*José
Carlos Hesles
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Flaubert a Turguéniev, en noviembre de 1872: "Siempre he procurado vivir en mi torre de marfil. Pero una marea de mierda bate ahora sus muros hasta el punto de derrumbarla. No se trata de política, sino del estado mental de Francia". La fortuna de Francia no era para levantar entusiasmo: la quiebra constitucional, los malabares de Luis Felipe de Orléans, la revolución de 1848, la Segunda República, Luis Napoleón Bonaparte, el Segundo Imperio, la guerra franco-prusiana, la Comuna de París, la Tercera República. México también: "la guerre du Mexique est la plus grande pensée du regne", registró Flaubert en su Dictionaire des idées recues. En 1872, además, muere su madre. En carta a Mme. Roger des Genettes de aquel año: "he meditado una cosa en la que desahogaré mi cólera… vomitaré sobre mis contemporáneos el disgusto que me inspiran". Más de mil quinientos volúmenes leídos y anotados a un ritmo diabólico le servirían para hacerse justicia, con una novela. "La novela de todas las venganzas", solía decíar a George Sand, "una enciclopedia de la estupidez humana": Bouvard et Pécuchet. La historia es engañosamente
sencilla. Bouvard y Pécuchet ambicionaron adquirir todos los saberes
de su tiempo; se armaron de los tratados y las revistas y consagraron su
vida al pensamiento.
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Es también la
fábula moderna de Sísifo.
Bouvard y Pécuchet siguieron el dictamen y magisterio de cláusulas y sentencias, sin reparar en el rigor enemigo de las teorías. Estudiaron la agricultura, la química, la medicina, la astronomía, la geología, la arqueología, las religiones antiguas, la historia, el espiritismo, el cristianismo, la pedagogía, y sus más indigestos conceptos. Nada les indigestaba, quizá por eso, en Los placeres y los días, Marcel Proust añadió al espíritu de Bouvard y Pécuchet los oficios de la vida mundana y la melomanía. Borges dirá: "si la historia universal es la historia de Bouvard y Pécuchet, todo lo que la integra es ridículo y deleznable" ("Vindicación de B & P"). La novela trata del gran excitante moderno. La Ciencia, por supuesto. Describe Flaubert tensiones específicas: el diletantismo enciclopédico y la profesionalización científica; la refinada sofisticación de las disciplinas, su carácter progresivamente difuso, inaccesible. El implacable proceso de la reproducción del conocimiento, y su autodestrucción: la ecología de la ignorancia. Es una novela inconclusa, inquietante; el 8 de mayo de 1880 una hemorragia cerebral fulminó a Flaubert en su despacho de Croisset, en el décimo capítulo del primer libro. La última novela de Flaubert —dirá George Steiner (En el castillo de Barba Azul)— es un largo lamento de hastío, de tedio, de densa vacuidad. Expresa el ennui del siglo xix. Lo inquietante es su actualidad.• |
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