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Miguel A. Casillas
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Para toda tradición
intelectual las maneras de construir un sistema de análisis, dominar
un lenguaje común y seguir una estrategia de comprensión
crítica de la realidad, pasan por la claridad y el rigor con los
que se trabaje en términos conceptuales. El análisis científico
en sociología se encuentra constantemente frente al obstáculo
de hablar y comunicar sobre la base de un lenguaje con múltiples
significaciones. Esto se expresa, por ejemplo, en la diferencia entre el
significado de sentido común y el sentido sociológico de
múltiples términos. El mismo problema sucede entre las diferentes
concepciones y teorías que constituyen la disciplina sociológica.
La utilización de un concepto, la construcción de un medio de expresión, está indisolublemente ligado a los modos de razonamiento, como insiste Norbert Elias (1991). Es por eso que los procesos de estudio y aprendizaje representan a la vez un esfuerzo por dominar un lenguaje específico y una manera de pensar. Entre estudiantes y profesores las nociones de campo o capital se utilizan frecuentemente, sin necesidad de precisar su sentido o significado específico. Así sucede cuando los interlocutores han construido un lenguaje común, con significados compartidos. Esta preocupación sobre la significación conceptual está en el origen de este ensayo, el cual no tiene la intención de ser una disertación metodológica ni de hacer un resumen de la obra de Pierre Bourdieu. Es simplemente un esfuerzo de síntesis que me ha permitido ordenar mi trabajo de investigación sobre el campo universitario mexicano. El pensamiento relacional En sus obras, Bourdieu insiste particularmente sobre el pensamiento relacional. Es contra todo tipo de oposición entre el análisis objetivista y subjetivista, o de separación entre el estudio del individuo y de la sociedad, que se erige su proyecto sociológico. Según Bourdieu
El concepto de configuración ha sido creado expresamente pasa rebasar la polarización confusa de las teorías sociológicas en teorías que colocan al "individuo" abajo de la sociedad y otras que colocan la "sociedad" por abajo del individuo (Elias, 1991 b; 165).* Los términos solos de "individuo" y de "sociedad" bloquean frecuentemente la percepción. Si uno logra borrar el modo de la distanciación, uno está al mismo tiempo sobre los escalones de la escalera en espiral de la conciencia, de reconocerse a sí mismo, aparentemente sobre el escalón precedente, en tanto que hombre entre los otros hombres y de reconocer la sociedad como una configuración constituida por numerosos individuos fundamentalmente interdependientes, tributarios y dependientes los unos de los otros; es entonces solamente que uno puede rebasar intelectualmente la polarización del individuo y de la sociedad (Ibid., 167).*
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La noción de campo
El campo es un espacio de conflictos y de competencia al interior del cual se desarrolla una batalla por establecer un monopolio sobre la especie específica de capital que es eficiente para construir una autoridad y un poder. Es una lucha por la definición del juego y las reglas del juego que son características de toda relación social. En el momento en que un sociólogo realiza el análisis de un campo, su propósito central es tomar en cuenta en tanto tales los espacios sociales en los que se encuentran situados los agentes que contribuyen a producir las obras que uno reconoce dotadas de valor. Más que una población considerada como la suma de agentes individuales, ligados por simples relaciones de interacción y de cooperación, la noción de campo invita a reflexionar sobre las relaciones objetivas que son constitutivas de la estructura del campo y que orientan las luchas que tienen por propósito conservarla o transformarla. El análisis de un campo es doble: por un lado se observa como un campo de fuerzas actuando sobre todos aquellos que entran de manera diferencial según la posición que ocupan; al mismo tiempo el campo es un espacio de luchas de competencia que tienden a conservar o a transformar ese campo de fuerzas. De esta manera, las viejas oposiciones entre estructuras e individuos, entre objetividad y subjetividad, se desvanecen al momento de unificar el análisis de la realidad en tanto ella se expresa, es decir la práctica de agentes en el seno de estructuras construidas por ellos mismos jugando el juego a partir de sus diferentes habitus y posesiones de capital.
Hay al menos tres pasos para atrapar la dinámica de los campos: situar al campo “x” en el seno del campo de poder y su grado de autonomía respecto de otros campos, analizar su estructura interna y analizar los habitus de los ocupantes de esas posiciones. El campo de poder es el espacio de relaciones de fuerza entre los agentes y las instituciones que tienen en común poseer el capital necesario para ocupar las posiciones dominantes en los diferentes campos; es el lugar de luchas entre detentadores de poderes (o especies de capital) diferentes que tienen por enjuego la transformación o conservación del valor relativo de las diferentes especies de capital. |
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Al momento de analizar el grado
de autonomía de un campo, uno debe reflexionar sobre su capacidad
para imponer sus normas y sanciones (positivas o negativas) propias al
conjunto de los ocupantes. La autonomía se define también
en relación con su posición respecto de campos englobantes,
como el económico o el político. Uno puede medir el grado
de autonomía de un campo a partir de principios de jerarquización
opuestos, heterónomo (externo) y autónomo (interno) que constituyen
una de las dimensiones de la lucha por el control del campo. En el principio
heterónomo hay una posición de fuerzas favorables a aquellos
que dominan el campo económica y políticamente, su fuerza
reside en el éxito temporal medido por índices de éxito
comercial o de notoriedad social. Por su parte, el principio autónomo
está ligado al grado de consideración específica,
es decir la capacidad de imponer el reconocimiento de sus pares y de ellos
solos a partir de la definición de criterios específicos
de legitimidad y de un tipo de capital simbólico. En este principio
autónomo de jerarquización el enjuego es la lucha por la
consagración, la competencia por el poder de juzgar y consagrar.
El grado de autonomía de un campo reside en la condición de derecho o deber de ignorar las demandas o las exigencias de los poderes temporales, incluso de combatir esos poderes en nombre de principios y de normas que le son propios. De esta manera el grado de autonomía varía según las épocas y tradiciones nacionales; está a la medida del capital simbólico que ha sido acumulado en el curso del tiempo por la acción de generaciones sucesivas. Así, para atrapar la dinámica de un campo uno debe estudiar su estructura a partir de un análisis genético de su constitución y de las tensiones entre las posiciones que le constituyen, pero también en su relación con otros campos, en el seno de su historia y de sus particularidades nacionales. La estructura interna del campo se define por la posición dominantes-dominados de sus agentes en relación con las presiones y demandas heterónomas o autónomas, por la lucha por el monopolio del modo de producción legítimo y el monopolio del poder de consagración de productores o de productos y, finalmente, por la especie de capital predominante. La lucha por el monopolio del modo de producción legítimo es un conflicto de definiciones de los límites del campo, es decir una lucha alrededor de las condiciones de pertenencia verdadera al campo (el derecho de entrada); de la definición del punto de vista legítimo sobre el campo, sobre la ley fundamental del campo, sobre sus principios de divisiones, incluso sobre la delimitación de la población de aquellos que gozan del derecho de participar en la lucha por la definición. La lucha por el monopolio de consagración de los productores o de los productos es un conflicto de clasificación (producto de una larga serie de exclusiones o excomuniones) por el monopolio de la definición legítima de los agentes. Es así la lucha por la nominación y el poder de nombrar; en este sentido es un objeto de lucha semántica. Las luchas de definición tienen por enjuego defender las fronteras; controlar las entradas es defender el orden establecido en el campo. Una de las propiedades características de un campo es el grado en el que sus límites son institucionalizados. La institucionalización de las fronteras puede expresarse como una frontera de derecho, como la protección por un derecho de entrada explícitamente codificado (como la posesión de títulos escolares o por medidas de exclusión y de discriminación tales como las leyes que establecen un numerus clausus). Un alto grado de codificación de la entrada al juego implica la existencia de una regla del juego explícita y de un consenso minimalista sobre esta regla. A un grado de codificación débil corresponden estados de los campos donde la regla del juego está en juego en el juego. Al momento de analizar los habitus de los ocupantes de posiciones en el seno de cada campo, uno debe reflexionar sobre los sistemas de disposiciones que, en tanto producto de una trayectoria escolar y de una posición al interior del campo, son mecanismos estructurantes, principios generadores de estrategias y operadores de racionalidad práctica.
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Al momento de jugar, cada jugador
realiza una inversión buscando (consciente o inconscientemente)
una posición de fuerza para lograr la valorización de su
capital. Esta inversión ha sido construida, proviene de su trayectoria
escolar, de su historia de acumulación de experiencias, saberes
y habilidades. Si la conservación o la subversión de la distribución
del capital en el seno de cada campo es el objeto de lucha, son los participantes
de ese enjuego quienes desarrollan una red de relaciones observables a
partir de la noción de campo.
Transformación y reproducción, subversión y conservación son las oposiciones características del campo. Cuando uno se pregunta quién saca provecho de una posición o de una toma de posición, uno se interroga por las estructuras de dominación al interior de cada campo, sobre las estructuras de dominación que existen en otros campos y sobre sus relaciones exponenciales. La noción de habitus orienta al sociólogo a la reflexión sobre el funcionamiento sistemático del cuerpo socializado (incluida la postura corporal), hacia el conocimiento incorporado (saber, saber-hacer, conocimiento del juego y de las leyes del juego) que es determinante para la construcción de las estrategias de los agentes, de sus prácticas y de sus formas de conducta. La oposición entre acción social consciente e inconsciente que ha dado lugar a un buen número de reduccionismos, resulta unificada —a partir de la reflexión sobre los habitus— por la historia de la acumulación de las propiedades, de la construcción de hábitos y costumbres y por el análisis del ejercicio social de las disposiciones incorporadas por los agentes. Las aspiraciones, preferencias e intereses metidos a jugar en las relaciones sociales tienen una historia que es a la vez la historia del campo: la acción colectiva ha sido construida en la afinidad estructural de los habitus y por la lucha que es propia a cada campo. En ese sentido, un agente es alguien que es definido por su trayectoria (su biografía social y familiar) y por su posición dentro del campo. Ocupar una posición es a la vez un encuentro de dos historias: la historia del puesto y la historia del agente. Es decir que sólo una aproximación relacional podría encontrar su definición. Conclusión Para atrapar la dinámica de un campo el sociólogo debe formularse algunas preguntas simples que abren un universo de información sobre los diferentes espacios de relaciones en las sociedades altamente diferenciadas: ¿cuál es el objeto del juego? ¿Cuáles son las especies de capital en juego? ¿Qué es la illusio (cuáles son los intereses que desarrolla cada juego)? ¿Cuál es la estructura de posiciones engendrada por el juego? ¿Cuáles son las propiedades de los agentes y cómo realizan sus inversiones en el juego? Estas cuestiones conducen al sociólogo hacia la necesidad de construir esquemas teóricos directamente ligados al objeto de estudio. De esta manera, en el análisis de los campos hay un rechazo a la existencia de teorías totales, pues la práctica sociológica se orienta por el análisis de un campo particular y por el análisis del propio proceso de construcción del objeto. El análisis de los campos que propone Bourdieu incorpora dos visiones claves para comprender la dinámica de las relaciones sociales: su inscripción en la historia y la conflictualidad que resulta de las diferentes posiciones y dotaciones de poder. De esta manera, el ejercicio de la dominación y la reproducción en los diferentes espacios sociales puede ser observada en el interior de las relaciones y prácticas sociales. Incluso las nociones de interés o estrategia pierden sus connotaciones ingenuas o voluntaristas a partir del reconocimiento sociogenético de su construcción.• |
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Bibliografía
Pierre Bourdieu, Le Sens pratique, París, 1980. Ed. de Minuit, (El sentido práctico. Madrid, Taurus, 1991). ______ , Questions de sociologie, París, Ed. de Minuit, (Sociología y cultura. México, Grijalbo, 1990). ______ , Homo academicus, París, Ed. de Minuit, 1984. ______ , "Los tres estados del capital cultural" Sociólogica, 5, México, UAM-A, traduction de Monique Landesman, 1979. ______ , Choses dites, París, 1987. Ed. de Minuit, (Cosas dichas. Buenos Aires, Gedisa, 1988). ______ , O poder simbólico. Portugal-Brasil, Difel-Bertrand, 1989. ______ , La Noblesse d'Etat. París, 1989. Ed. de Minuit. ______ , "Le champ littéraire", Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 9, septiembre, 1991. París, Minuit. ______ , Réponses. París, Seuil, 1992. (Respuestas, México, Grijalbo, 1995). Norbert Elias. La Société de cour, París, Flammarion, 1985. ______ , Qu'est-ce que la sociologie? París, Editions de l'Aube, 1991(a). ______ , Norbert Elias par lui-même. París, Fayard, 1991. Notas 1 Esta cita proviene del capítulo III : "La génèse des concepts d'habitus et de champ", aparecida originalmente en Sociocriticism, Pittsburgh, Montpellier, diciembre de 1985. |
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