Guadalupanismo género y religiosidad popular

* Anna M. Fernández Poncela

Inicio: la investigación como viaje

"Para lograr un conocimiento del `otro', hay que hacer un `viaje' (principalmente a través de los hábitos mentales) y realizar la experiencia de un descubrimiento, de una conversión hacia el otro, porque la antropología o la etnografía no es más que una reflexión apasionada, pero respetuosa, sobre `el otro'" (Contreras y Bestard, 1987, p. 5).

La naturaleza dialéctica y polisémica, así como la adaptabilidad de la imagen y devoción guadalupana, son ampliamente conocidas. Sin embargo, quizá no es tan evidente el aparente resurgimiento actual del culto, ante los problemas sociales e individuales de nuestros días. Su veneración representa una salida, como el mundo de lo esotérico o las terapias alternativas o los libros de auto-ayuda, tan de moda en nuestros días. Hay quien afirma incluso que tras la "primera aparición" y la época de las luchas independentistas, hoy es el tercer momento de auge de la advocación guadalupana, cuestión ésta nada ajena a las recientes necesidades sociales que crean y recrean nuevos y viejos mitos.

Pero a esto hay que añadir que vivimos tiempos frescos en el ámbito de las ciencias sociales, donde la afectividad (Fernández Christlieb, 2000) y los sentimientos (Heller, 1989) ocupan un lugar, así como la perspectiva construccionista (Berger y Luckmann, 1986) juega un importante papel, además de la clara conciencia de la invención de la tradición (Hobsbawm y Ranger, 1987). Además están la consideración bidireccional del poder (Foucault, 1988, 1990) y la reflexión en torno a la hegemonía y el consenso sobre la dominación (Gramsci, 1977). Tiempos en los cuales ni la religión es sólo el opio del pueblo, como las telenovelas no son únicamente sumisión femenina (Martín Barbero, 1993) o el consumo es engaño y explotación capitalista (Nava, 1992). Dentro de esta fresca y nueva visión inscribimos este breve estudio.

Concretamente vamos a revisar y reflexionar en torno a lo que expresa un grupo de jóvenes estudiantes universitarios sobre algunos aspectos del fenómeno guadalupano: lo religioso, lo maternal y las diferencias de género.1 Desde su propia voz nos aproximaremos a dichas cuestiones, arropadas con bibliografía, sobre todo con ganas de comprender (Hobsbawm, 1995). No desconocemos los importantes estudios sobre el tema (Lafaye, 1977; Nebel, 1996), sin embargo en este texto nos centraremos en un abordaje desde lo humano, las percepciones y los sentimientos.

Lo religioso

"Oportuna si las hay, portadora de una fuerza vivificante sobre la que se levantaría el único símbolo indiscutible de la patria, la Virgen de Guadalupe es también una de las respuestas religiosas más inteligentes de la evangelización colonial" (Robles, 1999, p. 237).

Si bien es verdad que frente al guadalupanismo sobresale el acercamiento psicológico-personal-subjetivo, por una parte, y de otra la cuestión patriótica-nacional-social (Fernández Poncela, 2000), no es menos cierto que lo religioso tiene que ver con el primer punto y se enreda indirectamente en el segundo. Como estos temas han sido objeto de otra investigación, nos centraremos aquí en lo religioso per se (Interlupe, 2000).

Partimos de la consideración de que "Un factor muy importante que ha caracterizado la historia de nuestro país, desde la llegada de los españoles, ha sido la religión católica... y es donde comienza la adoración a la Virgen" (m).2 Aquí vemos cómo se entrelaza la Virgen al catolicismo, relación que no siempre queda clara en los testimonios de las y los jóvenes cuando se expresan en torno a los dos temas anteriormente señalados.

La creencia se muestra con pensamientos y acciones: "Hay un montón de gente que vamos a pagar lo que llamamos manda, promesa de ir a verla o visitarla por alguna petición o milagro pedido... darle las gracias por acompañarnos, por ayudarnos" (m), como dice una muchacha, y añade un joven: "es común que mucha gente esté jurada —la promesa que hace una persona" (h).

Para este grupo de estudiantes la Virgen es parte de su concepción religiosa y funciona como interlocutora o intermediaria entre la humanidad, Jesús y Dios:

    Según mis creencias religiosas es quien nos cuida y ruega por nosotros, intercede ante su hijo Jesucristo y Dios Padre por nosotros, que somos también hijos suyos (m).

 
 

    Es un símbolo de mi religión y la tengo presente porque mi familia y mis padres siempre me han inculcado que existe y me han enseñado a quererla y respetarla. He sabido de varios milagros que ella ha hecho... ayudar a una persona a sanar cierta enfermedad o de una aparición en alguna parte del mundo. Pienso que son cosas muy grandes y buenas para las personas, porque de alguna manera no se sienten solos y creen que hay alguna esperanza, solución y ayuda para sus problemas. A pesar de que mi familia me ha inculcado el creer en ella, no soy muy creyente, porque no hay nada que me indique que exista... Creo más en las cosas que puedo hacer yo y pienso que todos somos responsables de las cosas que hacemos, porque muchas veces las personas suelen culpar a la Virgen por algún error... mucha gente dice ser creyente y son groseros, irrespetuosos o hasta delincuentes y piensan que con sólo rezarle un poco a la Virgen pueden olvidarse de las cosas que han hecho y así ya no se hacen responsables de las mismas (m).

Esta joven, educada en la religión católica y en el culto a la Virgen, se confiesa creyente. Sin embargo, tiene una visión más abierta del asunto. Su testimonio contiene ambivalencias significativas, va de la creencia a la duda, pasando por el utilitarismo y desdén ajenos.

Esta actitud es común en las y los jóvenes en su tránsito por la secundaria o la prepa, donde suelen encontrar en los maestros interlocutores menos propicios a la religión que en su familia de origen o en la primaria. Además se trata de una etapa de profundización de conocimientos, experiencias y reflexiones con el envoltorio racional, objetivo y científico. La duda casi siempre, el trauma a veces, atraviesan sus vidas. Se trata de una especie de parteaguas adolescente con relación a sus creencias religiosas y a su devoción guadalupana. Incluso muchachos que dijeron no practicar religión o no ser creyentes, respecto de la Virgen mostraron una puerta no cerrada, como un recurso a utilizar que se tiene a mano: "...aunque no lo sé, tal vez algún día necesitaré de su protección y bondad... de sus favores, a lo mejor en este momento no me ha nacido ese sentimiento de devoción que tienen mis familiares y amigos" (h).

También están los no creyentes e indiferentes, que hemos de mencionar son los menos, pocos, generalmente hombres: "para mí en lo personal no va más allá de la imagen de una mujer... pese a ello respeto las creencias de las demás personas" (h). "Es difícil hablar de algo o de alguien que no tiene ningún significado para mí, ya que no soy creyente católica y por lo tanto no creo en la Virgen de Guadalupe, aunque en la actualidad lo único que me puede inspirar es respeto" (m).

Eso sí, el respeto está remarcado por todo este grupo. Necesitan decirlo para quedarse tranquilos o porque sienten que su pensamiento no es el mayoritario y popular, con lo cual se excusan de antemano:

    Me es difícil expresar mis sentimientos. Particularmente no he tenido esa costumbre o tradición de venerarla, e incluso mi fe no creo dirigírsela a ella como tampoco ninguna falta de respeto hacia su imagen... La imagen que puede significar tanto y está en buena parte dentro de los hogares y corazones de los católicos, sólo ocasiona en mí un sentimiento de tranquilidad cuando la miro un buen rato. La fe que tengo es mucha, es creer en uno mismo y en las personas queridas... para mí no tiene ningún significado en particular (h).

Hay también quien se confiesa de otra religión en la cual la Virgen no cuenta y manifiesta claramente su opinión: "...para mí que practico el protestantismo es una imagen carente de significado... ha sido objeto de interminables manipulaciones con fines políticos, económicos y sociales... factor que ha tenido al pueblo en la ignorancia y con una actitud pasiva... no me gusta... llenar de oro a la Basílica o mandar dinero a otro país" (h).

Se toma en consideración la introducción de la imagen como parte de una estrategia de conquista político-religiosa, como dejaron bien claro al hablar de la parte nacionalista del fenómeno recogida en otro estudio. Al respecto, una muchacha señaló:

    Los españoles durante la conquista buscaron mil formas para evangelizar al indígena... Varios investigadores dicen que una de esas fue la invención de la Virgen de Guadalupe, otros, generalmente sacerdotes, aseguran que no... Independientemente de lo anterior, he de reconocerme como católica y guadalupana, por principios y por fe, ya que provengo de una familia que supo inculcármelo desde niña, y la Virgen siempre ha significado paz y amor (m).

Y concluyó con la certeza de que "...cuando los creyentes llegamos al final de nuestras vidas, lo único que conservamos es la fe" (m).

Como vemos, la familia ha sido la inoculadora de la devoción, es por ello tan difícil romper con ella. Y por ello también en ocasiones es muy fuerte el choque que experimentan en la etapa adolescente.

 
 
Lo maternal-subjetivo

"Pero yo en realidad soy vuestra madre compasiva" (Nican Mopua, citado por Flores, 1995, p. 13), y prosigue en otra aparición: "¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No estás en el hueco de mi manto? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?" (ibid., pp. 26-27).

La imagen "representa una joven mestiza en estado de gravidez" (Rivera, 1988, p. 82), según algunas versiones. Y madre era, o es, también Tonantzin, Nuestra Madre. Según Paz "La derrota de estos dioses... produjo entre los fieles una suerte de regreso hacia las antiguas divinidades femeninas. Este fenómeno de vuelta a la entraña materna, bien conocido por los psicólogos, es sin duda una de las causas determinantes de la rápida popularidad del culto a la Virgen" (Paz, 1992, p. 76).

"México es un paraíso para las expediciones psicoanalíticas que buscan las fuentes del complejo de Edipo. ¿Acaso hay algo más fascinante que esa peculiar combinación de machismo exacerbado y de fanático amor a la madre en la figura de la Virgen de Guadalupe? La madre de los mexicanos... la madre india, las diosas indígenas, la Malinche" (Bartra, 1987, p. 205).

Mito fundacional, añade el autor, pero junto a la Malinche la otra cara de una misma moneda. Y es que esta figura es fundamental en el imaginario, como fundación de una nueva cultura (Fernández Poncela, 1999). "Allí hubo también un extraño canje: los españoles aportaron a la Virgen de Guadalupe y los indígenas dieron a cambio el culto a Cihuacóatl-Tonantzin, la antigua diosa de la tierra" (Bartra, 1987, p. 208). Sahagún, Clavijero, Durán, los cronistas de Indias, dejan patente la relación entre las antiguas diosas —en la actualidad se especula con varias— y la nueva Virgen.

Hay que remarcar, no obstante, la gran devoción mariana en la península ibérica, especialmente en la Edad Media, época proclive al aparicionismo (Lafaye, 1977), cuando leyenda e historia (Nebel, 1996) se entretejían con trazo grueso y sin que importara mucho la diferencia. El culto proviene de Oriente y pasó a Occidente, también muy relacionado con antiguas diosas o adoraciones femeninas paganas. Pero durante y tras la reconquista peninsular de los cristianos sobre los musulmanes, tiene lugar un auge aparicionista de viejas imágenes antaño enterradas, un verdadero tráfico de tallas y milagros, como hoy el de las estampillas y altares en México.

Llega a América, y el marianismo es importante en todo el continente: cuaja muy bien, se engarza a la idiosincracia y necesidades de su población. Y es que "Los indios reencontraban en la nueva religión a la diosa madre que habían tenido en la antigua" (Lafaye, 1977, p. 315). Curioso es el correlato de las narraciones sobre las apariciones de las diversas vírgenes americanas, entre ellas y las aparecidas en Europa y España, sin duda una herencia, sin por ello desmerecer ni minusvalorar las diferencias factuales y formales, e incluso de significado y enraizamiento en antiguas deidades precoloniales. Pero en todo caso la similitud es innegable (Lafaye, 1977; Nebel, 1996).

También comparables son los contextos: épocas de crisis, guerras, cambios sustanciales, desestructuración social, fracturas culturales y una gran necesidad de conciliar y reconfortar a individuos y colectividades, "...en lo nacional, si consideramos su potencia unificadora como madre y emblema de un pueblo desprovisto de otras divisas de identidad dotadas de su importancia; y, en lo particular, la devoción domiciliaria a su misericordia para atender las rogativas personales" (Robles, 1999, p. 238).

De ahí el papel de madre protectora —históricamente lo fue contra las inundaciones y epidemias, hoy también se la reza por las sequías y ante la subyugación social en general—, aliviadora de penas y pañuelo de lágrimas. Dice una joven al respecto: "Se la ve como a una madre protectora, la que alivia corazones y resuelve nuestros problemas" (m). Y otra: "Aquella que por las palabras de Juan Diego es nuestra señora y madre del pueblo y de los mexicanos y de todo México" (m), y en otro momento señala la misma muchacha: "Es nuestra madre, la de todos los mexicanos" (m). Y otra más indica: "Al verla siento la protección de una madre cuidando a sus pequeños hijos para que no les pase nada y aprendan a resignarse en situaciones difíciles" (m).

El sentimiento de cobijo y protección es muy importante y esto se entrelaza estrechamente con la cuestión maternal, o en todo caso ésta es un acercamiento más familiar de los primeros; recordemos la transmisión vía parentesco.

Otros testimonios al respecto:

    ...es para el pueblo de México más que la madre de Jesús, es la madre protectora y generosa de los mexicanos, a quien se acude en momentos de desesperación. Es la madre que brinda consuelo a sus hijos y que nunca los desampara... Evoca para los mexicanos una mezcla de sentimientos que sólo ella puede inspirar: ternura, amor, generosidad, comprensión y bondad (m).

    ...ha sido considerada por los mexicanos católicos como una madre protectora, de todos los débiles, desamparados y de los pobres (m).

Todo ello está claro, lo diga Paz o un joven estudiante en el año 2000; el significado profundo es el mismo. "En México significa unión, fe, esperanza, protección, humildad, maternidad, confianza, respeto, cariño... la madre de México" (m), sentencia una joven. Por supuesto, la transmisión familiar tiene mucho que ver, como decíamos: "Dentro de mi familia todos creemos en ella, y claro, para mí representa: ternura, comprensión, resistencia y sobre todo amor incondicional, como el de una madre" (m).

"Otro elemento muy importante es la fuerte imagen que tiene de madre mexicana, una madre que cobija a sus hijos, perdona, tolera, resiste y sobre todo brinda su amor por sobre todas las cosas" (m). El amor y la bondad, junto a la protección, son elementos destacados, aunque se sepan fruto de la ilusión y la fantasía: "El amor que uno mismo reproduce por parte del parentesco consanguíneo con la madre abre las venas paralelas a la imagen de Guadalupe. Esto provoca una adhesión y una euforia fantástica e ilusoria" (h), confía un estudiante.

Pero ojo: es una madre con las características de protección y amor, pero también de abnegación y sufrimiento: "Es la imagen de la madre mexicana: sufrida, mártir, idolatrada, impecable, inalienable..." (h) Todo esto desde una visión muy particular y sesgada de la maternidad, aunque no por ello menos mayoritaria y hegemónica. Esto es así porque el amor materno es hacia "nuestra madre morena", pero también según una mirada machista resultado de "mucha madre y poco padre", que provoca estereotipos y realidades, cultos equívocos y distorsionados (Lamas, 1995).3

En todo caso y en la realidad, la madre es núcleo familiar, fuerza y vida: "Representa la figura materna. Curiosamente en México la madre es la figura más importante dentro de la sociedad... símbolo que ha acompañado en las luchas de la independencia y la revolución" (m) y "representa para nuestra cultura e identidad, porque representa la fertilidad y el maternalismo" (h), expresan unos jóvenes al respecto.

   
Entre los valores que todo mundo le adjudica, la maternidad siempre es uno de ellos, especialmente entre los muchachos:

    bondad, ternura, verdad, misericordia, omnipotencia, respeto, fidelidad, amor, maternidad (h).

    Se le considera la madre de todos los mexicanos, eso llama mi atención... sólo puede explicarse por el hecho de vivir en una sociedad machista. La mujer sólo es verdadera mujer y alcanza su máximo desarrollo y respeto al ser madre, entonces podemos explicar por qué en este tipo de sociedades una imagen como la de la Virgen de Guadalupe adquiere importancia al respecto, sólo así se pueden entender muchas cosas (h).

Y es que se la respeta, valora y ama por madre y virgen, no por mujer, eso debe quedar claro. Es "la madre de todos, en fin, es la mujer más respetada de todos" (h); "es nuestra madre y señora, claro, exceptuando a las personas que no creen en nada, ni nadie" (m). Y es que "...después de todo somos hijos de la misma madre, la Virgen de Guadalupe" (h), y ante eso no hay muchas dudas y poco más que añadir.

Todo ello nos recuerda nuevamente la expresión de Paz: "La Virgen es el consuelo de los pobres, el escudo de los débiles, el amparo de los oprimidos. En suma, es la madre de los huérfanos" (Paz, 1992, p. 78). Y los huérfanos son, de acuerdo a su visión, el pueblo de México.4

Algunas versiones consideran que "el marianismo, o culto a la superioridad espiritual femenina, es tan predominante como el machismo y es simbiótico con él, pero menos comprendido; lejos de ser víctimas, las mujeres de Latinoamérica son beneficiarias conscientes de ese mito" (Stevens, 1977, p. 121).

Hay varias interpretaciones psicológicas al respecto de la relación de la Virgen con la madre, y de ambos personajes o imágenes en la configuración de la mexicanidad (Wolf, 1972; Ramírez, 1977; Bartra, 1987; Béjar, 1988; Basave, 1990; Paz, 1992; Riding, 1993). Y es que la Virgen-madre es la configuración de la "esperanza y el bienestar" (Nebel, 1996).

Las diferencias de género

    ...la participación de la mujer como reproductora de los valores religiosos en el seno del hogar la hace adquirir, desde el punto de vista numérico, una mayor importancia en cuanto a la práctica religiosa se refiere. Sin embargo, esa condición se ve limitada por el relegamiento y la opresión que sufre en nuestras sociedades, lo que la hace ser más susceptible de presentar angustia, inseguridad y temor... Todo esto constituye el motor de conductas religiosas especiales, como bien lo ha preconizado la psicología (Lagarriga, 1999, p. 72).

La anterior afirmación puede cuestionarse o no, sin embargo, en honor a la verdad, y sabiendo que nuestro estudio no es representativo, pues se trata de un acercamiento de carácter cualitativo, hemos visto que las mujeres parecen más religiosas y más practicantes, especialmente en el culto y devoción a la Virgen de Guadalupe que los muchachos. Incluso aquellos que creen en ella y es parte de sus vidas no describían tanto sus sentimientos ni sus acercamientos a la imagen, sino que eran más distantes y generales, con mayor análisis racional y menos afecto vertido. Eso sí, ellos mencionaban, como ellas, el aspecto maternal, pero para las primeras era sinónimo de amor, amistad y protección, mientras que ellos se expresaban en términos de valoración y respeto, además de protección.

"Desde el punto de vista de la significación la religión constituye un sistema modelante secundario de la cultura y un núcleo privilegiado de elaboraciones simbólicas en donde la participación diferenciada por géneros nos ofrece un espacio de observación para el estudio de estas expresiones culturales" (Ortiz, 1999, p. 79). De acuerdo con lo anterior, se observa un acercamiento en ocasiones diferente a la religiosidad de hombres y mujeres, que tiene que ver con su interacción social, las diferencias sexuales traducidas en diferencias de poder en lo inmediato y cotidiano y reelaboraciones simbólicas de más largo alcance.

"En el ámbito de participación privada, la mujer es quien se encarga principalmente de mantener la socialización de la cultura religiosa al tener como encomienda la transmisión de normas, valores y conductas emitidos por la institución religiosa de pertenencia. Así, se vuelve la reproductora de su propia alienación que le impone su participación eclesial genérica" (ibid., p. 80). Sin estar en total desacuerdo con esta afirmación, sería conveniente desterrar esta visión victimista y alienada de la mujer, así como el ataque a la religión. Su mayor o menor religiosidad o devoción lejos de ser producto de un menoscabo social podría interpretarse como una visión menos material y más espiritual de la vida o el mundo, más introspectiva e intimista que la masculina, con lo positivo que esto conlleva, sin por ello perder de vista lo negativo.

Como vemos, a través de las transcripciones expuestas las mujeres tienden a ser más creyentes y devotas, al margen que expliquen su devoción a partir de la introyección familiar o como autoterapia en la vida, o incluso porque así lo sienten y punto, a pesar de las dudas. Mientras que sobre los hombres tiende a pesar más la lógica de la racionalidad y el descreimiento parece más fuerte, o por lo menos eso es lo que dicen, quizá también como parte de la imaginería de una masculinidad hegemónica.

Otra cuestión a destacar es lo que respecta a la madre: la Virgen es la madre de todos, pero para las muchachas es más amiga-refugio o hermana-amiga y para los jóvenes parece más madre-protectora, merecedora de respeto y valorada por su maternidad. Sin atrevernos a llegar a conclusiones psicológicas profundas, para las cuales no tenemos herramientas, y sin tampoco querer reproducir discursos que no compartimos (Ramírez, 1977; Béjar, 1988; Basave, 1990; Paz, 1992; Riding, 1993), sí queremos remarcar dicha cuestión, que es de vital importancia para continuar con su estudio y profundización. La Virgen-madre es un símbolo doble, es una presencia importante, que despide amor y comprensión.

También, y sin poder generalizar, hay una tendencia por parte de los hombres de hablar de la Virgen y su importancia para el país y la sociedad en general, mientras ellas —sin dejar de hablar del tema— también la incluyen como parte de sus vidas, desde una perspectiva más subjetiva y personal e intimista. Se trata, en todo caso, de dos lógicas distintas que tienen que ver directamente con la introyección social y cultural diferencial del mundo según el género asignado y, por qué no, según cuestiones de índole psicológico profundo.

 
 
Final: el viaje como investigación

"El conocimiento de los otros es un movimiento de ida y vuelta. Pero, después de haber estado con el otro, el regreso no es el mismo punto de partida. El antropólogo ha de esforzarse en encontrar un terreno de entendimiento común, en elaborar un discurso que, aprovechando su exterioridad, habla al mismo tiempo a los otros de los otros" (Contreras y Bestard, 1987, p. 5).

Queda clara la importancia de varios factores y aspectos a la hora del acercamiento social e individual al fenómeno guadalupano. Aquí nos hemos centrado en la relación de la devoción desde aspectos tales como la religión, la maternidad y las diferencias de genero. En otra ocasión abordamos lo psicológico-personal-subjetivo y lo nacional-social-patriótico, dos ejes básicos de la configuración del guadalupanismo (Fernández Poncela, 2000).

Una y otra vez pudimos constatar la importancia del simbolismo identitario, su funcionalidad cultural, social y personal. La multidimensionalidad semántica del fenómeno, su transculturalidad y transclasismo. El sentimiento, la religión, los afectos, la mexicanidad, el amor, la educación, las sensaciones, la familia, los recuerdos, los medios de comunicación, las imágenes, la comunidad, la comunión, lo social, lo nacional, lo subjetivo, todo ello un rosario de términos y conceptos que se entrecruzan unos con otros, se enredan y se bordan sobre el tejido de neuronas y charcos endócrinos del cerebro, entre pensamientos y sentimientos, creencias, necesidades y lógicas distintas.

Lo básico: la Virgen de Guadalupe es un icono multisemántico, y como tal toda persona o comunidad puede hacerla funcional a sus necesidades e intereses, ya sea el gobierno federal, el indígena de Guerrero, el político de la derecha, la comercianta ambulante.•

Notas

1 En otro lugar analizamos, con la misma fuente informativa, los temas psicológico-personal y nacional-social como aspectos centrales. Véase "Semantización política y personal de una imagen: la Virgen de Guadalupe", ponencia presentada en el Primer Encuentro Interdisciplinario de Investigadores. Antropología e Historia del Guadalupanismo, 22 de mayo, ENAH, México, DF. Respecto a los estudiantes que dieron su testimonio sobre el tema, se trata de 22 entrevistas realizadas por 11 alumnos y 11 alumnas del Taller de Lectura, Lógica y Redacción de la UAM-Xochimilco, grupo SC04, en abril de 2000.

2 Vamos a señalar con una m a las mujeres y con una h a los hombres con objeto de dejarlos en el anonimato.

3 Por la amplitud de este debate no nos es posible profundizar en él, pero sí se juzga importante dejarlo remarcado.

4 Enfoque contestado por otros autores (Bartra, 1987), pero sobre lo cual no vamos a ahondar en estas páginas.

*Anna M. Fernández Poncela (Barcelona, 1963) es doctora en antropología por la Universidad de Barcelona. Es profesora-investigadora del Departamento de Política y Cultura de la UAM-Xochimilco. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores. Entre sus publicaciones destacan: Hombres, mujeres y política. Una mirada desde la opinión pública y sus protagonistas (México, UAM, 1997), Testimonio y cifras. Mujeres en la élite política (México, UAM, 1999), Mujeres, revolución y cambio cultural (Barcelona, Anthropos-UAM, 2000), "Pero vas a estar muy triste y así te vas a quedar". Construcciones de género en la canción popular mexicana (México, INAH, 2000).
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