Negro Marfil de Myriam Moscona

Negro Marfil, el color, apunta a la ambigüedad al unir contrarios cromáticos. Y Negro Marfil la escribe, por su complejidad y por un (silencioso) llamado a construir este largo poema, tal como fabricada es esa tonalidad cuya (supuesta) ausencia de tono -el negro- se logra quemando un material de claro tinte, el Marfil. Nada de simplezas y evidencias, obviedades ni colores planos, pues importa privilegiar la mezcla, las combinaciones como vocean título y epígrafes; a más de inventar y descubrir reflejos, rebotes y ecos; contactos no lineales... y el ojo mira, ve, dibuja y escribe; y el lápiz se hace pincel. 

Al leer Negro Marfil se palpa el riesgo de la libertad, porque pocas veces el verso está ahí, solo, inmóvil, ocupando un lugar central en la página. Casi siempre, en cambio, el verso se multiplica o se divide y deja entre sus partes un espacio de silencio, un blanco donde el lector interviene para jugar con los fragmentos, ordenándolos, desordenándolos, barajándolos, en una apuesta que significa escribir su propio texto, al mismo tiempo de desescribir el que enfrentan sus ojos. Y así, nos unimos a Myriam Moscona, quien, cada vez más comprometida con una escritura dinámica, profundiza en una poesía sensorial y sensual; audaz y reflexiva; plena de preguntas, variables, y variantes. 

Soledad Bianchi 
Santiago de Chile, junio de 2000
  

Myriam Moscona nació en la Ciudad de México. Premio de Poesía Aguascalientes (1988). El árbol de los nombres y Vísperas son algunos de sus libros más recientes.