Un genovés en el desierto
Semblanza de Federico Ferro Gay* 
*José Luis Orozco
* Texto leído por el autor el 9 de septiembre de 2003 durante un homenaje al doctor Federico Ferro Gay, en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. 

¿Qué decir, a tantos años de distancia, de aquel joven inmigrante que vino desde Génova y Turín a arar ya no en el mar, sino en el desierto? Hombre del Renacimiento, ávido visitante de todos los conocimientos, las artes y las lenguas, Federico Ferro Gay ha podido iluminar a generaciones y generaciones de chihuahuenses, mexicanos y gente de todas partes; con esa su infatigable voz que dondequiera emociona por la vehemencia, el afecto y el amor a una filosofía entendida como práctica de la virtud y la decencia. Con él, muchos de nosotros recibimos la semilla cuyos brotes iban de la preocupación ética a la imaginación estética; de las obras clásicas a los modos populares del lenguaje; de la literatura nada menos que a la gastronomía. Su humanismo profundo, lo sabemos, viene de la virtú cívica de los italianos. Sin contradicciones, la italianidad radical de Ferro Gay combina y hace fraternizar el nacionalismo y el cosmopolitismo; la sabiduría y la fe; el idealismo franciscano y el realismo cuyas fuentes brotan de Maquiavelo y los grandes del pensamiento político. 

Con ese bagaje espiritual, Ferro Gay fue quizás el único que pudo trascender los debates ideológicos; tanto de la guerra fría, como los que surgieron del "fin de la historia" y el posterior "choque de civilizaciones". Y ha sabido hacerlo sin acudir a los pretextos fáciles, pragmáticos, de los eventos que escapan a cualquier explicación o encuadre intelectuales; y por lo tanto, imponen sólo la resignación ante su acontecer. Por el contrario: su búsqueda incesante de la "dimensión moral" —cuyo principal exponente y practicante personal ha sido él mismo— le ha permitido no sólo la ejemplaridad ética, si-no difundir entre quienes lo acompañamos —en algunas de sus jornadas— un sentido de la inteligiblidad última, si bien permanentemente precaria del mundo real; y sobre todo, lo practicable de la solidaridad. En medio de los enredos del "ser y el deber ser", el maestro, hoy y siempre, ha optado por ser como debe ser quien predica con el ejemplo, a quien le basta la rectitud propia y por ello renuncia a imponerla a los que no piensan como él. 

Pero no todo se cifra en la probidad y en la estatura moral, y en los amores y los desamores personales que Federico Ferro Gay ha sabido llevar a cuestas en la aridez de nuestras tierras. Su carrera como caudillo cultural se inicia hace cuarenta años —a sabiendas de que viene precedida por la docencia incansable— cuando encabeza intelectualmente una generación de académicos y profesionales chihuahuenses para la creación de la entonces Escuela de Filosofía y Letras, de la Universidad de Chihuahua. Sin mayores recursos que las magras colegiaturas destinadas a cubrir los gastos administrativos y de los primeros arrendamientos, la entrega de Ferro Gay a la naciente escuela significó duplicar la jornada de trabajo sin percibir remuneración alguna. Quienes, como yo, lo seguimos en esa empresa jamás olvidaremos su estoicismo intercalado con el humor contagioso y su capacidad para entender la vocación y las aspiraciones de los que primero, brevemente, fuimos alumnos y después maestros en aquella escuela. 

Allí, en las condiciones de esa institución que apenas nacía, Ferro Gay emprendió la tarea vertebradora de la docencia: la de la investigación y la publicación, entendidas también como el contorno y la sustancia de lo que una universidad debía ser. En medio del ambiente adverso o poco propicio, el maestro Ferro dio estructura de libro a sus populares apuntes de clase y, honor incomparable para mí, me invitó a colaborar en la escritura de algunos de sus capítulos. La Introducción histórica a la filosofía apareció en 1966, sin bombo ni platillos en esos días, y ha pasado con el tiempo a convertirse en patrimonio de la Universidad Autónoma de Chihuahua a lo largo de no sé cuántas ediciones. Naturalmente, la inquietud del maestro no se detuvo en ese capítulo editorial que no me canso de recordar. Sus afectos intelectuales y nacionales lo llevaron a explorar la literatura italiana y sus trabajos de esas fechas constan en colecciones de amplia distribución en lengua española. Al castellano —con acento chihuahuense, desde luego— llegó el genio traductor del Ferro Gay, quien supo anticipar a un Premio Nobel, Dario Fo; y nos introdujo a otro, Luigi Pirandello.
 

 
 
 
 
   

Otra vez, Federico Ferro Gay no se contentó con ser el precursor de la labor editorial académica en Chihuahua. Invitado a la Universidad de Texas en El Paso —donde fue definido por todos sus colegas como un gifted scholar—, el maestro también cultivó el arte mexicano de cruzar casi a diario la frontera de ida y vuelta. Eran los días en los que, aquí mismo, en El Chamizal, apenas balbuceaba, a la sombra de la Universidad de Chihuahua y bajo mi azarosa dirección, la criatura que años después habría de convertirse en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Sin arredrarse por el paisaje de los viejos (y gemebundos) campos de concentración, sin calefacción ni aire acondicionado, Ferro Gay nos acompañaba tal y como era, y será siempre en mi recuerdo, un gentiluomo de la inteligencia. Descendía, podría decir alguien, de los salones alfombrados de la utep a las lóbregas mazmorras de la Escuela de Administración Pública y Ciencia Política. Allí sembró y aró, cual era su costumbre, en el desierto que, gracias a él, ya no lo es más.

Luego, a lo largo de los años, el maestro y yo hemos vuelto a encontrarnos en varios lugares y ocasiones, no obstante los lejanos puntos de residencia. Desde la distancia sigue asombrándome su insobornable modestia y, privilegio absoluto para mí, el preciadísimo don de la amistad brindado desde los días de estudiante y que, en las buenas y en las malas, en las alegrías y las aflicciones, se ha consolidado familiar y espiritualmente. Parte entrañable de mi vida, que Federico Ferro Gay reciba hoy todos los aplausos del mundo. Y, si se puede, de todos los mundos. Yo le envío el abrazo fraternal de siempre.• 

*José Luis Orozco (Chihuahua, 1940), filósofo político, es profesor del doctorado en el área de ciencias sociales de la uam Xochimilco, además de profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores desde 1985. Entre sus libros destacan El Estado pragmático, Sobre el orden liberal del mundo, Henry Adams y la tragedia del poder norteamericano y La pequeña ciencia.