Kuiz López *Carmen
Nozal
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La pintura
mítica es un vínculo establecido
entre el pasado y el presente. Pierre Grimal
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Autodidacta y polifacético,
hombre de conocimiento, respetado chamán y guardián del Centro
Ceremonial de Malinalco, cultivador de mitos y casi una leyenda, Kuiz —que
en náhuatl significa "pájaro montero"— comienza a pintar
a la edad de cinco años. Desde entonces frecuentó el taller
de Rufino Tamayo, por la cercanía que su padre entabló con
él. "Tamayo me pedía que le contara historias relacionadas
con los mitos y leyendas de mi tradición y yo las improvisaba. Le
describía las imágenes como me las imaginaba, hasta que un
día me dijo que dibujara en el lienzo lo que le decía con
palabras". Así, comenzó su viaje por el universo del color
y el mundo de la forma, aprendiendo de su maestro las texturas, la pintura
mural de lo maya-azteca. Incluso, aún en la actualidad, usa las
texturas con polvo de mármol para dar la apariencia de muro, utilizada
en los frescos mayas. Además de Rufino Tamayo, la obra de Francisco
Toledo ha ejercido influencia en su trabajo pictórico, por la sugerencia
del misterio indígena.
Para él, pintar es continuar con la simbología y cultura ancestral. "Mi pintura es congruente con mi vida, porque practico constantemente la tradición". En sus temas predominan los conceptos filosóficos, la representación de los elementos de la naturaleza como intentos de contemporaneizar el mensaje de sus antepasados. "El ser humano es parte del cosmos. Incluso, el ser humano actual, el que ha perdido la memoria de su misión en la tierra y no recuerda el mandato divino ni su trabajo como fuerza armonizadora. Me molesta la falta de espiritualidad contemporánea. Pareciera que ya no hubiese tiempo para dialogar con lo sagrado. Nos hemos desvinculado de una realización interior por estar ocupados del mundo material". Generalmente, en su trabajo prevalece el color azul en todas sus gamas, porque representa el color del espíritu. Utiliza acrílicos, óleos para lograr las transparencias, mezcla los pigmentos, a veces sobre papel, prefiriendo la lona por la solidez de los tratamientos de texturas. Sin embargo, le importa más el contenido que la técnica, pues ésta ya la tiene muy definida. "Como ya existe un código simbólico de la naturaleza y sus elementos, pienso en un mensaje general, donde pueda construir y balancear mis elementos plásticos. Elijo mis temas según mis estadíos mentales; la intuición me da los símbolos". Más que la inspiración,
siente la disciplina del trabajo, la cual le ha permitido traspasar umbrales
para llegar a las esencias. Y esa misma disciplina que se ha creado lo
ha llevado a pintar por series y trabajar tres o cuatro obras a la vez,
dedicando dos o tres días en finalizar cada cuadro. Aunque es un
autor que parte del acto premeditado de cuanto realiza, se le han presentado
situaciones en las que su pintura cambia por sí misma de rumbo.
"Un ejemplo reciente sucedió con Espíritus del maíz.
Al principio, pensaba representar únicamente las milpas y el Quetzalcóatl
Kukulkán, pero la misma pintura me arrastró a esbozar los
rostros de infinidad de niños en las mazorcas, estableciéndose
entre ellas una comunicación sagrada".
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De su pintura, exhibida en numerosas galerías de México y el extranjero, se ha dicho que más que artística tiene una fuerte expresión espiritual, puesto que nace del espíritu y cumple su tránsito al tocar el alma del espectador. Durante una exposición colectiva de pintura indígena, realizada en Suiza, se publicó un artículo donde se citaba el trabajo de Kuiz López: "En su pintura se anuncia un resurgimiento del arte indio. En su planteamiento filosófico existe una contemporaneidad que permite revivir la atmósfera de la cultura antigua". En la actualidad, trabaja paralelamente en dos proyectos: uno, de cine documental, en colaboración con Ricardo Antuna, director de la serie Los hombres rojos: raíces y tradición milenaria, donde Kuiz López realiza el papel de conductor, como portavoz depositario de la tradición oral; y otro, de plástica, para una exposición individual organizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah) en Cancún, donde se exhibirán obras en formato de mural con temas diversos, entre los que destacan el árbol de la vida, la fusión de soles y el mundo acuático. En estas obras destaca el
mundo mitológico que narra, pictóricamente, acciones que
pertenecen al pasado y que resultan memorables, reactualizando ese tiempo
sagrado en el que se suscitaron los acontecimientos que refieren. En ellas,
la presencia de lo humano y lo divino es sutil: responde al mundo simbólico
mediante el cual se puede descubrir la otra cara del sol, su parte nocturna
o funeraria y, en cierto modo, negativa, pero invisible en tanto que fenómeno
cósmico.•
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