Giorgio de Chirico: universos de sueño y canícula mitológica
*Jorge de la Luz

De Chirico, el pintor
más sorprendente.
Guillaume Apollinaire

En limpia y hermosa prosa poética llega por fin completa Hebdomeros de Giorgio de Chirico (1888-1978), con tersa versión de Conrado Tostado, de suyo admirable poeta. "Novela onírica", califica certeramente Vilma Fuentes; pero hay más, ahora que Los Insospechables y su óptimo tino la entregan para nosotros.

Como en sueños, incluso los lectores, todos los personajes son centrales, Hebdomeros por supuesto. De él se nos cuenta que siempre comía un pájaro magro, surtido diariamente por un anciano que sentía un culto por la caza "que rozaba en la obsesión y el misticismo". También, que siempre había amado "desde su triste infancia", y que después de sus andanzas "Hebdomeros se quedaba solo, allá arriba, en la casa donde hacía diez años había rentado un miserable cuarto amueblado". Pero luego tomó toda la casa y todas las plazas metafísicas pintadas por De Chirico en esas épocas. Hay recuerdos en inocultable presente; vegetaciones y rastros propios de la canícula, cambiante como la mujer. Enigmas sin respuesta, umbral de sueños y moda 1880 (mencionada como el edificio que parecía consulado alemán en Melbourne), donde se introdujeron Hebdomeros y sus amigos. Geometrías y recintos decorados que ya anuncian a Escher y todas las virtualidades posibles.

Hermano del gran poeta Alberto Savinio, se nos avisa que Giorgio nació en Volos, Grecia, en 1888:

inicia su formación artística en Atenas y la completa en Múnich. Allí se apasiona por Schopenhauer, Nietzsche y Weininger y por las pinturas de Arnold Böcklin. En 1909 se instala en Italia, y el año siguiente pinta en Florencia sus primeros Enigmas. En 1911 viaja a París donde continúa pintando obras a las que denominará "metafísicas". La guerra lo devuelve a Italia en 1915, y en Ferrara encabeza la autodenominada Escuela Metafísica, a la que se adhieren Carlo Carrá y Giorgio Morandi. El grupo se unirá más tarde a la revista romana Valori Plastici (1918-1921). Los surrealistas incluyen a De Chirico en su primera muestra de 1925, pero el pintor ya ha entrado en el academicismo, y en 1930 renegará de su obra anterior. Un año antes —se nos dice—, durante su segunda estancia en París, escribe en francés su única novela: Hebdomeros.


Pero un lúcido artículo de Vilma Fuentes, "Chirico: pintor y escritor" (La Jornada, 2 de mayo, 2004), informa de dos libros más: Souvenirs de ma vie (1945) y Monsieur Dudron, traducida al italiano 20 años después de la muerte del artista. Además aclara:

Chirico, quien dejó su huella en el movimiento surrealista, antes de ser expulsado por el maniático de la expulsión que fue André Breton... relata al mismo tiempo sus sueños y una realidad onírica donde se desplaza sin perdonar la vida a ningún impostor todo y todos son expuestos. Para empezar los pintores, para seguir los críticos en general, los intelectuales en particular, los marchantes en su totalidad.


Antes Vilma Fuentes, en palabras de De Chirico, establece la diferencia entre inteligencia e intelectualismo verdaderos.

En español la primera y notable recensión y traducción la hizo para El Hijo Pródigo (enero de 1945) el poeta surrealista peruano César Moro, con una hermosa "Pequeña antología de Giorgio de Chirico". Aquí anotó Moro: "En 1929, Chirico publica en la Ediciones Carrefour Hebdomeros, obra maestra en que la línea divisoria entre el sueño y la vigilia, entre la imaginación y lo que se ha venido llamando realidad es una línea fluctuante, un índice incandescente más bien que una solución de continuidad". Y asegura que nadie como De Chirico ha logrado "tal perfecto deslizarse entre las apariencias fantasmales, vivir en un clima (subjetivo, dirán los empedernidos dualistas) de parecida intencidad".

Todos sabemos que en esa zaga de relatos fronterizos entre sueños, vida y muerte, inamovibles permanecen La dama de pique de Pushkin, Aurelia de Nerval, Nadja de Breton, Dama de corazones de Villaurrutia, Aura de Carlos Fuentes y Sombras suele vestir de José Bianco. Pero en las anteriores ellas son protagonistas y en Hebdomeros es él, alter ego de su autor, maravillosas páginas decía Moro, "para ofrecerlas al amor, al respeto de los lectores de El Hijo Pródigo. Respeto y amor doblemente preciosos —acotaba—, en un momento en que fígaros y maritornes de toda especie tienen en manos el pretendido candil de la crítica y un libertinaje de palabra en el que lo valiente no quita lo soez". Agustín Lazo participó en la traducción del fragmento "Una visita a Versalles".

Años antes, en agosto de 1928, la revista Contemporáneos dio para México la bienvenida a Giorgio de Chirico, reproduciendo algunas Telas, previos "Fragmentos sobre Chirico" firmados por "Juan" Cocteau, sin indicar traductor; es de sospechar que se trata de Xavier Villaurrutia, ya que el autor de Nostalgia de la muerte (1946) escribiría también "Atmósferas", para otros grandes pintores. Entre otras cosas decía Cocteau: "En una tela de Chirico, los objetos no se han dado cita. Para operarla, Chirico duerme a Venus con cloroformo. Una cosa permitida no puede ser pura. Chirico o el lugar del crimen. Chirico o la hora del tren".

Hebdomeros es una novela canicular y metafísica, surrealista y mitológica; de la mas respetable mitología contemporánea hecha por un inmenso creador de mitos. Canicular por inquieta simbólicamente, cambiente como las temporadas calurosas de los años. Novela circular y voluptuosa en diferentes tiempos y espacios. Surrealista más allá de la "escritura automática" que advirtió César Moro. Con agrado hay que hablar de Hebdomeros dispersa, tan dispersamente como en los sueños, la mitología y sus infinitos campos y la metafísica.

A la seria metafísica se alude varias veces, puesto que se trata de "una de esas historias, perfectamente lógicas en apariencia y altamente metafísicas en el fondo", o bien el protagonista "Cansado de todas estas aventuras metafísicas" (y terrenales), cierra su "ciclo metafísico", casi al final. En todo el relato desfilan personajes disímbolos y fascinantes, bellas apariciones como la recamarera, "muchacha muy rubia y de buen ver", también un quincuagenario "sólido y de piel oscura". Lugares de fotómanos y escotofobos, también de Casca, el pintor meridinal o de Lyfontius, el filósofo. Maniáticos y locos, líricos iluminados y rústicos doquier pueblan Hebdomeros; el prefecto y su mujer, "una matrona bien formada" y no pocas buenonas rubias y de colores, la constelación misma de Virgo.

No falta una parodia a los bandos de las municipalidades municipálidas, donde aparecen Sublato, Chiabani, Moneghetti y otros monigotes. Calma chicha en todas partes, pero en otra se lee: "hay que huir hacia los próximos exilios". Ciertamente, ambientes y sensaciones exiliares; referencias bíblicas y plásticas a la matanza de los inocentes y las leyes de Moisés, al hijo pródigo, por supuesto. Alusiones mitológicas y épicas como la muerte de Patroclo, al Coloso de Rodas y "bandidos mexicanos" por sus pies. Cornelia, "madrecita de los Gracos... desnuda como borrico sin albarda". Universos de sueño y canícula mitológica. Histórica.

 
 
 
 
   
Nacido en tiempos de los inconmensurables Joyce, Pessoa, Picasso, Braque, Stravinsky, Le Curbusier, De Chirico fue a su vez contemporáneo en rigor de Miró, Kandinsky, Klee, Vlaminck, Dalí, Magritte, Ernst, Lipchitz, Brancusi, Léger, Duchamp, Derain, Tanguy, Chagall, los Delaunay y tantos otros extraordinarios artistas. Con los mencionados encuentro mayores afinidades y correspondencias. Habría que hacer un recuento, revisitación y estudio de algunos olvidados. Todos siguen siendo capitales para el arte actual. Hebdomeros es una bienamada novela que concluye, justamente, mirando a la mismísima inmortalidad. La merece.•

Giorgio de Chirico, Hebdomeros, versión de Conrado Tostado, México, UAM/SIC/Secretaría de Cultura de Puebla (Los Insospechables, 1), 2004.

*Jorge de la Luz estudió filología hispánica en la Universidad Complutense de Madrid e historia del arte en Florencia. Fue becario INBA-Fonapas (1982-83) y del Centro Mexicano de Escritores (1985-85) en poesía. Ha publicado Magueyes (La Tinta del Alcatraz, 1986) y Transfiguración (UAEM, 2000). En la actualidad prepara la Fundación Celeste. Pertenece al Consejo de Redacción de la revista Lúdica