POR EL GUSTO DE LEER

Ana Castaño* 

La lectura de las nueve odas de fray Luis de León es un verdadero placer, pues sigue diciéndonos cosas que resultan vigentes, como la invitación a apreciar lo que es verdaderamente importante (la paz, la tranquilidad de una buena sombra, la capacidad de escuchar a las aves "con su cantar sabroso, no aprendido") y a distinguirlo de lo que sólo lo parece (la "pregonera" fama, las riquezas materiales, las preocupaciones mundanas). Naturalmente, entre las cosas que dice fray Luis hay también algunas que han cambiado para nosotros (el movimiento de los astros y la mayoría de los fenómenos meteorológicos, que eran todavía para él un misterio y una fuente de especulación). Pero la emoción que contienen sus poemas, y la que despiertan en sus lectores, es inseparable de los poemas mismos, de la forma en que la lengua ha sido moldeada en ellos, de su ritmo y de su música. Podemos decir que este trabajo con la lengua es tan afortunado que no se "ve", que parece que las odas le salieron así "a la primera" y, sin embargo, nadie podrá percibir bien lo que queremos decir hasta que las lea. Por eso la mejor -la única- manera de explicar la poesía de fray Luis es ayudar a leerla. Y eso es precisamente lo que hace Antonio Alatorre.

Con esta edición, Alatorre nos da muchas cosas en poco espacio. Primero, su personal selección de nueve odas, presentadas en forma impecable (por la atención prestada a la puntuación, a la transcripción correcta de cada palabra, a la música de cada verso e inclusive a la tipografía, que en este caso privilegia, sobre todas las cosas, la lectura de los poemas y trabaja por limpiarnos el camino de escollos y distracciones). Cada una de las nueve odas va precedida de una breve presentación, que nos hace entrar en la lectura de manera natural, sin preocupaciones, aunque con la mente alerta. De esa forma, casi sin darnos cuenta nos encontramos de lleno sumergidos en la lectura de este pequeño y hermoso libro. Tal y como lo había planeado Alatorre, sin prólogos ni advertencias.

Al final de cada poema, y numeradas de acuerdo con las estrofas, están las notas. Un verdadero ejemplo de cuidado y discreción, de maestría y cortesía con el lector. Con qué destreza nos señala el maestro Alatorre el sentido literal de cada pasaje sin recurrir a la mecánica prosificación. Con cuánta elegancia recurre al paréntesis, las comillas, las cursivas, para ahorrarnos lecciones más técnicas y autoritarias sobre el léxico y la sintaxis de fray Luis. Con cuánta delicadeza trabaja para dejar intocado lo que no necesita anotación, pero también con qué discreta generosidad nos regala sus comentarios y hasta alguna breve digresión.

Alatorre se refiere a todos los aspectos formales y de contenido, necesarios para nuestra comprensión y goce del texto, sin olvidar señalarnos, por respeto a la música del verso, cuándo hay que pronunciar una h como j, o darle tres sílabas a ru-i-do (rüido). Con gran tino llama nuestra atención sobre ciertas palabras, hoy corrientes pero que tenían, en la época de fray Luis, un significado diferente del que les damos nosotros (por ejemplo, escaso, que significa tacaño, o encienden, hacen hervir). Estos casos son de los más difíciles de detectar para un lego, junto con las ocasionales pinceladas de arcaísmo que gustaba de introducir fray Luis en sus poemas. En las notas, Alatorre señala también aquí y allá el eficaz uso que hace el poeta de ciertos recursos retóricos como el hipérbaton y el encabal gamiento, y nos ayuda a escuchar los ecos que provocan las correspondencias formales o temáticas entre dos pasajes. Y a pesar de todo esto, las notas a las nueve odas de fray Luis, atentísimas a las sutilezas de la lengua y la cultura del poeta, a la belleza de sus poemas y al placer de nuestra lectura, no contienen una sola explicación ociosa.

Tras las notas a la última oda viene el epílogo ("Por el gusto de leer"). En él, Alatorre explica por qué es necesario hacer una lectura comentada de las odas de fray Luis: "Un verso mal medido o mal acentuado es una especie de crimen, y no hay mucha diferencia entre lo entendido a medias y lo no entendido." Entonces, y puesto que ni la lengua del siglo XVI es como la nuestra ni el mundo conceptual de fray Luis es como el actual, se impone una vez más "el antiquísimo método filológico". Además, el epílogo nos ofrece información útil y amena sobre el mundo de fray Luis, más una breve explicación, adornada con preciosos ejemplos, de lo que fue el humanismo de los siglos XV y XVI.

Por último, Alatorre nos regala un Apéndice, con muestras de otras formas poéticas empleadas por fray Luis (liras de cuatro y de seis versos, tercetos, octavas reales) y con ejemplos tanto de sus traducciones de los clásicos como -cosa todavía menos frecuente en las ediciones del autor- de sus traducciones y comentarios bíblicos. Las muestras que elige aquí Alatorre también ilustran y ahondan, como de paso, nuestra lectura de algunas de las odas del libro (el fragmento de la traducción que hizo fray Luis del Beatus ille de Horacio se relaciona con "Qué descansada vida...", el precioso fragmento del capítulo 38 de la Exposición del libro de Job -incluidos la traducción y el comentario de fray Luis- con la oda "¿Cuándo será que pueda?" y, para finalizar, algunos fragmentos del capítulo 39 de Job, en los que se hace una descripción del caballo guerrero que fray Luis compara con un pasaje de la Geórgica III de Virgilio, despiertan en nuestro oído ciertas resonancias de la "Profecía del Tajo" -estrofas 13 y 14-, además de mostrarnos cómo "en fray Luis se hermanan tradición cristiana y tradición clásica". En cuanto a lo que suele llamarse "criterios de la colección", me permito un par de observaciones de detalle para el editor; en una edición como la de Alatorre, que tan sabia y dosificadamente sabe ubicarnos en el tiempo y en la obra de fray Luis de León, y que con tanto cuidado evita la mención mecánica de fechas y nombres, ¿era necesario incluir una cronología? (y, en todo caso, a quién o a qué corresponden las letras L.M.L.V. que aparecen al final de ella). Por otra parte, en el índice, el epílogo de Alatorre ("Por el gusto de leer") aparece numerado en serie con las nueve odas de fray Luis (con el numeral romano X, como si se tratara de una décima oda), mientras que el jugoso Apéndice se deja sin numeración y en cursivas (al igual que la cronología). Habría que quitar el número al epílogo y poner su título, y el del apéndice en el mismo tipo y en un tamaño ligeramente mayor. Por lo demás, no se puede menos que celebrar la existencia de una colección como ésta, en la que los editores se toman el trabajo de publicar textos fundamentales, presentados con cuidado y buen gusto, y acompañados de notas, presentaciones y hasta apéndices como éstos.


Fray Luis de León, Nueve odas (y algo más), selección, estudio y notas de Antonio Alatorre, México, 1999, UAM (Cuadernos de la Memoria, núm. 6), 59 pp.

 

 

 

 

 

 

 

* Ana Castaño (México, D.F., 1956) es investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, donde asistió al seminario sobre los Siglos de Oro, que hasta la fecha imparte el maestro Antonio Alatorre. Ha publicado en diversas revistas aca-démicas varios artículos sobre literatura española de la Edad Media y del Renacimiento.