Deseos
involuntarios
Aproximaciones
a la obra plástica de Elke Zemelka
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Y los cuerpos como ramas
tronchadas
y como raíces
desenterradas.
Giorgos Seferis1
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La mutilación que anuncia el poeta
griego semeja el sentido de la composición plástica de Elke
Zemelka: los cuerpos como fragmentos y la renuncia al desplazamiento de
las pieles. Se atisba una inmovilidad angustiante donde las partes suplantan
al todo, en un acercamiento brutal, y especialmente ambiguo, que magnifica
las texturas sin permitir su reconocimiento pleno. Señas de identidad
y huellas de vida sin rostro, de género ausente y fantasmal, como
si el deseo no se ocupase, o tuviera que hacerlo, de sexualidades concretas
y de formas particulares.
Toda convención erótica se evapora, cediendo su sitio
a la imaginación, interesada y cómplice, de quien observa
esos trozos de materia otorgándoles un uso distinto del que, en
principio, tendrían. La voracidad del placer ronda la geografía
de los cuadros, sin que los apetitos sean saciados. Están allí
a la espera, anhelantes, aguardando la ocasión propicia para dar
rienda suelta a su íntima satisfacción.
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Fragmento 2, 2002,
mixta/papel, 60x60 cm |
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Fragmento 10 (tríptico), 2002, mixta/papel, 90x60 cm
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Y ello ocurre sin que aparezcan, así sea
veladamente, caras y gestualidades, manos o sentidos en acción.
Desmembramiento de la seducción, que por ello sale —desde la mirada
del espectador pornógrafo— fortalecida. La genitalidad ha quedado
confinada al espacio de lo simbólico, al lugar del otro que —claro
está— define, construye y establece quien completa la escena desde
su mirada, esa que antecede y prefigura el tacto. La aprehensión
óptica como lectura y ejercicio de las posibilidades mismas de una
carnalidad abierta.
Resplandece la falta: no se percibe encuentro alguno, son pasajes solitarios
que eluden, incluso, el tiempo, puesto que se resisten a representar fases,
episodios o momentos. Los escarceos resultan figuración del sujeto
que ve una superficie acotada de epidermis. Reposo atemorizante que sobredetermina
y agiganta lo que no está presente, como órganos funcionales
o como sensores instrumentales. De algún modo, presenciamos el despliegue
inquietante de un secreto intuido: el de la cópula postergada.
El cuerpo humano se transforma en un rompecabezas, suma de piezas que
aluden, sugieren y suplantan zonas erógenas y, en consecuencia,
acciones sexuales específicas. Quienes observamos estamos incorporados
en la trama inconclusa de los papeles individuales, dípticos y trípticos
de Elke Zemelka, y en razón de lo cual estamos obligados a formular
una estructura narrativa a partir de esas imágenes que, parciales,
simulan episodios de procesos más complejos. El placer irrumpe de
manera no secuencial, ensimismado, facultado para encontrar o adosar la
integridad anatómica en los jirones físicos. |
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Fragmento 4, 2002, mixta/papel, 60x60
cm |
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Fragmentos 1 (tríptico), 2002, mixta/papel,
60x60 cm c/u
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El misterio de semejante sexualidad deviene reconocible
sólo mediante el recurso a la interpretación y la fantasía,
ya que no comparece en alguna modalidad evidente o directa. Así,
la hipotética intención de la artista se cumple única
y exclusivamente gracias a la colaboración de un intérprete
que es espectador y que, por lo tanto, está forzado a recurrir a
sus propias prácticas sexuales y a su personal concepción
sobre la sensualidad y el gozo. La naturaleza erótica de este discurso
plástico se localiza en sentido estricto fuera de sus límites,
se sitúa más allá de los confines de los cuadros,
descansa por completo en la curiosidad —acaso el morbo— de quien desde
la vista genera una sustitución: de unas fosas nasales por unas
caderas, de una axila por un orificio penetrable, de unas rodillas flexionadas
por una entrepierna, de un codo por un seno. |
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Fragmentos 11 (díptico),
2002, mixta/papel, 90x60 cm |
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Fragmento 9 (díptico), 2002, mixta/papel, 90x60 cm
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La moraleja reside en que la seducción y el erotismo
remiten a lo imaginario, a esa virtualidad de sueño y vigilia que
es el deseo de los sujetos, y también a cómo estos mismos
seres construyen y postulan aspiraciones de placer, más allá
de lo que las convenciones sociales establecen. Ninguna condición
muestra con tanta transparencia la soledad del sujeto que el imperativo
del placer y el vuelo del deseo. La perversión de la pintora reside
en detonar, con notable discreción y a posar de ello obscenidad,
nuestras más bajas pasiones, esas que Aristóteles definía
como del bajo vientre. A Elke Zemelka habrá que agradecerle que,
con el despliegue de sus motivos pictóricos, nos permita atisbar
nuestras ilusiones y enfrentar nuestros fantasmas.• |
*Luis
Ignacio Sáinz (Guadalajara, Jalisco, 1960) es politólogo
egresado de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Ensayista dedicado a temas de filosofía y teoría política
y estética. Entre sus libros destacan: Los apetitos del Leviatán
y las razones del Minotauro; México frente al Anschluss:
La anexión de Austria por la Alemania nacional-socialista en 1938;
Disfraz
y deseo del jorobado: Hacia una teoría del amor cínico en
Juan Ruiz de Alarcón; Nuevas tendencias del Estado contemporáneo;
Entre el dragón y la sirena, la Virgen: Apuntes sobre un
cuadro de Baltasar de Echave Ibía; Hermenéutica
política y dominación;
Xavier Esqueda: Un homenaje,
e
Irma Palacios: poesía de la tierra. De próxima aparición:
La
cárcel de la metáfora: ensayos sobre América Latina. |
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Fragmento 6, 2002, mixta/papel, 60x60 cm
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Notas
1"Días
de junio del '41", en Diario de a bordo II, traducción del
griego de Guadalupe Flores Liera, en Alforja-Revista de Poesía,
México, otoño, 2001, p. 103. |
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