Psicología de lo Borroso*

** Juan Soto Ramírez

Un día supe que la ciencia no es verdad. No recuerdo qué día, sí el momento. El Dios del siglo xx ya no era Dios. Había un error, y parecía que nadie en la ciencia dejaba de cometerlo. Decían que todo era verdadero o falso... Los científicos podían errar en las matemáticas y en la lógica. Y eran capaces de mantener su error con toda la pompa e intolerancia de una secta religiosa.

B. Kosko, Pensamiento borroso

Introducción

La fijación en la creencia (Peirce, 1877, p. 35) nos impide en buena medida el abandono de nuestros modos de pensar e incluso de obrar. La psicología que conocemos ha generado un abismo conceptual entre supuestos antagónicos en múltiples sentidos:

cuerpo-mente, voluntario-involuntario, cuantitativo-cualitativo, objetivo-subjetivo, causa-efecto, individuo-sociedad, real-imaginario, hacer-pensar, predicción-interpretación.

Cuatro han sido sus creencias básicas, que elegantemente llamaremos paradigmas: positivista, pospositivista, crítico radical y constructivismo (Olabuenaga, 1996, pp. 49, 59), en tres niveles: ontológico, epistemológico y metodológico. Seguir hablando de los ya tan manoseados niveles de explicación en psicología (Doise, Deschamps y Mugny, 1980), aparte de resultar insulso sería tan grave como seguir suponiendo que la realidad debe adecuarse a la teoría cuando lo que debe suceder es lo contrario. Como si en psicología no hubiese sucedido nada desde hace 30 años, cuando desde hace tiempo las teorías de la complejidad han tenido una seria implicación en las ciencias del comportamiento (Munné, 1995).

La psicología de lo borroso apunta en varias direcciones: 1) las realidades y los objetos intermedios, 2) las estructuras de pensamiento que nos permiten llegar por convención a un sobreentendido, 3) los presupuestos y las falsas certidumbres, 4) el detalle, 5) lo supuestamente irrelevante, 6) lo invisible. Las ciencias de lo impreciso tienen sus propios dominios y leyes, tienen que crear su metodología (Moles, 1990, p. 397).

La psicología de lo borroso comparte un pasado común con otras psicologías: la realidad de la terceridad (véase Peirce, 1903, pp. 143-162). La diferencia estriba en su consideración de la terceridad como un conjunto de unidades borrosas y no como uno de símbolos. No opera con el instinto de la bivalencia, propio de la lógica aristotélica, sino con el de la lógica multivaluada o polivalente.

Aprender a manejar la probabilidad es mucho más fácil, rápido y práctico que renunciar a ella: los asesinos o secuaces del Viejo de la Montaña solían lanzarse a la muerte a su menor mandato, pues creían que la obediencia a él les aseguraba la bienaventuranza perdurable. Si hubieran dudado de esto, no habrían actuado como lo hacían (op. cit., 1877, p. 30).

Hormigas, partículas e individuos vs bosque,

ondas y sociedades

Cuando observo hormigas dejo de mirar el bosque en que habitan y cuando miro el bosque dejo de ver hormigas. Si opto por mirar el estado de movimiento de una partícula, veo la onda. Si miro el estado de posición de la partícula, dejo de observar la onda. Si miro sociedades, dejo de ver individuos. Si veo individuos, dejo de mirar las sociedades que habitan. En cualquiera de los casos la mirada que logre de la perspectiva de realidad que tenga será parcial. La realidad no puede ser simultáneamente visible (véase Geymonat, 1993, p. 117).

De alguna manera hemos aceptado que la realidad se presenta como una serie interminable de bivalencias que se contraponen y excluyen: blanco y negro, arriba y abajo, izquierda y derecha, delante y detrás. Nos manejamos como si lo intermedio no existiera, como si pudiésemos negar las caprichosas formas que adopta y al pretender explicarlas nos damos cuenta que nos faltan palabras para describirlas.

Lo intermedio puede llamarse de diversas formas: vago, confuso, borroso; pero siempre se habla de lo mismo. La realidad de lo intermedio es imperfecta por su falta de definición: está hecha de palabras e imágenes, de sonidos y silencios, de ausencias y presencias, de memoria y olvido, de certidumbres e incertidumbres; pero mezclado. Como un licuado en donde ya no se distinguen las fresas de la leche ni el azúcar. Se trata de una realidad que se encuentra entre cualquier dicotomía posible. Entre lo simple siempre habrá algo complejamente imperfecto. La borrosidad empieza donde comienzan las contradicciones, donde A y no A valgan, hasta cierto grado (Kosko, 1993, p. 36). Donde los valores absolutos comienzan a desdibujarse. Donde predomina lo indefinido.

 
 
¿Dudar del mundo en que vivimos?

Cuando a la realidad se le mira con detenimiento, cambia. Aparecen los detalles y la complejidad del mundo se hace más evidente. Vistas de cerca, las cosas se vuelven más borrosas, los bordes dejan de ser exactos (op. cit., 1993, p. 25), y al dejar de serlo, las certidumbres comienzan a romperse, el mundo empieza a temblar y desmoronarse porque cada certidumbre se convierte en una falsa certidumbre.

Hemos aprendido que es más cómodo confiar en el mundo que conocemos que dudar de él. Lo maravilloso del mundo no se encuentra en las afirmaciones que se pueden realizar en torno a él sino en la manera en que uno llega a ellas (véase Peirce, 1869). La inducción es más importante que la deducción. Cada afirmación que realizamos es borrosa por naturaleza.

Cuando afirmo del mar que es azul, niego que sea naranja o verde pistache. Lo interesante no es si tengo razón sino la manera en cómo llegué a afirmar que es azul. Las conclusiones nos llevan a los presupuestos del mundo y es difícil cuestionarlos. Sin embargo, lo presupuesto dentro de la situación prevaleciente del mundo de la vida está rodeado de incertidumbre (Schutz y Luckman, 1973, p. 30).

Hemos creado un mundo que requiere de explicaciones para casi todo. Un principio de causalidad rige nuestro pensamiento. Dicho principio organiza el mundo en una sola dirección y corre en el sentido de las flechas del tiempo (Schneider, 1983, p. 347). Cuando uno mira cualquier cascada, espera que el agua caiga y jamás que suba.

La amplificación del campo epistemológico puede lograrse mediante el análisis del detalle, de las pequeñas fluctuaciones que generan grandes desajustes. Es donde comienza el estudio de lo que de manera tradicional se consideraba irrelevante. Se trata de un cuestionamiento al mundo de la linealidad o de las funciones continuas (Moles, 1990, p. 411), a través del impulso y establecimiento de una duda radical sobre las certezas que conocemos. Existe un imperante conservadurismo cognoscitivo que nos lleva a intuir que el mundo social está formado por construcciones arbitrarias sobre un abismo. En dicho abismo se guardaron las incomodidades del pensamiento científico (multivalencias, vaguedad, imprecisión, no linealidad, etcétera).

El irrelevante caso de lo irrelevante

A lo irrelevante no se le dio cabida en el mundo científico. Cada disciplina o especialización científica construyó su propio campo de irrelevancias, de tal suerte que el análisis de las débiles correlaciones se convirtió en algo despreciable a los ojos de los macroespecialistas, quienes sólo se acostumbraron a estudiar los fenómenos, procesos, situaciones, etcétera, de buen tamaño. Hicieron a un lado lo apenas perceptible, lo débil, lo que no aparecía ante sus ojos como digno de reconocimiento de un sistema de variables, es decir, como aceptable en lo académico. Se jugó entonces a estudiar lo académicamente visible o lo relevantemente académico.

Donde los conceptos que explicaban el mundo en que vivimos comienzan a resquebrajarse, emerge el dominio de las metáforas y las narrativas (Potter, 1997, p. 56). Donde las unidades de sentido no funcionan más para explicar a partir de las simples relaciones de causa y efecto, se abren las puertas del reino de la multivalencia.

Donde la probabilidad falla, acierta lo borroso. Donde las certezas se rompen, el mundo de lo posible hace acto de presencia. En síntesis: donde lo uniforme y ordenado terminan por caer al suelo, el mundo comienza a estar de cabeza y requiere de otro orden explicativo. Por ello se requiere de conceptos borrosos, correlaciones débiles, metáforas que conecten lo descriptible con lo indescriptible y así de forma sucesiva.

La ciencia dura es la cara de un mundo que no ríe: es complejo lo que no puede resumirse en una palabra maestra, lo que no puede retrotraerse a una ley, lo que no es posible reducir a una idea simple (Morin, 1990, p. 21). La ciencia blanda es la cara sonriente de la vida, la ciencia de un mundo que se ríe permanentemente de nosotros cuando aspiramos a describir su sonrisa. ¿Es posible dudar del mundo en que vivimos sin dejar de incomodarnos un poco? ¿Sin pensar que lo que habíamos dado por sentado sólo es temporal?

La temblorosa y religiosa psicología

La psicología está plagada de presupuestos que le ayudan a dar explicación al conjunto de fenómenos en los cuales centró su atención durante muchos años. Cuenta con un bagaje impresionante de tecnicismos que la hacen rimbombante y aparentemente compleja, cuando sólo está complejamente tecnificada. Tratando de importar los hábitos positivistas a sus procederes técnicos.

Nuestra disciplina de forma paulatina se fue tecnificando e impuso una perspectiva en torno a lo que debía estudiar, prácticas que silenciaron, por mucho tiempo, las miradas que miraban masas (Le Bon, 1895), espacio (Lewin, 1951), o espíritu (Mead, 1934). Se practicó el culto al positivismo haciendo de la disciplina una ciencia más de culto que de irreverencia.

La psicología de lo intermedio se hizo a un lado, no podía someterse a la rigidez del laboratorio por una razón: la realidad es cadenciosa y se bambolea como la niña inquieta que no para de moverse a menos que sea con un sedante. Los psicólogos insistieron en estudiar lo aparentemente estable en vez de centrar su mirada en lo realmente inestable. En el periodo modernista los psicólogos podrían proclamar con confianza que había una materia de estudio disponible para la interrogación. Ya fuera ésta la mente o el comportamiento (Gergen, 1991b, p. 104).

Trocitos de psicología para psicólogos

con malos modales

Así como un físico es un trozo de materia que investiga la materia y un biólogo un trozo de vida que investiga la vida y un sociólogo es un trozo de sociedad que investiga la sociedad (Ibáñez, 1991, p. 13), el psicólogo es un pedazo de pensamiento que estudia el pensamiento. Es parte de eso mismo que estudia. Juega a descubrir la verdad cuando sólo la construye. No llega a ella gracias al consenso (Gergen, 1991, p. 117), sino porque logra consolidar una de las tantas facetas de la armonía en forma de conciencia colectiva.

Las psicologías que conocemos abordan las realidades visibles u obvias. De alguna manera la psicología tiene más parecido con la filosofía que cualquier otra ciencia natural. La teoría del conocimiento es la filosofía de la psicología (Wittgenstein, 1991, p. 65). Ésta ha dejado de lado el estudio de las ensoñaciones, las metáforas, las imágenes; lo que se encuentra entre lo objetivo y lo subjetivo. Se requiere un tránsito de la psicología de la ensoñación común a la de la ensoñación literaria, extraña ensoñación que se escribe, que se coordina al escribirse, que sobrepasa sistemáticamente su sueño inicial, pero que permanece por lo menos fiel a realidades oníricas elementales (Bachelard, 1942, p. 35).

El desarrollo de la disciplina se ha debido, en buena medida, a una tensión esencial ocasionada por dos presupuestos básicos. El primero de ellos, cuya postura epistemológica ha desembocado en la defensa a ultranza del objetivismo, privilegia el objeto y pormenoriza al sujeto. Se trata de una psicología que descubre verdades y las verifica a través de la evidencia: es la de las verdades materiales. El segundo ha defendido de manera rabiosa el subjetivismo, privilegiando el papel del sujeto con respecto al objeto.

La primera psicología es producto de un punto de vista óntico, la segunda de un punto de vista lógico, de suerte que la configuración de una nueva disciplina debe darse de acuerdo a una perspectiva ontológica, siempre realista, pero crítica y radical con ella. Para esto se requiere de una postura epistemológica diferente cuya virtud no obligue a la ruptura entre sujeto y objeto, que su presupuesto implique el proceso de construcción de verdades: entendiendo que éstas no se descubren, sólo se construyen (Ibáñez, 1994, p. 72). El cambio de mirada implica un problema fundamental: la dificultad no está sólo en la renovación de la concepción del objeto, sino en revertir las perspectivas epistemológicas del sujeto, es decir, el observador científico (Morin, 1990, p. 60).

 
 
¿Alguien dijo que los psicólogos eran los observadores más ingenuos que conocemos?

Fuera de los laboratorios científicos (aislados del estímulo extraño así como también de ideas desagradables) un nuevo conjunto de dramas intelectuales se ha estado desplegando lentamente (Gergen, 1991b, p. 101). Esto hace visible que se requiere un giro y una herramienta para entender qué pasa en la multiplicidad de centros. Para lograr descentrar las múltiples formas de dominio dentro de la psicología se requiere de un giro peculiar cuyo sujeto no aparezca en nuestra visión del mundo, porque él mismo es esa visión del mundo (véase Schrödinger, 1959; Hawking, 1988). Es todo y no parte, idéntico a su propia mirada, evanescente.

El hombre ha dejado de ser la medida de todas las cosas. La naturaleza ya no tiene autonomía, movimiento propio, ha dejado de organizarse y reproducirse a sí misma como se pensaba que lo hacía. El sujeto (hombre) ha pasado a ser un factor de codeterminación del objeto (naturaleza) (Fischer, 1992, p. 19). Al liberarse, las inestabilidades nos mantienen en riesgo permanente. El tránsito de la solidaridad mecánica a la orgánica debe ser controlado por la prohibición, la abstinencia o la moderación, es decir, cualquier elemento regulador de la inestabilidad que ayude a que el juego del universo (vida) no se extinga (muerte):

más y más gente entra en crisis por múltiples razones mientras los psicólogos no logran ponerse de acuerdo en qué constituye la materia de la disciplina (Gergen, 1991b, pp. 99-100);

un gran porcentaje de la población muere de hambre mientras los nutriólogos se enriquecen dictando dietas a personas que no quieren comer lo que podrían compartir;

desarrollos vanguardistas de la ingeniería química se destinan a la fabricación de armas o drogas de síntesis que aniquilan personas en vez de mantenerlas vivas;

las ciudades parecen inhabitables porque la administración y diseño del espacio queda fuera del alcance de las manos de los urbanistas y arquitectos que se dedican a construir centros turísticos, comerciales o culturales;

las capacidades lingüísticas de expresión de las emociones se pierden mientras los comunicólogos perfeccionan sus técnicas para vender programas de televisión o videos que alejan al público de sus propios sentimientos, pensamientos y sensaciones;

múltiples miedos (el miedo al Otro, a la exclusión y al sinsentido) toman las riendas de la vida cotidiana mientras los políticos siguen llenando el futuro con promesas (Lechner, 1998, pp. 181, 196). Etcétera.

Construyendo una nueva psicología

La nueva psicología requiere de una herramienta. Apela al esencialismo y universalismo. Adopta el punto de vista de la reflexividad. No basta con buscar en el sujeto, como lo enseña la filosofía clásica del conocimiento, las condiciones de posibilidad y los límites del conocimiento objetivo que él instituye. También hay que buscar en el objeto construido por la ciencia las condiciones sociales de posibilidad del sujeto y los posibles límites de sus actos de objetivación (Bourdieu, 1995, p. 156). Herramienta esencial para el estudioso contemporáneo (Gergen, 1991b, p. 105).

El discurso de la experiencia personal no puede ir separado de la práctica profesional, la cual es un punto de la práctica profesional de la experiencia personal. A la vez que piensa transitivamente, piensa en su propio pensamiento a la vez que piensa en el objeto (Ibáñez, 1985, p. 276).

También se requiere de un artefacto, de una nueva actitud para escuchar esas voces internas que nos liguen al esbozo de una realidad diferente: la meta de una psicología crítica no es llegar a un discurso teórico verdadero, sino que a través de un momento de comprensión teórica poder vivir, comunicar, actuar y sentir en relación con las verdades irracionales de la sociedad, con la meta de no dejarlas reproducirse (Sloan, 1994, p. 187). No se trata ya de dominar al objeto con una actitud totalizadora sino de atender una serie de situaciones relevantes para el estudio de las dinámicas contemporáneas de la sociedad.

Mensajes ocultos de la psicología

Tradicionalmente se ha pensado que la psicología maneja conceptos precisos, cuando en realidad sucede lo contrario. La psicología, igual que otras disciplinas, es una ciencia de lo fragmentario en tanto que sus hallazgos sólo van configurando pedazos de verdad que duran sólo por un tiempo y luego se desvanecen.

La cantidad de presupuestos que hay en ella es inumerable, pero esto sucede en muchos otros sistemas de pensamiento. La construcción del conocimiento psicológico se ha servidos de dos presupuestos básicos: el primero sostiene que todo comportamiento se puede predecir o inferir a partir de un conjunto de premisas; y el segundo, que todo comportamiento es susceptible de ser interpretado, es decir, que cualquier comportamiento lleva dentro, por así decirlo, un mensaje oculto. Debemos aceptar que ninguno de estos dos presupuestos es verdadero al cien por ciento.

La psicología juega con unidades lineales de sentido: A implica sólo B. Al pensar en escenarios predefinidos, la psicología hace a un lado escenarios alternativos. Pensando linealmente se puede afirmar que se puede llorar de alegría o de tristeza, pero no de las dos cosas al mismo tiempo (lo cual, en la realidad, es posible). Se puede llorar sin estar triste o alegre por completo, porque existen sentimientos enrarecidos como la nostalgia o la melancolía. Se puede amar y odiar al mismo tiempo porque existen los celos. Se puede reír de alegría, nervios, simpatía, burla, placer, dolor, etcétera.

B no se encuentra determinado por un solo A. De este modo, A no puede desembocar en un solo B, pero a la psicología le gusta conducirse de esa manera: esperando que cada comportamiento pueda predecirse o inferirse a partir de un sistema lógico de premisas. Un comportamiento siempre es imprevisible. Y así como todo comportamiento es imprevisible, también es ininterpretable.

 
 
   
Por una psicología de lo borroso

La psicología de lo borroso comienza donde las pulcras psicologías no pueden predecir ni interpretar, donde el reino de la precisión estadística llega a su catastrófica terminación, donde las perspectivas deterministas se quiebran en el mundo de las metáforas, los organigramas secuenciales no dan más que risa, en fin, donde la vida cotidiana proporciona los suficientes reveses a los investigadores para hacerles ver que estaban equivocados. La borrosidad empieza donde empiecen las contradicciones (Kosko, 1993, p. 36).

La psicología de lo borroso es aquella que:

Estudia las realidades y los objetos intermedios. Lo que se encuentra entre lo que se habla y potencialmente en la posibilidad de ser, pero que aún no es, de lo que se encuentra en proceso y no aparece como producto. La psicología que recurre a las metáforas y hace a un lado el pensamiento estadístico.

Estudia las estructuras de pensamiento que nos permiten llegar por convención a un sobreentendido. Es la psicología del sentido común y los procesos cotidianos cuya materia prima son las fuzzy informations y, en general, todos aquellos elementos de la realidad que se presentan como convenciones socialmente aceptadas por todos. Es la psicología de las narrativas y de análisis del lenguaje.

Estudia los presupuestos y las falsas certidumbres. Es decir, todo aquello que se da por sentado antes de comenzar a construir cualquier tipo de conocimiento, sea especializado o no. Se trata pues de una psicología crítica y radical que renuncia a las formas convencionales de construcción del conocimiento psicológico. En vez de ser la psicología de las buenas formas y los tecnificados procederes, se vuelve plástica porque lleva consigo un espíritu más libre e indeterminado en los tres niveles que le permiten avanzar en el análisis de la realidad: ontológico, epistemológico y metodológico.

Analiza el detalle. Se trata de la micropsicología. En vez de tratar con macroprocesos centra su atención en los microprocesos que se vuelven determinantes. La caracterización del mundo no se encuentra determinada por los grandes sistemas de variables sino sólo por ínfimos elementos de un complejo situacional incluso en donde todo adquiere importancia para el análisis de la realidad.

Vuelve relevante lo irrelevante. Es la psicología en donde lo que tradicionalmente se despreciaba pasa a formar parte importante de un sistema de variables. Es aquella que insiste en tomar en cuenta no sólo los microprocesos sino incorporar dentro del análisis las variables que, por causar efectos secundarios o espurios, se hacían a un lado.

Estudia lo invisible o insiste en volver visible lo invisible. Es la psicología que trabaja no con palabras ni con imágenes sino con metáforas para explicar aquello que no puede aprehenderse conceptualmente, porque las categorías se han agotado en el proceso de análisis de la realidad. Esto puede lograrse mediante dos procesos o mecanismos: el primero es el que llena los viejos conceptos con nuevos contenidos y pone en evidencia sus limitaciones; el segundo es el que elabora nuevos sistemas de conceptos para el análisis de la realidad por la precariedad que implica querer seguir explicando el viejo mundo de acuerdo con las viejas formas.

* La versión original de este trabajo fue preparada para el XXVII Congreso Interamericano de Psicología, que se llevó a cabo del 27 de junio al 2 de julio de 1999 en Caracas, Venezuela.

*Juan Soto Ramírez (ciudad de México, 1970) es maestro en psicología por la unam. En la actualidad es profesor-investigador de psicología social de la uam-Iztapalapa, en el Área de Estudios Rurales y Urbanos. Es integrante de la Red de Psicólogos Radicales (Radpsynet, usa) y de la Red de Pensamiento Complejo (Redcom, Colombia). Colabora en el suplemento Lunes de la Ciencia del diario La Jornada.
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