Rafael Zepeda: pocas palabras y muchos trazos* 

*Catalina Durán .

Figuras que emergen de espacios oscuros, difusos, rodeados de texturas descarnadas que se convierten en otras figuras, deformes, informes, donde el ojo intenta pero no puede reconocer del todo la forma, sólo unos dedos, quizá de un pie o de una mano, que puede ser de un hombre, o de un animal, o de un ser imaginario que no termina por definirse. Son espacios sobrios, fuertes, compuestos por grandes contrastes, un negro negrísimo, un blanco potente, una conjunción que nos trae a la memoria el encuentro de sentimientos contradictorios, de angustia, de resistencia, de fuerza y decisión para enfrentarla. Espacios sombríos y a la vez dinámicos. Es la gráfica de Rafael Zepeda, observador incansable, pensativo, de pocas palabras y muchos trazos: grabador.

 * El trabajo del maestro Rafael Zepeda, analizado por Catalina Durán en este trabajo, ilustra el número presente de Casa del Tiempo.

Se formó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, Academia de San Carlos, en aquellas generaciones a las que les tocó disfrutar todavía de los buenos maestros que quedaban, allá por los años sesenta, cuando el trabajo en los talleres era intenso y se formaban artistas con un gran conocimiento del oficio. Fue alumno de maestros como Luis Nishizawa, Antonio Rodríguez Luna y Gabriel Fernández, en dibujo; de Héctor Ayala y Fernando Castro Pacheco en  pintura, y de Francisco Moreno Capdevila y Mauricio Lazansky en grabado. De ellos aprendió el rigor del trabajo de taller, la urgencia de decir, de buscar todo tipo de recursos gráficos para expresarse.

Admirador de José Guadalupe Posada y de la gráfica mexicana, formado con maestros procedentes tanto de la Escuela Mexicana de Pintura, del Taller de la Gráfica Popular, como de la generación de la Ruptura, al terminar sus estudios viajó a Polonia, donde hizo estudios de posgrado en grabado. Fue una experiencia importantísima que influyó para siempre en su obra, pues tanto la gráfica polaca como la vida misma en ese país están empapadas del drama social y político que han vivido. Durante su estancia en Polonia tuvo oportunidad de visitar el campo de concentración de Auschwitz, que le dejó una impresión imborrable. En esos años afianzó ese lenguaje gráfico tan fuerte, tan impactante. A su regreso a México, en 1972, se integró al cuerpo docente de la Academia de San Carlos, donde se consolidó como grabador. También ocupó desde entonces la plaza titular como maestro de litografía en la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, primero en sus planteles del centro y, posteriormente, en los del Centro Nacional de las Artes. De tal manera que Zepeda es desde hace más de treinta años grabador y litógrafo. De su taller tanto en una como en la otra escuela han salido artistas sobresalientes que han ganado premios internacionales en bienales de gráfica y él mismo como productor tan prolífico ha contribuido positivamente en el trabajo de sus alumnos. 

Hace pocos años el maestro Zepeda dejó la ciudad de México y se mudó a la de Aguascalientes. Ahí dirigió durante un par de años el taller de grabado del Museo José Guadalupe Posada, donde se hicieron ediciones de varios artistas invitados. En septiembre de 2000 emprendió un importante proyecto junto con Octavio Bajonero, en el que se encuentra trabajando actualmente: fundaron el cieaga, Centro de Investigación y Experimentación de Arte Gráfico de Aguascalientes, El Obraje, del cual Rafael Zepeda es director. Con apoyo del gobierno del estado y del Instituto Cultural de Aguascalientes obtuvieron el presupuesto para rehabilitar una casa antigua, anteriormente la Galería de Arte Contemporáneo, compraron equipo de grabado y litografía, contrataron personal capacitado y abrieron las puertas a jóvenes interesados en la creación artística del grabado. 

El Obraje tiene varios objetivos: el primero es el de ser un centro de formación de grabadores para la región, no sólo de artistas creadores, sino también de impresores, pues ésta es una actividad muy importante en el área de la estampa y no existe escuela alguna en el país que se dedique a ello. Otro de los objetivos es hacer investigación gráfica, pues el grabado y la litografía, a pesar de ser tan antiguos, están en constante evolución y cada día se encuentran nuevas formas, nuevas técnicas y nuevos materiales con los cuales trabajar, por lo que es importante experimentar y dominar las nuevas variables, así como dejar registro de ellas. Tiene en sus instalaciones una importante biblioteca con todo tipo de libros, tesis, investigaciones y publicaciones relacionadas con el mundo de la estampa, la cual se ha ido ampliando con las donaciones bibliográficas que algunos artistas y museos han hecho. 

             
 

El Obraje cuenta también con la posibilidad de invitar a artistas o, en su caso, rentar las instalaciones a pintores o grabadores que deseen trabajar unos días en el taller para realizar una obra y sacar una edición artística de su trabajo. Esta labor se hace con los impresores contratados y con la colaboración de los propios alumnos del centro, para que conozcan otras formas de trabajo, se enfrenten a situaciones reales y con ello se enriquezca su formación profesional. Como parte del programa, El Obraje ha invitado a varios artistas renombrados a dar cursos especiales, como Per Anderson, Leo Acosta o Andrew Vlady, quienes han compartido su vasta experiencia en la litografía con los impresores y alumnos del taller. 

Como maestro es un hombre callado, difícil de interpretar. Él observa el trabajo del alumno, comenta poco. A veces responde a las preguntas del alumno, a veces no. Si uno es paciente llegará el momento de escuchar su opinión, la cual será muy valiosa, pero hay que aprender a esperar. Zepeda no da instrucciones precisas de cómo hacer una aguatinta o qué proporción de ácido se debe usar para atacar la placa de zinc. Eso lo investiga el alumno con el impresor, con el ayudante o por su cuenta, experimenta y aprende. El maestro se preocupa más bien por aspectos como el concepto y la composición, el equilibrio de los valores, la fuerza del dibujo y el impacto visual de la imagen. En eso centra sus baterías para formar grabadores que tengan algo que decir, que definan su propio lenguaje gráfico. 

Una vez que habla, el maestro comenta cosas que en apariencia no son concretas, menciona a elementos muy generales de la gráfica, cuenta anécdotas, refiere obras de otros artistas, habla de la intención y la necesidad que tenemos de expresarnos y, con todo ello, encamina al artista a encontrar su propio mundo, para que entonces pueda manejar los aspectos técnicos con más confianza, cuando ya sepa lo que quiere. Así, se puede aventurar a forzar las acidulaciones en la piedra litográfica o a atacar la placa de grabado con herramientas mecánicas o eléctricas, o con tiempos muy prolongados en el ácido. Todo se vale, si se sabe lo que se busca y se controla la técnica. El maestro ayuda a madurar al alumno en su búsqueda artística y a su vez el maestro se retro-alimenta: 

Cuando yo veo a un alumno que acude al taller y trabaja, adquiero un compromiso con él, y hablo con él sobre su obra, yo creo mucho en la libertad de la creación. La base de la libertad es el método que uno tenga al trabajar. Yo les hablo (a los alumnos) de la responsablidad que deben tener con su obra. Cuando un artista tiene problemas se pone a trabajar y puede alejarse de sus problemas, pues la parte creativa es muy fuerte. Eso a mí me pasa y me rehabilita mucho, siento que es mi vida; yo he comprobado que en ese nivel de creación de la obra soy yo mismo. Cuando logro comunicar esto a un alumno y veo que tiene resultados sobre su trabajo, también me revitaliza, pues siento que hay una correspondencia entre ambos.  

 
 

Uno de los aspectos importantes en Zepeda es su forma de trabajar: la experiencia acumulada en tantos años de dibujar diario, de manera constante, lo ha llevado a conocer perfectamente la figura humana, a dominarla, y a dar un giro en su lenguaje, dejando atrás el dibujo académico y explorando las posibilidades de una línea sinuosa, imprecisa, gestual, donde casi podríamos decir que se propone desdibujar la figura para lograr una mayor expresión visual. Más que desarrollar una imagen prefigurada, Zepeda se sumerge en el espacio para descubrir la fuerza misma de los materiales que utiliza para dibujar, así como de las herramientas o recursos que utiliza para aplicarlos, alejándose de los elementos tradicionales como son pinceles y lápices, para hacer uso de trapos, papeles arrugados, hilos, cartones y todo tipo de accesorios que le permitan aplicar el material de grabado o litográfico. Con los materiales y las herramientas encuentra su lenguaje. De ahí que Zepeda entre a ese proceso creativo que aprovecha la mancha, el trazo, la huella del trapo, y con ello vaya construyendo la imagen. Pero no se trata de un proceso descontrolado, si bien gusta del accidente, también le da cuerpo con elementos que lo estructuran; ahí donde aparentemente hay un caos, de pronto entran unas líneas rectas que rompen con el ruido y refuerzan la composición; en donde hay una gran masa oscura, entra otra imagen en contragráfico que contrasta y equilibra los pesos; ahí donde la mancha se satura, de pronto entra un recurso gráfico distinto: una aguatinta de puntos salpicados, o una textura de rayones muy controlados. Es la dualidad en el lenguaje: el caos y el orden, el trabajo lúdico y serio, el goce y la angustia, un equilibrio en el límite del conflicto.

Y esta maestría en la composición, así como en el manejo de los valores, se refleja en el trabajo que se hace en su taller. Si bien la labor de Zepeda influye en la de sus alumnos —se puede apreciar en el trabajo de quienes han pasado por su taller—, también se preocupa por que cada artista encuentre su estilo personal y se diferencie de los otros. En todo caso lo que queda es una buena formación en la composición y en el manejo de los valores. 

Para Zepeda el trabajo en blanco y negro ha sido la pasión de su vida. Para él la gama entre el blanco y el negro es lo más gráfico que existe. El abanico de matices que hay entre uno y otro es tan amplio que no hace falta el color: se puede lograr un buen cromatismo sin el uso de éste. El blanco y el negro son los valores de la gráfica por definición. Eso lo aprendió de los maestros Capdevila y Lazansky, allá en sus tiempos de estudiante en San Carlos, y es algo que ha continuado en toda su obra. 

Cuando se le pregunta en cuál estilo se ubica, contesta que en el neoexpresionismo, pero en un segundo momento de la respuesta añade que una locura que he estado pensando sobre mi obra es que soy "realicista" —y se ríe—, pues lo que a mí me interesa es realizar, es decir, invento ese término porque se refiere a la acción de realizar, de crear algo, pero no, eso me creó muchos problemas, me criticaron porque decían que estaba yo inventando, que eso no existe, así que eso me lo guardo para mí, porque siento que cuando me pongo a pintar estoy haciendo algo, creando algo. 

En realidad, lo que le interesa a Rafael Zepeda es crear, y lo hace para sí mismo. Cuando él hace una litografía no piensa en que la va a vender. Lo hace porque siente la necesidad de dibujar, de expresarse o de resolver una figura que le intriga. No dibuja diario, según cómo se sienta, a veces pasa varios días sin hacerlo, pero quizás entonces está pensando en alguna idea, hasta que se aclara un poco y comienza una piedra o una placa. Una vez que empieza entra en ese nivel de creación donde se siente a gusto. 
 

 
 

No siempre sé qué voy a hacer, pero empiezo a dibujar y voy encontrando algo que me interesa, entonces me quedo ahí resolviéndolo (…) Pinto para mí, porque yo siento que me da fuerza, que me revitaliza, estoy contentísimo haciendo algo y por consecuencia sé que a alguien le va a gustar, pero en un principio soy muy egoísta, lo hago para mí. 


Su obra está llena de imágenes intrigantes, de fragmentos de cuerpos que entran o salen de espacios blancos y negros, llenos y vacíos. A él le gusta sugerir más que describir. No maneja muchas figuras enteras, más bien detalles, segmentos de una parte del cuerpo, las manos y los pies son una figura recurrente que le gusta dibujar porque le evoca mucha sensualidad. "No me gusta la lectura total de una imagen ni la narración. No me gusta dibujar entera la figura: aunque esté con una modelo, me fijo en una parte y ahí me concentro a trabajar"; tampoco le interesa demostrar su habilidad en un dibujo descriptivo y académico. Eso ya lo hizo, ya lo conoce, lo domina y prefiere trabajar la línea de otra manera, descubrir su carácter y deformar las figuras para hacerlas más expresivas, encontrar nuevas formas. Su trabajo debe ser como un juego serio, es decir, una actividad en la que pueda jugar, disfrutar perderse en la fascinación de la creación y a la vez lograr una obra completa, comprometida, redonda.

Se siente mejor al trabajar en formatos grandes, de preferencia en pliegos enteros de papel; es como se siente más libre, pero tampoco se limita: lo mismo hace una litografía de pliego entero que un ex libris de pequeño formato; no tiene problemas para cambiar de escala ni de espacio. Cuando le pregunto qué piensa sobre el futuro del grabado y la litografía actuales frente al dominio de la computadora, me contesta:

Seguirán, no importa lo que pase. No es cierto que se acaben por la irrupción de nuevas tecnologías; lo mismo se dijo en los años sesenta, cuando yo era estudiante.

Teníamos un maestro que nos decía que la pintura ya no tenía sentido, que se iba a acabar, que ya no debíamos preparar colores, que ahora venían nuevos tiempos, y efectivamente, vinieron nuevas manifestaciones artísticas, pero la pintura no se acabó, sino que convive con otros medios. Así sucederá con la litografía y el grabado, ambas pueden coexistir con otros medios como la computadora, por mucho que ésta se extienda y fomente nuevas formas de creación. De hecho se utiliza ya para hacer gráfica digital, pero eso no tiene por qué implicar que la gráfica tradicional desaparezca. Siempre habrá artistas que usen uno u otro medio, e incluso que los combinen.

 
 
   

Rafael Zepeda es una de las referencias importantes en el mundo del grabado actual. Como grabador, como litógrafo, como maestro ha aportado una visión amplia e innovadora que sirve de guía para muchos que vienen detrás de él. Sus observaciones han contribuido a mejorar la calidad del trabajo que vemos expuesto. Tan es así que ha sido invitado en numerosas ocasiones a participar como jurado en procesos de selección para becas y premios de jóvenes creadores, apoyos financieros del Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes) y en incontables concursos de gráfica a escala nacional e internacional. También ha sido sinodal y director de tesis en un sinnúmero de exámenes profesionales tanto de licenciatura como de posgrado en artes visuales y, por supuesto, ha sido pieza fundamental en la formación de grabadores y litógrafos en las escuelas de la unam y de Bellas Artes. A todo esto hay que añadir su labor profesional como artista independiente, que ha llenado siempre un espacio importante en la gráfica actual, contando con numerosas exposiciones individuales y con su constante participación en exposiciones colectivas. Ha recibido varios premios nacionales e internacionales, como el de Grabado Latinoamericano, Casa de las Américas, Cuba, en 1968; Primer Premio de adquisición en la Trienal Internacional Capri Modena, Italia, en 1969; Primer Premio de Arte Gráfico Solar 68, Palacio de Bellas Artes, en 1968; Mención honorífica por su larga trayectoria en el Concurso Nacional de Grabado José Guadalupe Posada, en 1995; primer lugar en el concurso "Una interpretación moderna del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha", en 1997, y el premio Goya y medalla de oro en la XI Bienal Iberoamericana de Arte, en 1998, por mencionar algunos de los más importantes.

Hoy vive en Aguascalientes y trabaja en El Obraje, su proyecto más ambicioso, dedicado a transmitir su experiencia a artistas de esa ciudad, para formar grabadores e impresores que abran nuevos talleres en la región, para que se fortalezca la tradición gráfica que uno de sus habitantes creó hace cien años y que sirvió de ejemplo para que Rafael Zepeda se hiciera grabador: José Guadalupe Posada.• 

*Catalina Durán es profesora de diseño de la comunicación gráfica de la UAM Xochimilco y maestra en artes visuales por la Academia de San Carlos de la UNAM. Es, además, grabadora y litógrafa desde hace quince años.