esos hechos por lo general expresan o contienen los significados subjetivos a los que se refiere Weber.1

 
Lupe Marín  
Por su parte, Parsons estableció que una acción social implicaba (1) un agente o actor; (2) un fin o estado futuro de cosas hacia el que se orienta la acción; (3) una situación en la que la acción se orienta, analizable en sus dos tipos de componentes: aquellos sobre los que el actor no tiene control (o condiciones de la acción) y aquellos sobre los que sí lo tiene (o medios de la acción); y (4) una orientación normativa de la acción al seleccionar entre los medios alternativos hacia el fin (Parsons, 1937, pp. 44-45, énfasis nuestros).

Es obvia la doble identificación entre, primero, los elementos sobre los que Parsons dice que el actor no tiene control ("las condiciones") y lo social dado, o como le llaman Berger y Luckmann (1966, p. 1), "el fenómeno que reconocemos como teniendo una existencia independiente de nuestra voluntad",2 y segundo, entre los aspectos sobre los que según Parsons el actor tiene control y lo que, en consonancia con Weber, él llama acción deliberada (purposive action).3

En última instancia, la definición de Weber sugiere que acción social propiamente dicha es aquella que se observa cuando los actores (todos los actores, cada uno de los actores) actúan, aun cuando esperen (o sus acciones impliquen o estén considerando) una respuesta de aquellos hacia quienes los primeros orientaron la acción. Esto conduce a pensar acerca de que, por sutil que parezca la distinción, puede ser válido sugerir que el proponerse observar actores actuando es una tarea diferente de la de observar a esos mismos actores interactuando. Así, quizá pueda proponerse que es, digamos, sociológicamente más completo considerar que la interacción, más que la acción social, es el objeto de la sociología, ya que estaría aludiendo a la acción de quienes la emprenden en tanto que participantes en un intercambio general.

Interacción e intercambio

Un resumen arbitrariamente apretado y simplificado de lo que, en su caso, habría de ser una teoría weberiana de la interacción social tendría que considerar al menos lo siguiente:

a. el término "relación social" se emplea para significar que el comportamiento social de ciertos actores toma en cuenta el de los demás y se orienta por ello;

b. la orientación mutua entre actores puede ser de contenido muy variado: conflicto, hostilidad, atracción sexual, amistad, lealtad, intercambio económico; puede incluir el cumplimiento, la evasión o la denuncia de los términos de un acuerdo, la competencia entre actores y la co-membresía en agrupaciones;

c. en cuanto a las co-membresías, la mera pertenencia a un grupo no implica necesariamente que exista interacción;

 
Olga Tamayo  
d. las partes de una relación no necesariamente están orientadas en los mismos términos respecto de sus asociados o sus contrapartes, esto es, las relaciones pueden ser o no re-cíprocas, a pesar de que haya orientación mutua;

e. de acuerdo con las expectativas que las partes se hacen respecto de una relación entre ellas, ésta sería objetivamente simétrica sólo si significara lo mismo para todas; sin embargo, una relación en que todas las expectativas y actitudes son correspondidas es el caso más extremo, y por ello improbable;

f. las relaciones son de duración o vigencia variable;

g. en una relación el significado subjetivo puede cambiar; por ejemplo, una relación política que se hubiera basado en la solidaridad puede convertirse, bajo ciertas circunstancias, en un conflicto de intereses;

h. los diferentes tipos de interacción dan pie a un mayor o menor grado de formulación racional de su significado subjetivo por parte de los actores involucrados; por ejemplo, en la atracción erótica o la lealtad personal o cualquier otro tipo de relación afectiva, esa posibilidad de formulación racional es mucho menor que en un contrato o relación de negocios;

i. en una relación social el contenido subjetivo se puede acordar por mutuo consentimiento con promesas que comprometen el comportamiento futuro de las partes; en esos casos, en tanto que éstas actúen racionalmente, sus contrapartes se orientarán por ese acuerdo.

Sin embargo, Simmel (1858-1918) estuvo entre los primeros que específicamente llamó la atención sobre la importancia de la interacción como base de la constitución de agregados sociales más amplios. Para Simmel (1917 [1950]) la acción social implica al menos a dos actores, y dice que

aunque para quienes están fuera, el grupo que consiste de dos puede funcionar como una unidad autónoma o superindividual, generalmente sus integrantes no lo viven o consideran así. Más bien, cada uno se siente confrontado sólo por el otro y no por una colectividad que está por encima de sí mismos. La estructura social reside inmediatamente en el uno y el otro (Simmel, 1917 [1950, p. 123]).

En ello, la acción simmeliana se vuelve interacción.

Ésa, que es "la más simple de las formaciones sociológicas, [y que] metodológicamente hablando, es la que opera entre dos elementos", es importante porque "...[c]ontiene el esquema, el germen y el material de una cantidad innumerable de formas más complejas. Sin embargo, su significación sociológica no reside solamente en su extensión o multiplicaciones: en sí misma es una sociación" (Simmel, 1908 [1950, pp. 122-123]). Otros sociólogos comparten esa idea. Por ejemplo, Parsons y Shils (1952) dicen que "la interacción entre ego y alter es la forma más elemental de un sistema social. Las características sociales de esta interacción están presentes en forma más compleja en todos los sistemas sociales" (Parsons y Shils, 1952, p. 105).4

No obstante, pensamos que la interacción social no se compone de encuentros llanos o directos, sino que siempre están mediados al menos por dos tipos de condicionamientos. El primero es que los actores entran en contacto llevando consigo el lugar social que les corresponde en la estructura de la sociedad a la que pertenecen. El segundo es que la sociedad misma ha establecido normas para regular y sancionar las maneras en que esos contactos deben o pueden darse. Por ello, la interacción ha podido ser propiamente vista como un intercambio de valores, información y objetos que son significativos para los actores involucrados en ella.

 
Dolores del Río  
Acerca de lo primero, no hay que olvidar que entre las fuerzas que crean y dan forma a las relaciones están las fuerzas externas a ellas, ya que toda interacción se da en determinados contextos. Estas fuerzas ejercen su influencia sobre los actores sociales cuando interactúan. Surgen de la coexistencia de los diversos agrupamientos sociales amplios, de los impactos que provienen de la cultura y de los múltiples efectos estructuradores de la vida cotidiana vivida en un determinado lugar y en un determinado tiempo (véase Duck, 1993, pp. ix-x).

Acerca de lo segundo, en primer lugar hay que tomar en cuenta que todos los comportamientos o procesos de conformación y ejercicio de las personalidades sociales se dan precisamente a partir de las acciones de individuos y grupos,5 en especial aquellas que son respuesta a las acciones de otros individuos y grupos, o bien acciones que se darían precisamente para provocar respuestas. De ahí que la interacción social —que es central para entender lo que sucede en la sociedad y por ello sostendríamos que es la materia propia de la sociología— se vuelve concreta cuando los actores intercambian objetos, valores e informaciones que les son significativos. Ello sucedería aproximadamente en los términos en que Marcel Mauss (1925 [1969]) lo estableció.6

Una gran aportación de Mauss fue mostrar la manera en que, en las sociedades "primitivas", el intercambio era más frecuentemente considerado como intercambio de regalos y valores intangibles que de bienes económicos. Visto así, el intercambio jugaba el papel de un fuerte cemento social debido a que, independientemente del bien intercambiado, éste llevaba consigo una carga de significados muy variada. Además, aparte de la utilidad práctica del bien intercambiado (económica o de cualquier tipo), en él estarían inmersos significados sociales, mágicos, sentimentales, legales y morales, por lo cual interpretó que se trataba de un "acto social total" (Mauss, 1925 [1969, p. 6 y ss.]). Lo que este autor propuso para las sociedades "primitivas" tiene equivalentes en la vida moderna.

A reserva de que en otra ocasión recordemos la manera en que Mauss sugiere que los intercambios son socialmente forzosos, hasta aquí nos parece que han quedado someramente esbozados algunos de los elementos importantes que servirán para que podamos argumentar por qué creemos que la sociología debe ocuparse del estudio de las relaciones personales, de la conducta o comportamiento de los actores y de su personalidad social.•

* Víctor Hugo Martínez Escamilla es profesor- investigador del Departamento de Sociología de la UAM-Azcapotzalco. Doctor en filosofía por la Universidad de Tulane y miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
Notas

1 "Durkheim sabía de la última mientras Weber sabía de la primera, por lo cual la pregunta central de la sociología podría ser ¿cómo es que los significados subjetivos se convierten en facticidades objetivas? O ¿cómo es que esa actividad humana produce un mundo de cosas? Comprender adecuadamente la `realidad sui generis' de la sociedad [como en Durkheim] implica preguntar sobre la manera en que tal realidad es construida [como en Weber]", Berger y Luckmann, 1966, p. 18.

2 La relación diádica escaparía a esta condición por las razones que explica Simmel: en la diada "la estructura social reside en los dos que la componen, y la secesión de cualquiera de ellos destruye la totalidad. De ahí que la diada no contenga la vida suprapersonal que el individuo siente que le es independiente. Tan pronto como una asociación de tres se constituye, el grupo continúa existiendo incluso cuando uno de sus componentes renuncia al mismo", Simmel, 1908 [1950, p. 123].

3 Acerca de esto Burt (1982, p. 1) dice que "por lo general todos creemos que la acción humana es deliberada, que tiene una lógica, una meta. Esperamos que la acción tenga un propósito. Si yo no tengo una razón para algo que he hecho, es muy probable que fabrique una cuando se me pida explicar mis acciones".

4 Parsons y Shils (1952) aclaran que "En la interacción, ego y alter son objeto de orientación uno del otro. Hay diferencias básicas entre este tipo de orientacion y la orientación hacia objetos no sociales. Primero, a partir de que el resultado de la acción de ego (esto es, el éxito en alcanzar una meta) es contingente en la reacción de alter a lo que ego hace, ego se orienta no solamente a la reacción abierta de alter, sino también a lo que ego espera que las expectativas de alter acerca del otro sean recíprocas o complementarias", Parsons y Shils, 1952, p. 105; énfasis nuestros. Una diferencia entre sus apreciaciones respecto de las de Weber, como se ve, está referida a lo que estos autores entienden por reciprocidad o complementariedad.

5 Por personalidad social aquí se entiende la noción con que se hace referencia al conjunto de comportamientos de los actores sociales que son repetidos y que aluden a la manera típica que ellos tienen de relacionarse con quienes los rodean en el "entorno", "condiciones" o contexto en el que se desarrolla su vida. Y por comportamiento social se entiende la manera, frecuencia, contenido y objetivos a partir de los cuales los actores entran en contacto con otros actores.

6 En sociología, primero Mauss (1925 [1969]) y posteriormente Homans (1958) y Blau (1964), entre otros, han dedicado atención a la interacción social como intercambio.

Bibliografía

Peter M. Blau, Exchange and power in social life, Nueva York, John Wiley, 1964.

Peter L. Berger y Thomas Luckmann, The social construction of reality. A treatise in the sociology of knowledge, Nueva York, Anchor Books-Doubleday, 1966, 219 pp.

R. S. Burt, Toward a structural theory of action. Network models of social structure, perception, and action, Nueva York-Londres, Academic Press, 1982, 381 pp.

Steve Duck (ed.), Social context and relationships, Newbury Park-Londres-Nueva Delhi, Sage Publications, 1993 (Understanding Relationship Processes. Series 3), 198 pp.

Émile Durkheim, The rules of sociological method, Chicago, Free Press, 1895 [1950].

Marcel Mauss, The gift. Forms and functions of exhange in archaic societies, traducción de Ian Cunnison, introducción de E. E. Evans-Pritchard, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1925 [1969], 130 pp.

Talcott Parsons, The structure of social action, 2 vols., Nueva York, Free Press, 1937.

Talcott Parsons y Edward A. Shils (eds.), Toward a general theory of action, Cambridge, Harvard University Press, 1952.

Georg Simmel, The sociology of Georg Simmel, compilación, traducción, edición e introducción de Kurth H. Wolff, Glencoe, The Free Press, 1908 y 1917 [1950], 445 pp.

Max Weber, The theory of social and economic organization, traducción de Talcott Parsons y A. M. Henderson, introducción de T. Parsons, Glencoe, The Free Press, 1925 [1947]. •