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*Guillermo Samperio
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El inventor José Luis Roma trabajaba
en un alien que le habían pedido para una película
de horror cósmico, cuando llamaron a la puerta; su asistente, un
diseñador en robótica, fue a abrir y regresó acompañado
del visitante. Roma estaba concentrado en su criatura, escuchó la
voz del diseñador diciéndole que el señor Waleska
lo buscaba. El inventor detuvo su tarea, giró la cabeza y vio que,
junto a su asistente, se encontraba un enano vestido de traje, su rostro
cuadrado le sonreía desde abajo. José Luis pensó que
estaba alucinando, pero el hombrecito le tendió la mano.
—Noé Waleska, a sus órdenes —dijo, y Roma estrechó aquella pequeña mano regordeta. —José Luis Roma; ¿para qué puedo serle útil? —respondió, y le acercó una silla giratoria al recién llegado. Al sentarse con agilidad y balancear las piernas zambas, semejó a un niño inquieto pero bien educado. —He oído hablar de usted y conozco varios de sus productos. —¿Como cuáles? —Bueno... —el señor Waleska dudó y continuó—, bueno, su muñeca XR-25. Son bellas, atractivas, para todos los gustos. Usted tiene admiradores, maestre Roma. A José Luis no le gustó que lo llamara "maestre" y empezó a perecerle un enano meloso, quien cruzó la pierna, sacó cigarrillos y encendió uno de tamaño normal pero que en sus labios se veía extralargo. —También conozco al muñeco XR-26 —dijo Noé Waleska entre una breve nube de humo—; también hermosos, varoniles, bien plantados, serviciales, como un sueño realizado para las damas, como la XR-25 para los hombres. Son una fiesta para mujeres y hombres. Es usted un verdadero maestre... Ya un poco inquieto y medio molesto, lo interrumpió José Luis: —Gracias, gracias, pero ¿en qué puedo servirle? El señor Noé Waleska descruzó la pierna, dio otra fumada intensa, hizo otra nube niña, cuidando que no se le cayera la ceniza. El diseñador de robótica le acercó un cenicero. —Soy de origen polaco —dijo Noé, columpiando las piernas—; mi padre, enano como yo, se dedicó a los negocios, que es lo que yo hago ahora, distanciándose de la tradición circense de los abuelos. Mi padre se casó con una mujer normal, que le sacaba casi un metro. Como usted entenderá, querido maestre, la imagen de la mujer que yo tengo es la de las normales, por eso me casé también con mujer normal. El problema es que nuestra relación se ha vuelto demasiado complicada, con guerra de chantajes. Por eso compré una XR-25, la nombré Jéssica, una trigueña, y le puse un departamentito no muy lejos de la casa. Que mencionara su origen le pareció a Roma de pésimo gusto. Si era un hombrecito de negocios, con seguridad querría montar una sex-shop. —¿Qué tal le ha salido el prototipo? —dijo el inventor. —Jéssica es una buena compañera. Quizá me paso demasiado tiempo con ella. Nos divertimos en la cama, pero también jugamos ajedrez, un juego heredado desde antiguo en Polonia. Mi tatarabuelo, también enano, fue campeón regional de ajedrez, además de ser uno de los mejores equilibristas polacos. —¿Qué porcentaje de partidas gana Jéssica? —Como un cuarenta por ciento, pero a mi compadre, también enano, le pone unas palizas y sólo le ha podido ganar un par de veces. Aunque siento que mi muñeca es más hábil para el póker. Con un poco de orgullo al escuchar la eficacia de su invento, pero todavía inquieto —el enano no le acababa de caer bien—, Roma insistió: —Todo está muy bien, pero me gustaría saber el motivo de su visita, señor Waleska. El enano apagó su cigarrillo y encendió otro. Aventó varias donitas de humo que pasaron cerca de la cara del diseñador de robótica y se diluyeron en una lámpara. —Mire —dijo Noé—. Estaba hablando de mi compadre y de él se trata y de muchos semejantes a él. Yo soy feliz a lado de Jéssica y no me importa que me saque más de medio metro, pero mi compadre y otros amigos tienen otros gustos, es decir fueron hijos de madre enana y se han casado con enanas y tienen amantes enanas. Todo enano, ¿me comprende? —Tal vez, pero si se trata de lo que estoy pensando será difícil. —No, maestre Roma, usted tiene la inteligencia suficiente para crear prototipos para enanos. Imagínese, la muñeca XR-27 enana, el sueño realizado de mis amigos y de los enanos del mundo. Usted no se preocupe por la comercialización. Yo, Noé Waleska, de origen polaco, conozco y domino la red de comunicaciones de los enanos, aquí y en otros países. No se arrepentirá. |
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Casi contra su voluntad, pues no le agradaba la
idea de hacer negocios con Waleska, Roma empezó a imaginar el posible
prototipo. Apareció en su mente una enanita coqueta, vestida de
liguero, brassiere sin copas, labios carmín, cabello pelirrojo,
voz sensual tipo Gretta Garbo. "Tendría la ventaja —pensó
el inventor— de que, desarmada, cabría en una maleta pequeña,
ligera, para ir al hotel, a los baños públicos o de viaje.
Los enanos cínicos las andarían luciendo aquí y allá,
como ya sucede con varios XR-25 y 26. Los enanos más discretos harán
lo que la gente normal: documentar la maleta, pasar desapercibidos y ahorrarse
un boleto de avión".
—De acuerdo —dijo Roma. —Celebrémoslo —sentenció Noé Waleska, el polaco— en un table-dance de enanas. Para que vaya tomando medidas, maestre Roma. Contra su voluntad, el inventor se quitó la bata, invitó al diseñador y los tres salieron del laboratorio a divertirse como enanos.• |
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