incesante esplendor congelado *
José Kozer
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Recurro a ese gran Maestro (lleno de salvedades): el diccionario.Basalto: roca volcánica muy dura, por lo común negra o verdosa, de grano fino, a veces de estructura prismática. Voy más a fondo, recurro a la etimología de basalto: procede de una palabra egipcia ("bakhan"), que deviene en griego "basanos" y que de ahí pasa al latín ("basaltes") por un error de transcripción; se trata de una mala lectura que mezcla "basanites" con "lapis" (piedra) creando la expresión "piedra de toque". Por un error de transcripción se acuña la palabra basalto, piedra de toque, a ese probable error que consiste en querer volver inteligible el enigmático universo. La etimología me lleva de la mano hacia formas primarias, el magma, lo egipcio; me lleva (error de transcripción) a una piedra de toque que sirve de sésamo para intentar abrir puertas de dura roca volcánica y, quizá, dejar entrever (por visión, por contemplación) una estructura prismática verdadera, compleja, tendente (al menos en cuanto proyección de deseo) a la sencillez de lo primario. Estructura a la que se llega hilando fino, siguiendo los entresijos del grano fino (interior) de la dura roca volcánica que es el basalto; escabulléndose de su erupción se podrá llegar a la estructura seminal del conocimiento ("árbol binario del conocimiento") que, precisamente, agita, aquieta, abisma el lento, largo poema Basalto, de Rocío Cerón: toda una reverberación. Y, permítaseme, todo un esplendor congelado que, congelado, al abismarse, cabrillea; no deja, cristalizado, de cabrillear. Basalto es, por ende,
roca dura, grano fino, estructura prismática, piedra de toque, error
de transcripción que lleva, por vertiginosa verticalidad, mediante
la dureza de sus versos lapidarios, a una puerta entornada que deja entrever
el esplendor congelado de un poema que es astral, subsolar, subsuelo: un
subsuelo con sus capas de cieno, su fundamento último (inasible)
de dureza enigmática. ¿Cómo leerlo? Sugiero una lenta
lectura abierta al espesor. Una lectura que mantenga los ojos entornados
y que acepte una prismática multiplicidad hecha de entresijos, de
recodos, saltos apenas perceptibles y que conjugue, audaz, incesantemente,
elementos de superficie con elementos de abismal verticalidad (vertiginosidad).
Se conjuga el cuerpo en su exterioridad con su organización más
profunda (redaños) y escatológica, desembocando en un "abrazo
orgánico", donde las "placas de magma que las figuraciones contienen"
no dejan de ser sólidas, mas tampoco dejan de fluir; de hecho, parecen
fluir como un error de transcripción, ya que sus pulsiones son "desiertos
floridos".
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Para leer Basalto sugiero atenerse a la dureza de la piedra que, fija, a la vez puede partirse "entre oscuridad y luz" dejando ver "el mundo habitable". Para lo cual precisamos de ciertos goznes, ciertos puntos de apoyo sin los cuales sería imposible el abismamiento, la contemplación de lo interior. Hay bloques petrificados, de tal dureza que descorazonan: mas el poeta no se arredra y ante esa piedra de aspecto impenetrable opta por el riesgo de inmiscuirse en sus intersticios volcánicos; es decir, opta por quemarse, quizás a expensas del cuerpo, mas sin sacrificarlo, consciente de que sus signos, sus señales a flor de piel, son correspondencias que sirven de guía (mojones espirituales) en el camino del desierto o por los lácteos fluidos caminos astrales. Así, ante el desierto que es el "único lugar abierto a las posibilidades" contamos con el basalto, esa dureza que es piedra de toque y que, al serlo, dejan al poeta acudir (recurrir) a los goznes que abren la piedra, acuñan la palabra, permiten la visión: o al menos, una cierta visibilidad (profunda, alucinante) que la negra letra transpira, recoge, en audaz relampagueo petrificado. Las palabras van produciendo pivotes, fulcros que abren lenta, espesamente, la roca volcánica dura; y justo al abrirse, el grano fino de esa piedra se desmenuza un poco, fragilizado, ante la atónita mirada del poeta; el grano fino se petrifica, en viva petrificación armoniosa, discordante, como letra, escritura, basalto gráfico que expone un universo implícito en la estructura prismática, enigmática, parcialmente penetrada de la Roca. "Toda cacería es un enigma", nos dice la palabra de Rocío Cerón (quizás evocando a San Juan cuando dice: "volé tan alto tan alto, / que le di a la caza alcance"). San Juan, que es la fe, da alcance a su "presa" (Dios, el poema, el conocimiento por intuición, por visión y arrobo unitivo). Rocío Cerón, poeta moderna, da alcance a una "presa" que no deja de ser enigma: un enigma que se mantiene en pie durante todo el trayecto del poema y que va dejando un rastro indeleble, forjado justo mediante la descripción del proceso de construcción de Basalto (sobre piedra, a manera del amanuense que en tabletas de arcilla burila su escritura cuneiforme). Un proceso donde "el tramado y el hilo son vuelo" y donde toda esa "masa rutilante" que configura el poema posee una velocidad astral (concebible más por intuición visionaria que por formulación matemática) en la que (verdadera sabiduría del explorador) "reside la tregua". Basalto es un poema, es asimismo la convocatoria de un poema que decide hacerse libro, y es una liberación de fuerzas pugnando, armonizando, en planos diversos de estructuración. Verso a verso, página a página, somos acarreados como piedra dura, como grano fino, como error de transcripción, como prisma estructurándose, mediante goznes, charnelas duras, dolorosas, en verdad espiralada que contiene ejes cruzados, cuerpos de tinta negra o carne viva, esquirlas de piedra inamovible y fuego de constelaciones en perpetuo devenir: verticalidad, vertiginosidad ("espiral principio de simetría vapor fecundo en la brevedad del pie y la sílaba"). Léase este fecundo universo de Rocío Cerón colocando un frágil pie en la sílaba que se busca como palabra, en la viva concatenación de las cosas que estructuran la vida y que, desde la dificultad, estructuran Basalto. Léase, sin ojeriza, desde una entrega, con amor, este libro de poemas que contiene un módulo atroz, tranquilo, de la experiencia más ignota: la del viaje, sin espejo, por el fondo cerrado, claustrofóbico, de la más dura piedra. |
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Rocío Cerón despeñadero en el sieso los miedos se
acumulan
traspié antes del vacío
inmersión calcinado el hueso se desploma
en el abrevadero de los tiempos
abisamiento corrientes salobres enturbian
el delirio
deambulatorio gira gira se trastoca
quietud sumergido entre la leche
y el hollín de su espectro
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fondo
apenas inclinada la luz toca
el fémur
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1 Fragmento tomado
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