Escribir por escribir
*Ilallalí Hernández Rodríguez 
Los sueños y las novelas están hechos, en esencia, del mismo material, es por eso que a lo largo de la historia hemos escuchado los casos de aquellos escritores que consiguieron encontrar la identidad de la trama, o a veces, la trama entera, después de un sueño. Aseguró Stevenson que soñó entero El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde en una noche de fiebre y enfermedad. Aunque muchos otros sostuvieron que este libro salió en realidad de una dosis masiva de cocaína. Sin embargo, es claro que los sueños siempre han estado relacionados con la escritura. Incluso el mismo Stevenson aseguraba que existían unos duendecillos que soñaban la historia por él y que se la soplaban al oído, a menudo dejándolo sin saber lo que sucedería con el texto. 

Es la materia del sueño de gran importancia para la escritura, pues es precisamente en ese estado en que las horas del sueño y la vigilia no se han fundido en realidad, en donde se encuentran muchos relatos esperando a que el escritor los descubra, y despierte manteniendo en sus ojos el vestigio de esos reinos, antes de condenarlos, irremediablemente, al olvido. Esta naturaleza de las letras, de esos pensamientos huidizos que cuando apenas empiezan a tomar forma, de pronto, se desvanecen, inevitablemente. Virginia Wolf lo explica más claramente cuando nos dice que "escribir no es, ni mucho menos, un arte fácil. Al pensar lo que se va a escribir, parece fácil. Pero el pensamiento se evapora, huye allá y acullá".

Escribir es explorar, es iniciar de cero, es regresar conforme se va avanzando, o en las palabras de Doctorow "planear una novela no es escribir. Esbozar un libro no es escribir. Investigar no es escribir. Hablar con la gente sobre lo que se escribe, tampoco es escribir. Escribir es escribir". Es justamente cuando tenemos un libro en las manos que entendemos lo que realmente es escribir. Y qué mejor excusa para reunirnos que para hablar de lo que verdaderamente es escribir, y que ahora se plasma en la obra del escritor saltillense Armando Alanís Canales.

Hay algo muy importante en esta obra, que es la elección del punto de vista narrativo. Se sabe desde los tiempos y los ensayos de Henry James que esto determina la eficacia o el fracaso de la narración. Al decidir desde dónde, pero sobre todo desde quién, habrá de contarse la historia, el novelista tiene resuelto el tono —la dimensión emotiva, el alma— de su composición. Por ello cuando Alanís Canales elige contar la historia desde diversos puntos de vista, con voces variadas en cada uno de los cuatro capítulos que integran a la obra, nos acerca como lectores a su personaje central, Alma, una mujer que se instala en la situación, de tal modo que deja de ser un personaje y se transforma en una persona, que se siente muy bien en su propia piel, pues está dispuesta a transgredir los límites establecidos.

Este libro logra ser muchas veces una esfera de cristal en donde el micro y el macrocosmos se unen en una vi-sión que aniquila la realidad para crear otra. Es así como a través de cada pá-gina se consigue que Alma se matice, presentándonos sus memorias verti-das, a veces, en las historias de los demás personajes, que nos da ese misterio que empieza precisamente con la explicación, que cada uno cree tener de Alma.

Federico Campbell afirma que toda la literatura que verdaderamente cuenta es tremendamente delatora de los sentimientos que todo ser humano experimenta, aunque esté representado bajo la forma de un escarabajo. Lo que pasa es que nosotros somos escarabajos sin caparazón, de carne y hueso, y si queda la duda de si somos o no personajes o personas, ¿qué importa?

Ciertamente nos encontramos ante una historia donde el deseo, la pasión y la soledad se entremezclan impregnados de la feminidad que Alma deja con sus pasos livianos en cada parte de la novela. Es en la descripción de aquellas noches de bohemia, cuando el cielo se torna melancólicamente oscuro y se logran escuchar los relatos, que hacen eco en la casa de los murales.

Es esa mujer bella, que incluso guarda un poco de maldad, de perversión, que inspira y que rechaza, que libremente camina, sin que el aire la roce y sin que alguien la logre atrapar, trayendo siempre consigo esos secretos íntimos, a veces dolorosos, que le enseñaron a no tenerle miedo a la verdad. Pero Alma, contradictoriamente, a veces nos recuerda que la mentira y la pasión valen más que mil verdades.

La obra entera logra transmitirnos un vértigo, el sentimiento que nos entrega la certeza de que algo sucederá, ese desorden que es la condición natural a cada instante, presentando esas vidas que coinciden, esos personajes que caminan hacia el borde, en donde nosotros lectores, sin darnos cuenta, caminamos con ellos, y sólo hace falta dar el salto al vacío, para seguir sintiendo ese vértigo del principio. 

 
 
 
 
   
Muchas veces las novelas son consideradas ficciones, o relatos tomados de la realidad y modificados por la pluma, sin embargo, siempre que se escribe se logra, aunque ese no sea el objetivo, sacar a la luz un fragmento muy profundo del inconsciente. Es con esta novela, la primera de Armando Alanís, que recordamos por qué la palabra es lo que nos hace verdaderamente humanos.•

Armando Alanís Canales, Alma sin dueño, México, CNCA (El Guardagujas), 2003, 132 pp. • 

*Ilallalí Hernández Rodríguez estudió la licenciatura en ciencias de la comunicación. En 2001 fue primer lugar en el Concurso de Literatura del injuede (del estado de Hidalgo) en cuento. Ha asistido a diversos talleres literarios. Asiste en la actualidad a la Escuela Dinámica de Escritores.