APUNTES (1994)

Carlos Montemayor

I

Iba a decir que oscurece.
Que tengo en los labios
un frío sabor a nada
o a mí mismo.
Que la sangre fluye
sin darse cuenta quién vive de ella.
No piensa.
Sólo siente.


II

La reja se despinta.
La calle palpa sus orillas
y envejece.
La puerta, dentro y fuera de la casa,
espera.
El sueño se levanta hoy.
El amoroso vacío
que siento junto a mi esposa,
el cuerpo estremeciéndose de una mujer extraña.


III

En las noches, antes de dormir, cuando yo era niño,
parecían sonar las sombras de los árboles del patio.
Me levantaba a mirar por la ventana
las ramas agitándose,
los altos muros donde crecía el jardín.
La noche caía como una cascada sin luz.
Descendía sobre mí, sobre la casa.
Todo sonaba en el patio, en la ventana.
Y ahora, en esta otra habitación,
cuarenta años después, a solas,
la noche sigue siendo esa misma voz,
esa misma cascada
donde me estoy mirando lentamente caer,
lentamente oscurecerme.


IV

El amor oye su propio grito
una vez en nuestra vida y se estremece.
Grita como si escucharlo pudieran
todos los cuerpos que se han amado para
que él nos llame.
Cae desde las estrellas su grito.
Sobre este sexo mortal en que resuena
y se impacienta.


V

Ninguna calma hay para ti, amor,
en esta sed que penetra la carne y le absorbe su paz,
y la envejece, la hace luminosamente vana.
Ningún reposo.
Ningún lugar para recuerdos y olvidos.
Una marea de días y sangre
acosa esta mi casa,
amor, tu oscuro refugio.


VI

Dos aves vuelan sobre el encino.
Su vuelo es lento, en el aire caliente de Baja California.
Desde la cordillera sentimos el trazo negro de las aves,
el nombre que esparcen en la tarde,
buscando con sus alas oscuras la infancia o la vida.


VII

Cae la nieve sobre la ventana
y se oculta por dentro la otra blancura.

Carlos Montemayor, poeta, traductor, narrador, ensayista, fundó Casa del Tiempo en 1980. Fue en dos ocasiones becario del Centro Mexicano de Escritores (1968-69 y 1973-74), donde hoy es asesor literario. Por Las llaves de Urgell (1971) recibió el Premio Xavier Villaurrutia. De su amplia bibliografía destacan Guerra en el paraíso, Abril y otras estaciones, Los informes secretos y Antología personal (editado por la UAM).

VIII

A veces la vida es un deseo de lo que hemos vivido.
Y lo guardamos creyendo
que alguien vendría por esto,
tendría alguna vez que preguntar por esto.
Y nadie ha venido.
Otras veces, del más lejano, olvidado rencor,
bota el perfume humano que la hizo bella un día,
los minutos en que atravesamos campos, cuerpos,
noches que existieron en sí mismas.
A veces, suavemente, desde el fondo,
algo nos reconoce,
contesta que ha llegado.


IX

Una vez miré con mi madre el atardecer.
Los cuerpos y las torcazas se posaban en los árboles, numerosos,
como si por vez primera conociesen el verano.
Parecía que las cosas eran más luminosas
porque se tornaban parte de nosotros.
Era como saber que en una claridad como ésa,
desde la quieta arena de nuestra muerte,
cuando alguno de nuevo mirase
volveríamos a unirnos con ellos, otra vez,
para siempre.•