Antropología, género, alimentación y nutrición en México

* Sara Elena Pérez-Gil Romo

El presente ensayo tiene como objetivo central reflexionar acerca de cómo han sido estudiadas las mujeres a lo largo de 40 años en la mayoría de los estudios alimentario-nutricionales y rescatar los elementos conceptuales y metodológicos de las ciencias sociales, en especial la antropología, el género y los métodos cualitativos como una herramienta que permitan tener un panorama más real respecto de las diferencias genéricas en la distribución intrafamiliar de los alimentos, de cómo las mujeres perciben los eventos alimentarios —desde la adquisición hasta el lavado de los utensilios—,de cómo viven y perciben su cuerpo y cuáles son sus significados, entre otros aspectos. Para ello, se dividió el trabajo en tres apartados: en el primero se hace una breve introducción sobre cómo son conceptualizadas las mujeres en el discurso oficial sanitario internacional. Posteriormente, se realiza un recorrido por las principales encuestas alimentarias y nutricionales que se han llevado a cabo en el país desde hace 45 años, y al final, en un tercer apartado, se discuten los aportes de la antropología, el género y la metodología cualitativa como una alternativa teórica-metodológica en el abordaje y la comprensión de la alimentación y del estado nutricional de las mujeres.

Las mujeres en el discurso oficial sanitario

Los problemas de alimentación y nutrición de los habitantes en América Latina han sido temas de investigación y acción desde hace varias décadas, sin embargo, lo que ocurre con las mujeres en estos mismos temas no se conoce con exactitud. Podría afirmarse que el interés por la salud de la mujer es relativamente reciente.* En su informe con motivo del Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer, el director general de la Organización Mundial de la Salud (oms) manifestó que es paradójico "que al tiempo que las sociedades dependen en tan gran medida de la mujer para la prestación de la atención de salud, descuidan con tanta frecuencia las necesidades sanitarias de la propia mujer".1 En el mismo informe se recomiendan una serie de acciones en beneficio de la situación alimentaria y nutricia de las mujeres, entre las que destacan facilitar que éstas puedan poseer y administrar los fondos necesarios para nutrirse adecuadamente y nutrir bien a sus hijos; fomentar actividades que den a conocer mejor cuáles son sus necesidades nutricionales especiales, en particular durante el embarazo y la lactancia; promover un apoyo social que facilite el reposo suficiente a las mujeres durante el último trimestre del embarazo y la lactancia; promover intervenciones que permitan reducir la prevalencia de anemia nutricional en ellas, sobre todo durante el embarazo; favorecer el cambio de actitudes discriminatorias en la familia respecto de la distribución de alimentos en detrimento de las niñas o de las mujeres; e informar adecuadamente a éstas respecto de la dieta familiar. De acuerdo con estas propuestas, al menos a nivel de discurso, la salud y la nutrición de las mujeres son preocupación de los organismos internacionales de salud.

 
El barandal,
1959, París,
óleo sobre tela,
92 x 73 cm. Fotografía de
Rafael Doniz.
 
Se estima que en las Américas más o menos nueve millones de niños menores de cinco años padecen desnutrición moderada o grave, y otro tanto desnutrición leve.2 Por lo menos la mitad de esos desnutridos son niñas, lo cual tiene un mayor significado biológico y a largo plazo, dado que las mujeres desnutridas y de corta estatura dan a luz niños más pequeños, con bajo peso, que son los supervivientes y cuyo crecimiento total es menor que el que su potencial genético permitiría.**

Las mujeres vistas por los(as) interesados(as) en alimentación y nutrición en México

México es uno de los países en América Latina con mayor experiencia en la realización de encuestas alimentario-nutricionales desde hace más de cuatro décadas. Durante los primeros años los estudios apuntaron a conocer la magnitud de la situación nutricional infantil y preescolar del país y a determinar las principales zonas geográficas con mayores problemas. La investigación que predominó, y que hasta cierto punto predomina en la actualidad, ya que no podría afirmarse que ha desaparecido, es la de tipo positivista, es decir, aquella que privilegia los métodos cuantitativos, la medición numérica, el análisis de las relaciones causales entre variables, la que hace hincapié en la objetividad, en la verificación de las hipótesis, etc. La estadística constituye, sin lugar a dudas, el instrumento apropiado para medir los fenómenos alimentarios y nutricios "objetivamente", así como para estimar su variabilidad y su grado de generalización.

El jardín de la sirena,
1961, óleo sobre tela,
75.5 x 35 cm.
Fotografía de Rafael Doniz.

Lo anterior significó que en 1974, cuando se habían realizado más de 35 encuestas a lo largo de todo el país, Chávez3 expresara que la información derivada "resultó muy técnica", situación que permitiría, según el investigador, la mejor planeación de programas diversos tanto regionales como nacionales. Los datos derivados de esas primeras encuestas cuantitativas de alimentación únicamente permitieron conocer los consumos de alimentos y de nutrimentos a nivel per cápita diario, que al compararse con los requerimientos establecidos para ese momento sólo proporcionaban porcentajes de adecuación para cada uno de los nutrimentos. En suma, la cuantificación de la ingesta de alimentos, y por consiguiente de las kilocalorías y del resto de los nutrimentos a nivel per cápita, era lo relevante para tener un panorama de la situación nutricional en México.

La información sobre el estado clínico nutricional de los preescolares medido en términos de sus pesos y tallas, así como la revisión de sus principales signos clínicos, muy ocasionalmente se analizaban en función del sexo, aunque sí por rangos de edad. Así, se observa que para mediados de los años setenta, aun cuando ya se tenía un amplio conocimiento de la magnitud del problema nutricio en México, no se conocía la dinámica de la distribución intrafamiliar de alimentos, el estado nutricio de las mujeres, de los varones, sus percepciones, sus saberes, etc. Podría afirmarse que las mujeres se hicieron presentes en los estudios nutricionales cuando los temas de lactancia, ablactación, destete y alimentación infantil cobraron relevancia; sin embargo, esta presencia generalmente fue —y, ¿por qué no decirlo?, continúa siendo para la mayoría— de mujeres en tanto madres. Críticas a esta visión tradicional de las mujeres las podemos encontrar en el texto de Franco Basaglia4 que, aunque no hace una referencia explícita a las condiciones de alimentación de las mujeres, señala acertadamente que el rol femenino se encierra en el concepto de "seres para otros y sustento para otros". Además de otros artículos ya relacionados con la nutrición, que discuten la óptica con la que las mujeres han sido caracterizadas en la mayor parte de los programas de salud, es decir, como "correa entre los servicios de salud y el hogar"5 o bien, como "receptoras de la educación nutricional".5/6

En 1975 se publicó una monografía con motivo del Año Internacional de la Mujer7 en el que las autoras

se dieron a la tarea de dar a conocer algunos aspectos de la problemática de la mujer rural (...) no sólo denunciar una situación, sino invitar a todos a pensar en las medidas concretas para su solución, y sobre todo actuar organizadamente para que en forma efectiva la sociedad logre el ejercicio, en plenitud, de los derechos de la mujer.

Es, tal vez, de los primeros documentos en el que se denuncian las agresiones del ambiente, biológicas y sociales que deterioran la salud y el bienestar de las mujeres, dentro del campo de la nutrición en el país.

Entre 1974 y 1998 se realizaron en México varias encuestas nacionales de alimentación y nutrición. Las encuestas efectuadas en 1988, 1996 y 1998, a diferencia de las de 1974 y 1979, analizaron algunos indicadores alimentarios y de nutrición de las mujeres. Por ejemplo, en la encuesta de 1988 se estudiaron los niveles de hemoglobina de las mujeres en edades reproductivas, encontrándose que casi 14% de ellas presentaban algún grado de anemia. La anemia en mujeres de edad reproductiva tiene serios efectos en los padecimientos perinatales.

Algunos datos más recientes señalan que alrededor de 36% de las mujeres están en un rango deseable de peso —con un índice de masa corporal entre 25 y 29.9, el cual se considera como normal—, 38.9% tienen un índice bajo y poco más de 25% se encuentran entre el grupo de obesas y muy obesas.8 En la encuesta nacional de 1996 aunque se describe el consumo de alimentos, de nutrimentos y los porcentajes de adecuación, no se realizan análisis de género. En realidad ninguna de las encuestas compara los consumos entre los sexos y menos aún los analiza con una perspectiva de género, sino que únicamente se describen las ingestas. La información preliminar derivada de la encuesta de 1998 no permite todavía conocer el estado nutricio de la población menor de cinco años desagregada por sexo. El análisis de los datos se presenta por grupos de edad y por lo que los investigadores denominaron estrato rural y urbano.9 Esperamos el tomo II de la Encuesta Nacional de Nutrición de 1998, que proporcionará datos sobre la situación nutricia en el grupo de mujeres en edad fértil.

 

Lola Beltrán

 
En síntesis, cabe resaltar lo que expresan Gueri y colaboradoras9 en cuanto a que en la búsqueda de información sobre el estado nutricional de la mujer en las Américas, lo primero que llama la atención es la escasez de datos desagregados por sexo; y cuando los hay, de acuerdo con Langer y Lozano, los niños y las niñas en México se encuentran en condiciones semejantes de nutrición y no existen evidencias para pensar en una discriminación en contra del género femenino.10 No obstante, al analizar la escasa información cuantitativa y cualitativa disponible, surge una serie de inquietudes y preguntas que ponen de manifiesto la necesidad de dicha desagregación.

Una alternativa en la aproximación teórico-metodológica en los estudios de alimentación y nutrición


Las ciencias sociales y las de la salud, tal y como lo expresa Castro,11 se encuentran emparentadas desde su mismo nacimiento, y su origen común hacía natural para médicos como Virchow definir la medicina como una ciencia social y a sociólogos como Spencer definir a la sociedad como un organismo vivo, análogo a una célula. Castro, de manera acertada dice:

    al madurar en la construcción de sus propios objetos de estudio y en el diseño de sus métodos científicos, las ciencias de la salud y las ciencias sociales abandonaron esas metáforas comunes y se sumaron a la tradición científica occidental que privilegia el desarrollo de las nuevas ciencias autónomas que no siempre dialogan entre sí y que constituyen, cada una, un recorte específico de la realidad.11

Sin título, s.f.,
tinta sobre papel,
23.5 x 30 cm.
Fotografía de Rafael Doniz.

Ahora bien, pero ¿qué sucede con los problemas de salud y especialmente de alimentación y nutrición?, ¿qué disciplina o ciencia los estudia?, ¿bajo qué supuestos ontológicos, epistemológicos y metodológicos se abordan dichos problemas? Y ¿qué tipo de profesionales se interesan en su abordaje? y ¿bajo qué óptica los estudian? Las respuestas hasta cierto punto son fáciles debido a las fronteras disciplinarias tan marcadas que todavía se mantienen hasta nuestros días, en especial las relacionadas con la medicina: los problemas de nutrición, según la visión biomédica predominante, tienen un alto contenido biologicista y aunque se reconoce que "lo social" está presente, se enfatiza en la relación de variables que privilegian la medición y el análisis de relaciones causales entre variables biológicas y sociales. El supuesto ontológico fundamental es que existe una realidad social que es independiente de los individuos, y que es cognoscible mediante procedimientos objetivos, sobre todo la cuantificación. Los médicos especialistas en nutrición y las(os) nutriólogas(os) que son los principales interesados en los temas de alimentación y nutrición, casi siempre mantienen un acercamiento biologicista e individual al problema.

Las ciencias sociales no han quedado exentas de las características mencionadas y prueba de ello es que durante los primeros 20 años posteriores a la Segunda Guerra Mundial la sociología "científica" era sinónimo de sociología "cuantitativa", debido a la influencia positivista bajo la cual se había desarrollado: la objetividad, la rigurosidad, la confiabilidad, la validez y la verificación, es decir, los aspectos metodológicos centrales de las ciencias físico-naturales, se convirtieron también en la aspiración fundamental de los científicos sociales. La antropología tampoco es ajena a esta situación. Sin embargo, ha salido mejor librada que la sociología, especialmente si se piensa en los estudios de tipo cultural o transcultural realizados alrededor de los años cincuenta. Lamas12 menciona que si tuviera que elegir un concepto que distinguiera a la antropología de las demás ciencias, éste sería el de "cultura", sin pretender afirmar que la cultura haya sido entendida de la misma manera por todos los antropólogos, sino que ha sido un concepto central y definitorio de la antropología ante las otras ciencias sociales.

Específicamente sobre el caso de la alimentación y nutrición, la visión de la antropología plantea en términos generales lo siguiente: la alimentación satisface una necesidad biológica primaria del hombre entendido como un ser social dotado de cultura. A su vez, la cultura influye sobre el comportamiento relacionado con el consumo de alimentos y en última instancia sobre el estado nutricio de la gama de individuos que integran cada población humana. El análisis del proceso alimentación-nutrición justifica la existencia de un enfoque interdisciplinario en el que participan especialistas de las ciencias naturales, las sociales y las humanidades. Entre estas últimas destaca la antropología, cuyo enfoque es holístico y particularmente apto para analizar el fenómeno alimentario.13

Al adentrarnos al concepto de género, como parte sustantiva de la antropología, ésta se ha interesado desde siempre en cómo la cultura expresa las diferencias entre varones y mujeres. El interés principal de los antropólogos, retomando a Lamas, ha sido básicamente la forma en que cada cultura manifiesta esa diferencia. En forma textual, la investigadora dice: "los papeles sexuales supuestamente debidos a una originaria división del trabajo basada en la diferencia biológica (léase maternidad) han sido descritos etnográficamente. Aunque en menor grado también se ha buscado establecer qué tan variables o universales son comparándolos transculturalmente".12 No es objetivo de este ensayo hacer un recuento de quiénes han estudiado estas diferencias y quiénes han ido más allá de la mera descripción etnográfica, sino rescatar que la visión de la antropología sobre el proceso de alimentación y nutrición puede sacar a relucir este proceso como contrapunto de las manifestaciones sociales, tanto en sus aspectos concretos como en los simbólicos.

El análisis de la alimentación como un hecho social, a diferencia del análisis biomédico, coloca al investigador social ante la disyuntiva de estudiar un pequeño número de componentes de un grupo social, en una amplia muestra de individuos (enfoque sociológico) o un gran número de componentes en una muestra simple (enfoque antropológico). A diferencia del primer enfoque que privilegia a las encuestas, en el segundo se destaca la importancia de aquellas técnicas que requieren de mayor tiempo de permanencia del investigador entre el grupo estudiado, y ofrecen mayor información cualitativa; pero sobre todo abarcan el campo de las motivaciones profundas de la cultura y de la urdimbre del conjunto humano con quien se trabaja.13

 
 
   
Sin título, 1947,
óleo sobre tela,
60 x 50 cm.
Fotografía de Rafael Doniz.
Es, pues, dentro de este marco teórico-metodológico que ofrece la antropología, aunado a la teoría y perspectiva de género, que los estudios alimentario-nutricionales pueden desarrollarse y aportar otros conocimientos que van más allá de los análisis de relaciones causales entre variables. De ninguna manera se pretende restar importancia a los métodos cuantitativos ampliamente utilizados en los estudios nutricionales, sino repetir lo que expresa Castro para el caso de los cientistas sociales y que también se aplica a las(os) nutriólogas(os): deben estar conscientes del supuesto de isomorfismo al aplicar métodos cuantitativos; en consecuencia, el marco teórico utilizado debe suponer (explícita o implícitamente) que el fenómeno estudiado posee propiedades numéricas. Asimismo, deben estar conscientes de las consecuencias de aplicar métodos numéricos en el caso de que el supuesto de isomorfismo no se cumpla: el método forzaría la naturaleza de los hallazgos e impondría sobre ellos relaciones carentes de sentido, aun en el caso de que las pruebas de significancia resultaran satisfactorias.14

Tradicionalmente las investigaciones antropológicas sobre el proceso alimentario-nutricional tienen como propósito fundamental establecer la relación entre recursos naturales, su uso como alimentos y las consecuencias nutricionales y sociales de consumo sobre el grupo humano. Los recursos naturales, las técnicas de explotación de la naturaleza, la producción, la preparación y cocina, los episodios de la comida, el consumo, los hábitos de alimentos y el estado nutricio y su efecto sobre la salud son elementos que hasta el momento han estudiado tanto los médicos, las(os) nutriólogas(os) de comunidades y los antropólogos interesados en el tema alimentario. Sin embargo, estas mismas temáticas problematizadas bajo la teoría y perspectiva de género y abordadas a través de una metodología cualitativa han sido escasas.

Por último, es necesario resaltar que en el reencuentro entre las ciencias sociales y las ciencias de la salud, que para el caso que aquí nos ocupa son la antropología y la nutrición, reconozca y respete los aportes de cada una, de tal forma que la comprensión en los métodos que privilegian cada una de ellas superen los problemas de comunicación y de entendimiento que aún persisten. Si lo que se pretende es profundizar en la problemática nutricional y alimentaria de las mujeres en cualquier etapa de su vida, se debe dar cabida a la diversidad disciplinaria, respetando las especificidades de cada disciplina. Sólo fortaleciendo la interdisciplinariedad será posible acceder a una nueva etapa de desarrollo teórico y aplicativo en el campo de la alimentación y nutrición femenina.•

*Sara Elena Pérez-Gil Romo (ciudad de México, 1948) es nutricionista en salud pública de la Escuela de Salud Pública, licenciada en sociología de la FCPYS de la unam, especialista en estudios de la mujer de El Colegio de México, investigadora titular B del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y profesora-investigadora del Departamento de Atención a la Salud de la UAM-X.
Notas

1 oms, La mujer, la salud y el desarrollo, informe del director general, Ginebra, Publicaciones en Ofset 90, 1985.

2 ops, Las condiciones de salud en las Américas, Washington, Publicación Científica, 524, 1990.

3 A. Chávez, "Introducción", en Encuestas nutricionales en México (Encuestas familiares), volumen II, estudios de 1963 a 1974, México, edición L-21, conacyt-pronal-División de Nutrición, 1976.

4 F. Basaglia, Mujer, locura y sociedad, México, Universidad Autónoma de Puebla, 1985.

5 D. Cardaci, "Educación nutricional: Mujeres culpabilizando mujeres", en Mujeres y medicina, núm. 4, pp. 15-24, México, UAM-X, 1990.

6 S. E. Pérez-Gil, "La perspectiva de género: una alternativa en los estudios de alimentación y nutrición", en J. Aréchiga y M. Bertran (coords.), Significación sociocultural de la variación morfológica, México, unam, 1997.

7 M. Chávez y C. Martínez, El nivel de vida de la mujer campesina, México, División de Nutrición, L-46, 1982.

8 ssa, Cuadernos de Salud 5. Problemas pretransnacionales. Nutrición y salud. Un menú para la familia, México, 1994.

9 M. Gueri y colaboradoras, "Mujer y nutrición en las Américas, problemas y perspectivas", en E. Gómez (ed.), Género, mujer y salud, Washington, 1993, Publicación 541, ops, pp. 130-142.

10 A. Langer y R. Lozano, "1. Condición de la mujer y salud", en J. G. Figueroa, La condición de la mujer en el espacio de salud, México, El Colegio de México, 1999, pp. 33-82.

11 R. Castro, "Editorial. Ciencias sociales y ciencias de la salud: dificultades de la interacción y alternativas de solución", en Salud Pública de México, 38 (4), 1996, pp. 225-226.

12 M. Lamas, "La antropología feminista y la categoría género", en Nueva Antropología, vol. VIII (30), 1986, pp. 147-172.

13 I. de Garine y L. A. Vargas, "Introducción a las investigaciones antropológicas sobre alimentación y nutrición", en Cuadernos de Nutrición, México, 1997, pp. 21-28.

14 R. Castro, "En busca del significado: supuestos alcances y limitaciones del análisis cualitativo", en Y. Szasz y S. Lerner (comps.), Para comprender la subjetividad. Investigación cualitativa en salud reproductiva y sexual, México, El Colegio de México, 1996, pp. 57-88.


* Como hitos a nivel internacional, es importante destacar el reconocimiento de las Naciones Unidas del inicio de la década de la mujer a partir de 1976 y la Iniciativa para una Maternidad sin Riesgos, que fue lanzada en 1987.

** Estudios antropométricos realizados en mujeres indígenas chiapanecas que viven en la zona de conflicto muestran un promedio de estatura de 147.7 cm, con un rango de entre 121 y 161 cm. Al compararlas con la referencia de Rafael Ramos Galván, únicamente con fines ilustrativos, la diferencia es de 13.8 cm menos para las chiapanecas.•