La esposa XR-25
*Guillermo Samperio 
El ingeniero José Luis Roma iba al cine de vez en cuando con una programadora de nombre Rosaura. Pero ella se había hastiado de esperar una proposición más firme de José Luis. Lo que Rosaura no sabía era que el hombre no se decidía a contraer compromiso con nadie, pues lo mismo había pasado con Linda, Vanessa y un par de amigas más. Las mujeres veían en Roma a un buen partido, pues sus diseños e inventos electrorrobóticos le habían dado la oportunidad de la buena vida y no era un hombre feo, aunque tampoco guapo. José Luis deseaba que en las mujeres se diera la amistad, como la tenía con algunos hombres, como Barbarroja, donde hay un cariño entrañable que perdura en los años. Aunque había tenido relaciones sexuales con varias mujeres, la muñeca Wendy, que él mismo diseñó y le hizo varias actualizaciones, le había dado quizás un placer más especial, ganándole terreno a las amigas.

Con el tiempo, Roma se fue quedando más con Wendy. Sabía, como diseñador y como persona, que las muñecas que circulaban en el mercado electro-robótico-sexual eran una diversión, como lo eran los muñecos, que ya circulaban, para las mujeres. Sin embargo, para él Wendy se había convertido en una compañera, lo cual salía fuera del concepto de diversión. En ese punto le venía la vergüenza y de ésta brotaba, severa, la culpa. Lo que más lo limitaba era que la muñeca debía trabajar a través de cables y no sería nada divertido llegar a un restaurante, poner a un lado tu laptop y conectar a la muñeca que te va acompañando. 

Roma se puso a trabajar con gente en robótica avanzada y con la que diseñaba robots para películas. En no mucho tiempo, el investigador logró actualizar a Wendy, independizándola de cables y dándole movimiento autónomo. Una noche invitó a cenar a Barbarroja, puso tres lugares a la mesa, uno de ellos para Wendy. Escucharon música, cenaron delicioso y la pasaron muy bien. Cuando José Luis acompañó a Barbarroja a su motocicleta de tres llantas, le preguntó qué le había parecido Wendy.

—Qué quieres que te diga, brother —dijo Barbarroja—. Lograste crear una dama, aunque Wendy ya tenía lo suyo desde las primeras versiones.

Más que halagado, Roma se sintió tranquilo, menos culpable, sabiendo que también había logrado incorporar a Wendy a la sociedad, sin tener que ocultarla en una habitación o apagarla cuando hubiera reunión en casa. Todavía ajustó un poco más a Wendy hasta que supo que había logrado un nuevo prototipo: sin ensamblar cabía en una maleta grande. Con ella fue a visitar al dueño de la Robotic, Inc., Russell Louis, con quien el ingeniero Roma hacía negocios tiempo atrás. Cuando Louis vio al prototipo en acción, no cabía de gusto.

—Puede ser la esposa perfecta —dijo.

—Lo dices de broma —agregó Roma—, pero es cierto. Esa debe ser la base de la campaña. Escucha esto, por ejemplo: "La muñeca RX-25 siempre lo espera en casa; no lo regaña cuando llega tarde". Incluso, se puede hacer un folleto de las ventajas. Le ponen el nombre que quiera, no necesitan darle tarjeta de crédito ni celular; juega ajedrez con usted, lo acompaña a ver todos los partidos de futbol o peleas de box; no le está contando las copas que se toma. Es la compañera discreta en reuniones donde se tratan negocios delicados. Atrévase a tener una RX-25. 

 
 
   

—Es más —dijo Louis, entusiasmado—: podemos ofrecer el servicio de atender los divorcios que resulten en la sustitución de las esposas por las muñecas; podríamos montar una empresa redonda. Sólo es cuestión de que prueben a la RX-25 un mes, se queden con ella; pueden montarle un departamentito, por si no quieren meterse en problemas mayores.

Cuando quisieron lanzar el prototipo, diversos sectores de la sociedad se opusieron, argumentando que la RX-25 significaría la descomposición de la familia. Ante ello, Roma acudió a Barbarroja y éste a Líbor Krasny. En una acción rápida, los tres lograron colocar en el mercado negro cincuenta mil prototipos. Empezaron a salir las versiones pirata y pronto el mercado se abarrotó. Roma diseñó el modelo RX-26 masculino, que se movió más lentamente pero pronto las mujeres empezaron a comprarlo en cantidades inesperadas. Cuando Louis vio lo que estaba pasando, teniendo él dos amantes muñecas, dijo que se avecinaba un siglo de soledad. Lo dijo por decirlo, como una frase publicitaria pesimista.•

*Guillermo Samperio (ciudad de México, 1948) obtuvo el Premio Casa de las Américas con Lenin en el futbol. En 1999 recopiló su obra cuentística en Cuando el tacto toma la palabra (fce). También ha publicado novela, ensayo y textos de varia invención. Desde 2000 dirige la fundación cultural que lleva su nombre.